La Selección de Bélgica tenía siete años preparándose para este momento. Habían pasado pruebas muy duras: vencieron en octavos de final a la Unión Soviética y en cuartos a la poderosa España comandada por Emilio Butragueño. Enfrentaron en semifinales a un eclipse demasiado poderoso para no cegarlos: la Argentina de Maradona. Diego les hizo dos goles empezando el segundo tiempo y tuvieron que disputar el partido por el tercer lugar frente a Francia.
La ilusión se había perdido, sin embargo, el portero del torneo, el belga, Jean-Marie Pfaff recuerda el Mundial de México 86 como el mejor momento de su carrera. Bélgica había sido el cuarto mejor equipo del mundo a once mil kilómetros de su país y el Estadio Azteca coreaba su nombre. Le decían el simpático por firmar autógrafos y ser carismático. Incluso la gente de Toluca, sede del equipo nacional de los Diablos Rojos, le comentaba a Jean-Marie que México era su segunda casa.
En la memoria colectiva, los famosos Diablos Rojos de Bélgica dejaron una huella imborrable. No fue solamente la curiosa coincidencia de que dos equipos que compartían ciudad llevaran el mismo apodo. Para los Diablos Rojos del Toluca, los belgas son la selección más querida de todas, y por mucho. Un acto de solidaridad mostró que el futbol es mucho más que un simple juego.
La leyenda cuenta que la pobreza de la capital del chorizo verde impactó al equipo venido de Europa. La percepción económica del primer mundo se enfrentaba a la cruda realidad de eso que los economistas institucionales llaman un país en vías en desarrollo. La realidad de cientos de niños sin hogar impulsó la construcción de la Casa Hogar Diablos Rojos en Acción. La gratitud de los belgas por la ciudad que los recibió se materializó en una acción social que hasta la fecha financian.
El entonces gobierno del presidente Miguel de la Madrid se vio obligado a agradecer el enorme gesto fraterno por parte de la Monarquía parlamentaria belga, que sin recibir nada a cambio, regaló un hogar para niños desamparados. Si bien en la inauguración del Mundial del 86 la Selección de Bélgica era completamente desconocida, cuando en 1989 regresaron a Toluca para un juego de beneficencia con la intención de crear un nuevo centro infantil, los mexiquenses portaban orgullosos playeras de los Diablos Rojos… de Bélgica. ¿Cómo una acción que cambia la vida de varios niños no va a ser motivo para apoyarlos?
El embajador y la Princesa de Bélgica han visitado la Casa Hogar en Toluca desde entonces para darle continuidad al proyecto y cada año los jugadores realizan actividades para recaudar los 100,000 dólares anuales que constituyen el presupuesto del centro. Maradona ganó el mundial de futbol; Bélgica ganó los corazones de los mexicanos para siempre.
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Por: Redacción