Austria fue cuna de uno de los músicos más ilustres del mundo: Wolfgang Amadeus Mozart, quien desde pequeño deslumbró a toda Europa y dedicó su vida a expresarse por medio de la música.
El destino le brindaría a Austria la oportunidad de disfrutar a otro artista, esta vez uno del balón. Matthias Sindelar, originario de Jihlava -región incorporada al entonces Imperio Austrohúngaro-, creció en los barrios obreros de Viena en los que demostró sus dotes para el futbol. En aquel entonces recibió el sobrenombre de ‘El hombre de papel’ por su ligereza y habilidad.
Los inicios de Matthias Sindelar
Su talento despertó el interés del Hertha de Viena, club donde debutaría a los 18 años, aunque por desgracia, el club desaparecería por motivos económicos. A pesar de ello, Matthias Sindelar encontró lugar en Austria de Viena con el que ganó múltiples campeonatos. A partir de entonces dejaría de ser ‘El hombre de papel ‘para convertirse en ‘El Mozart del futbol’. Cuentan que en cada partido sus regates y goles conquistaban a los espectadores; Sindelar era un artista y el campo su escenario.
Buscado por clubes de otros países, Matthias Sindelar apostó por escribir su historia en el país que lo vio nacer. Perteneció a la mejor generación en la historia del futbol austriaco, no por nada fue llamada ‘Wunderteam’, es decir, el equipo maravilla, selección que aplastó a rivales como Francia, Alemania y Hungría.
El Mundial de Italia 34 se perfilaba para ser aquel en el que Sindelar se consagraría como un artista de talla mundial. Lamentablemente, el austriaco tuvo que enfrentarse a un rival que no se encontraba precisamente en las canchas: el mandatario Mussolini, quien fue señalado por manipular el torneo y al que se le atribuye la derrota del austriaco ante la selección local en semifinales.
Lee más: Garrincha, la estética de la diferencia
De vuelta en su amada Austria, Sindelar era sin duda alguna el deportista más reconocido del país y todos los querían ver jugar. En 1938, ya bajo el régimen nazi, en Austria se organizó un partido entre el combinado nacional y Alemania. Al medio tiempo todos los espectadores sabían que el partido acabaría con victoria de los alemanes. Sin embargo, para Sindelar aquel encuentro era la oportunidad perfecta para pasar a la historia.
El complemento fue, contra todo pronóstico, un recital por parte del ‘Mozart del futbol’ que tuvo su apogeo con el gol del maestro de ceremonia. El artista no dudó en pararse frente al palco para culminar su obra maestra con un baile. Así es, el austriaco no sólo le plantó cara al nazismo, no titubeó en expresar su felicidad ante aquellos que ocuparon su país.
Todos sabían que el destino de Matthias Sindelar ya se había definido con aquel festejo. Su muerte el 23 de enero de 1939 fue para muchos producto de la persecución que la Gestapo habría montado en su contra. Otros aseguran que su cabeza tenia precio, mientras que los medios argumentaban que se suicidó por miedo al régimen. Aunque ninguna teoría fue confirmada, la única certeza era que había muerto el máximo deportista de Austria.
La pregunta alrededor de la muerte de Sindelar no son las causas sino, ¿qué motivo aquel festejo? La respuesta puede encontrarse en la frase del músico al cual le debía su sobrenombre: Ni una inteligencia sublime, ni una gran imaginación, ni las dos cosas juntas forman al genio; amor, eso es el alma del genio. Y Sindelar no amaba más que a Austria, a la cual le brindó en un acto de genialidad: la alegría de vencer al régimen en la cancha.
Por José Macuil García / @J_Macuil