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Fue una época en la que devoraba tantas revistas y documentales como pudiera y aprendía acerca de históricos como Hugo Sánchez, Butragueño, Zamora, Puskás, Fernando Redondo, la Quinta del Macho, la Quinta del Buitre, de los cinco triunfos al hilo en los albores de la Copa de Campeones de Europa y por encima de todo, leí y me emocioné por primera vez al conocer del más grande símbolo que haya pisado las canchas enfundado en la playera blanca del equipo de Chamartín, Don Alfredo Di Stefano. Lo digo sin ningún asomo de duda: Seguir al Madrid, es amar al futbol.
Pero también, amar al futbol implica la capacidad de reconocer grandeza en la escuadra rival, principalmente cuando la belleza de su juego se hace innegable a los sentidos y a la razón; y cuando, además, el responsable de todo ello tiene nombre y apellido.
¿Qué otra cosa sino admiración puede sentir un verdadero aficionado al futbol cuando ve jugar a Lionel Messi? ¿Qué otra cosa que no sea fascinación puede aflorar al ver a ese jugador pequeñito que tiene una historia tan trágica como la de un boxeador mexicano o una bailarina de ballet rusa? ¿Cómo se puede comenzar a entender la grandeza de este argentino surgido de la humilde cantera de Newell’s que se ha transformado en un dios del Olimpo futbolístico incluso antes del retiro?
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No recuerdo exactamente de quién es la frase, pero en algún libro del fotógrafo de futbol, Andrea Stacciolli, leí que “hay que haber sufrido bastante en la vida para crecer con ganas de meter la pelota en el ángulo”. Y cuánta razón, Lionel es el “underdog” por excelencia, aquel al que le dijeron que no podría jugar, que su físico era insuficiente, que no valía la pena invertir en él y que terminó siendo un virtuoso incomparable. A Messi, artista, hay que disfrutarlo mientras dure.
Soy madridista, por lo que cada gol, cada festejo y cada desplante del Barcelona me molesta e incómoda. Pues no, no es fácil tener enfrente al jugador de la época, especialmente sabiendo que es el encargado de llevar a la gloria al equipo menos deseado.
Pero algún día, cuando sus botines ya no recorran las canchas del mundo y la leyenda sea lo único que quede, podré ver de frente a mis nietos y decirles: Sí, yo vi jugar a Lionel Messi.
Por: Gerardo Vela / @GerardoVela
Checa el siguiente video sobre Lionel Messi, texto del escritor Hernán Casciari