Existen jugadores que desafortunadamente en el acervo de sus logros no cuentan con evidencia de un palmarés estadístico que avale sus éxitos, su calidad. Sin embargo, en el dichoso recuerdo de la historia futbolística aún perduran héroes del balón que con su talento dieron dignidad a camisetas que, por intrascendentes que hoy parezcan, marcaron época. En esta ocasión las letras de la memoria se rinden ante Mostovoi, el zar de Celta de Vigo.
Hablar del futbol ruso es orientarnos a los extremos del pasado lejano con Oleg Salenko y al más inmediato con Andrey Arshavin. Pero en ese punto medio del tiempo figura un crack poseedor de un fino toque, liderazgo y visión de campo en el centro de la cancha, Alexander Mostovoi. ¿A poco no lo recuerdan?
Lee más: Diego Forlán, el cachavacha de Uruguay
Este ruso marcó un antes y un después con Celta de Vigo durante ocho años. En compañía de otro compatriota, Valeri Karpin, fue el artífice de una etapa en que el equipo español deleitaba a los aficionados con su futbol. De ser un club distante de planos estelares pasó a ser un hijo malcriado de la liga española, convirtiéndose en protagonista de una intensa competencia en la parte media- alta de la tabla con Mallorca, Valencia y Deportivo La Coruña.
Mostovoi era un amo del tiempo-espacio corto. Sabía moverse en un metro del medio campo para que, con un toque, se desprendiera el ataque del Celta con Haim Revivo y Gustavo López. Asimismo, poseía la sutileza de una mirada o de un gesto para comandar su zona defensiva: si había que defender, recorría dos metros hacia atrás y con un movimiento del rostro indicaba a sus defensores, Fernando Cáceres entre ellos, qué tramo cubrir.
Lee más: Vincent Kompany: El eterno capitán
Para él atacar era la mejor forma de defender. Y lo hacía con la pelota en los pies, desprendiéndose de ella ante dos opciones evidentes: compañero bien colocado o sentencia de gol. Inteligente, diseñaba la jugada antes de culminarla: ningún balón reventado o lanzado a la nada; siempre preciso con el pensamiento del toque.
Tras vestir la playera celeste del Celta de 1996 a 2004, el Zar se fue de Vigo con el legado de una Intertoto, una final de Copa del Rey y la hazaña de haber llevado al equipo a Champions League, además de Copas UEFA. En sus hombros cargó con la transición del futbol lento y antiguo de la generación Salenko hacia el futbol rápido y virtuoso de la chamacada Arshavin; un paquete que pocos se atreven a soportar y que Mostovoi lo sacó a flote a costa del olvido.
Por: Elías Leonardo / @jeryfletcher