La personalidad del mexicano, su identidad, ha sido una cuestión abordada tanto académica como literariamente. Sin embargo, para entender el pensar y actuar de los mexicanos se puede abordar desde los otros, es decir, desde la diferencia.
¿Cuál es esa esencia que lo hace ser distinto a un americano, a un europeo o a un africano? Nosotros trabajamos para vivir, no vivimos para trabajar como los japoneses. Nosotros tomamos cerveza; si fuéramos suizos, beberíamos leche. Hay culturas que tienen todo, menos las ganas, el gusto por vivir que en México nos sobra.
Para discurrir sobre el misterio del alma tricolor hay dos caminos: la razón y la intuición. Se puede leer la sesuda obra de Octavio Paz o se puede ver un reportaje de media hora en la televisión sobre la trayectoria futbolística de Cuauhtémoc Blanco.
Octavio Paz
Octavio Paz, en toda su magistral obra, pero principalmente en El laberinto de la soledad y en Posdata, es un filósofo que toma la linterna de Diógenes y se adentra en la caverna de la historia mexicana, en busca de la máscara de la Malinche, la de Sor Juana, la de Díaz Ordaz en Tlatelolco y las Olimpiadas, y la del subcomandante Marcos en su rincón del sureste mexicano.
Pero no sólo recorre el laberinto a pie firme, sino que baja a los sótanos del inconsciente colectivo y sube a las teóricas nubes de la racionalidad dialéctica. Vale la pena conocer la obra de ese mexicano universal, ¡Premio Nobel de Literatura!
En este caso como en muchos otros, la vida, la literatura y la filosofía no son sino un pálido espejo de lo que nos enseña el mundo del futbol.
Sin embargo, en este caso como en muchos otros, la vida, la literatura y la filosofía no son sino un pálido espejo de lo que nos enseña el mundo del futbol más allá del balón y los negocios.
Cuauhtémoc Blanco, mexicano de raíz hasta en el nombre, se ríe de tanta especulación y nos dice con su folclórica vida: ¿para qué tanto brinco si la cancha está tan parejita? Si quieren saber qué es ser mexicano no se hagan güeyes y vayan a Tepito: ahí van a ver de qué lado masca la iguana.
Las pinceladas del Cuau
Dos simples pinceladas nos retratan el rostro del Cuau de cuerpo entero. Una: cuando fue contratado por el equipo Valladolid de España, al llegar le hicieron un examen médico y detectaron algún problema en una rodilla. El médico dijo que podía curarse con ejercicios en la piscina. El Cuau se puso su traje de baño y se tiró al agua. Un minuto después se dieron cuenta que no salía y todo el equipo técnico se lanzó al rescate. El médico le preguntó si sabía nadar y él dijo que no. ¿Entonces por qué se tiró al agua?, inquirió el galeno. Porque usted me lo pidió, respondió lacónico el mexicano.
Dicen que en los países del primer mundo muchas veces les cuesta entender nuestra tropical lógica. ¿Qué pensarían de esta anécdota Buñuel, Breton o Kafka? ¿Qué diría Octavio Paz?
Segunda pincelada: ese mismo kamikaze que se tiró al agua sin chistar, es uno de los mejores jugadores del futbol que ha tenido México en su historia. Goleador efectivo y jugador creativo: autor de la mundialmente famosa Cuauhtemiña. Destaquemos solo uno de sus rasgos más loables: su entrega, sobre todo cuando se trataba de la Selección Nacional. Más si osare un extraño enemigo meterle un gol, le hervía la sangre.
Punto de encuentro
Maquiavelo decía que amaba más a su patria que a su alma. Cuauhtémoc amaba más a México que a sus piernas. Cada vez que portaba La Verde se transfiguraba en un guerrero decidido a conquistar el mundo. (Ojalá que Blanco sea la regla y Vela la excepción. Eso también tendría que explicárnoslo Paz). Por lo pronto, la escuela del futbol nos da dos grandes lecciones de vida encarnadas en el Temo: ¡Hay que ponerse la camiseta! ¡Hay que sudar la camiseta!
La razón es un largo y sinuoso camino. La intuición es un atajo. De golpe se entiende algo, como si fuera una inesperada rabona mental. Una metáfora dice más que mil palabras. Octavio o Cuauhtémoc es una falsa disyuntiva. Lo correcto es Paz y Blanco.
Por: Nicanor Iturrino
Buen texto, pero siento que el tema daba para más. Saludos