El asfalto quema a las 12 del día, calcina. El sol brilla en lo alto de la carretera 57 que cruza por el terreno del semi desierto, le sonríe gentil con sus rayos a los garambullos, nopales y demás cactáceas que ahí conviven. En el reino de la víbora de cascabel, ahí donde la yuca domina el paisaje y observa atenta como rueda el balón, donde el progreso se traduce en ciudades prosperas y donde los parques industriales son un común denominador.
Es la historia de 2 urbes patrimonio cultural por la UNESCO, unidas por cultura y tradición, unidas por las gestas heroicas que hermanaron una patria, unidas por un balón pero separadas por la violencia de las barras. Espectáculos tan lamentables como lo visto en San Luis Potosí el domingo entre auriazules y Gallos nos dan un panorama de que nuestra liga tiene muchas deficiencias en materia de seguridad y de protocolos.
La violencia entre San Luis y Querétaro
Es que siempre tuvimos esas alertas que nos remontan a pasajes históricos, de batallas en la extinta Primera A, de luchas por el ascenso y el no descenso, de proyectiles en el Estadio Alfonso Lastras y agresiones en el Estadio Corregidora. Sin la menor duda, la falta de cultura y las fallas en la logística usadas por autoridades locales, jugaron en contra de aquellos que fueron a disfrutar un domingo familiar de futbol apoyando al equipo de sus amores.
La violencia entre queretanos y potosinos no es cosa nueva. El mal llamado “Clásico del centro” en realidad no es más que un Derby regional que algunos aficionados usan de forma errónea para aprovechar el anonimato y poder que otorgan las masas y así hacerse participes en actos de violencia.
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Es triste que el único “clásico” que aumenta sus ediciones es el de la latente y creciente violencia, que a veces azota la Liga MX. A veces es difícil de detectar porque entra al estadio vestido de aficionado, con el jersey de su equipo favorito y con ganas de alentar, con la bandera y el rostro pintado. Se dice entre el argot de las barras que “Ser hincha no es delito” y en efecto, tienen razón, siempre y cuando no afecten la integridad de otras personas.
La llegada de la paz
San Luis y Queretaro, Gallos y Tuneros, albiazules y auriazules. Sin duda, estas son 2 tradiciones y 2 pasiones que a su modo viven al pie de la carretera 57, ahí donde la línea del asfalto es de casi 200 km entre estadio, dicha distancia se hace menos cuando hay día de juego. A su modo y forma, siempre hay alguien pendiente de su rival deportivo en cada feudo, viendo los gallos que hacen los potosinos y viceversa, expectantes del destino de su mal llamado “enemigo.”
Está lejos el día en que este «Derby» de la 57 tenga otra edición y la mano de la afición perdedora estreche al vencedor, y al final todos disfrutemos de este maravilloso juego que nos hace adorar un balón que rueda sobre un rectángulo de verde césped.
Pienso que ese día es todavía lejano, a una distancia más allá de 200 km, en un reino más allá de la carretera 57, donde al final del día y cuando la pelota se detiene, todo vuelve a la normalidad. Las cactáceas siguen desafiando al sol, la industria no se detiene y la víbora de cascabel regresa a su madriguera, en espera de otro “clásico” donde así ha sido siempre y así será, por muchos años más.
Por: Carlos Silva