“Lo que finalmente sé con mayor certeza respecto a la moral y a las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
(Albert Camus)
Con un pasaporte paquistaní falsificado, la familia partió con miras hacía Londres. Sin embargo, cuando por fin el camión de carga se detuvo y el conductor ordenó al cúmulo de refugiados que bajaran y se dispersaran, tanto la madre como las cuatro hijas que en él viajaban se dieron cuenta que lo que les rodeaba en nada se parecía a las imágenes que habían visto de la capital inglesa; en cambio, las tierras que pisaban eran las de Dinamarca.
Nadia Nadim nació en Herāt, Afganistán, el 2 de enero de 1988. Y es precisamente en ese país, ubicado en Asia central, donde vivió durante 12 años de su vida. Durante ese tiempo, es que Nadia, junto a sus hermanas, creció pateando un balón de futbol en el jardín amurallado de su casa, la cual se encontraba en Kabul.
Rabani Nadim era el nombre del padre de Nadia, quien desde la década de los 80 y 90 era un destacado General del Ejército Nacional Afgano (ENA). Años atrás había sido un reconocido jugador de hockey sobre pasto, aunque también se le conocía por su ferviente pasión hacia el futbol. Fue en 1998, cuando su padre fue convocado a una reunión con altos mandos del régimen Emirato Islámico de Afganistán, quienes se habían hecho con el control de la ciudad de Kabul desde el 27 de septiembre de 1996 al derrocar el Gobierno de Ahmad Shah Massoud. Pasó el tiempo; días, semanas y meses, pero el General Rabani Nadim no regresó a casa con su familia tras haber partido a esa reunión.
Después de seis meses, es que Hamida (la esposa de Rabani) y sus hijas, se enteraron que él fue ejecutado en el desierto tras un decreto del régimen de los talibanes, supuestamente tras haber sido encontrado culpable de ser espía del anterior gobierno.
Es ahí cuando Hamida se dio cuenta de que Afganistán no era un lugar donde podrían vivir o acaso ¿sobrevivir?, pues así como ella había sido criada, también educó a sus hijas con la certeza de la igualdad. Prácticamente de inmediato, cuando el régimen Emirato Islámico de Afganistán tomó control del país en otoño de 1996, el país vivió un cambio convulso. Por ejemplo; se prohibió a las mujeres trabajar, así como a la educación, salir de casa sin supervisión masculina, reír a carcajadas, ser vistas en público sin burka o hasta algo tan tradicional como volar una cometa también había sido prohibido y, por supuesto, practicar deporte alguno.
Esto sin duda se contrapuso de una manera radical a la serie de reformas impulsadas por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) en el año de 1978, las cuales prohibieron prácticas tradicionales que eran consideradas de naturaleza feudal como: los matrimonios forzados o poner precio a las novias para su matrimonio. Se hizo hincapié en la educación tanto de hombres como de mujeres y se establecieron programas generales de alfabetización.
Viaje incierto
Por ello es que la familia de Nadia decidió huir de Afganistán en busca la libertad que se les había negado, así como la oportunidad de realmente poder vivir y no tratar de simular solamente. Y una noche cualquiera se convirtió en la escenografía que representó la salida de las cinco mujeres con vista a un futuro más confortable que el presente que vivían. El ansiado escape de la desigualdad y temor, inició cuando partieron a la frontera con Pakistán, donde al llegar obtuvieron pasaportes paquistaníes falsos, los cuales usaron para poder abordar un vuelo hacia Italia.
Ya en el país itálico, la familia Nadim, junto a otros refugiados, abordaron un camión que les llevaría a Londres. El viaje inició día de pascua, el domingo 23 de abril del año 2000.
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Después de horas y horas el camión se detuvo. El conductor ordenó a los refugiados que bajaran del vehículo. Cuando por fin Nadia y su familia estaban afuera, se dieron cuenta de que no estaban en Londres. Y en un inglés rudimentario Hamida preguntó al conductor dónde se encontraban, “En Randers, Dinamarca”, él respondió.
Con tan solo 12 años de edad, estaba ya en otro país, en el cual podría hacer prácticamente todo lo que en su tierra natal estaba prohibido. Y en este nuevo hogar tendría la libertad para ser feliz.
La familia Nadim y demás personas pasaron algunos meses en un campamento de refugiados en la ciudad de Aalborg mientras esperaban la aprobación de la solicitud para que se les pudiera dar asilo. Es ahí también donde ella y sus hermanas recibían clases desde nueve de la mañana hasta a una de la tarde, teniendo el demás tiempo libre, el cual ocupaban para explorar los alrededores.
Un camino nuevo
Nadia junto a sus hermanas y amigos descubrirían cerca allí el campo de entrenamiento del equipo juvenil local de futbol Gug Boldklub. Los niños convirtieron su tiempo libre en una rutina para acercarse a ver los entrenamientos. Y participaban no solamente observando sino también como recogebalones.
Después de un tiempo, Nadia se armó valor para preguntar al entrenador del equipo si podía unirse a la sesión, la respuesta fue un “Sí”. El técnico quedó tan asombrado por la capacidad de la pequeña de 12 años que le pidió regresara al siguiente entrenamiento.
Cuando le contó a su madre lo que había pasado y al verle tan entusiasmada, ésta llevó a Nadia a una tienda de segunda mano donde le compró un par de botines usados. “Aún recuerdo esa dureza y suavidad del cuero que se mezclaban, y esa sensación de haberles usado por primera vez”.
En aquél segundo entrenamiento, el técnico la colocó en la zaga defensiva y ella anotó tres goles. A partir de ahí siempre jugaría como delantera. Pronto el entrenador recomendó a los reclutadores del B52-Aalborg Football Club, uno de los mejores equipos de la Premier League de Dinamarca –liga femenil de futbol danés–, que le hicieran pruebas a la chica de Afganistán, y en ellas sorprendió también a otros reclutadores. Sin embargo, la madre de Nadia no tenía la posibilidad económica para que pudiese seguir tomando el tren para realizar pruebas. Tal era la fe que el B-52 Aalborg tenía en ella que costeó cualquier tipo gasto.
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“Pero a pesar de estar en Dinamarca, donde las mujeres hacen lo mismo que los hombres, sentía como si estuviera haciendo algo malo cuando jugaba al fútbol”, confiesa. “Como si estuviera infringiendo alguna ley”.
El 2006 marcaría de por vida a Nadia Nadim, pues fue el año en que firmó su primer contrato con el club IK Skovbakken. Además, la Unión Danesa de Fútbol (DBU, por sus siglas en inglés), solicitó a la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA, por sus siglas en inglés) una exención para que pudiera jugar en la selección del país nórdico. La máxima federación del futbol internacional la aprobó y recibió la nacionalidad danesa. La chica a la que le prohibían en Afganistán mucho más de lo que pudiéramos imaginar, estaba ahora en Dinamarca, estudiando y jugando el deporte que amaba.
Palmarés a nivel de club:
- 2005-2006 IK Skovbakken: 3 apariciones, 4 goles.
- 2012-2015 Fortuna Hjørring: Copa de Dinamarca (2009), Elitedivisionen (2013-14). 8 apariciones, 4 goles.
- 2014-2015 Sky Blue FC: 24 apariciones, 13 goles.
- 2015-2016 Fortuna Hjørring (préstamo): 10 apariciones, 5 goles.
- 2016-2017 Portland Thorns FC: 1 National Women’s Soccer League (2017). 37 apariciones, 15 goles.
- 2018- Manchester City Football Club: 28 encuentros, 8 goles.
- 2019 – 2021 Paris Saint Germain: 1 Division 1 Féminine (2020-21). 20 apariciones, 10 goles.
- 2021 – Actualidad. Se unió al Racing Louisville FC.
Palmarés a nivel selección:
2009-actualidad Dinamarca: Hizo su debut en la Copa Algarve 2009, y se convirtió en la primera danesa naturalizada en jugar para la selección mayor. Hasta ahora ha vestido la playera nacional en 98 ocasiones y ha metido 38 goles.
Hoy día, Nadia no solo es una de las mejores jugadoras de Dinamarca, sino que también ha logrado contagiar el éxito deportivo al ámbito profesional, ya que es médica especialista en cirugía plástica en la Universidad de Aarhus de Dinamarca. Además, trabaja constantemente para apoyar a la Organización Médicos Sin Fronteras. Por si fuera poco, Nadia habla 11 idiomas.
La niña afgana que apenas podía comunicarse con sus compañeros en la escuela con algunas palabras y mímica, encontró en el balón el mejor de los lenguajes. Expresando a través de él sus sueños y pasiones. También con cada galope en el césped y gol marcado, es que rememora a esa persona que le arrebataron pero que dejó en ella algo que nunca podrán quitarle: amor y futbol.
Nadia Nadim, la mujer que gracias a su familia y a la redonda encontró la libertad.
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Por: Ricardo Olín García / @ricardo_olin