El ‘Payasito’ Pablo Aimar ha sido de los futbolistas más destacados en la época contemporánea de Argentina y de River Plate, un jugador inteligente, decidido, con un especial gusto por tener a la redonda en sus pies. Mediocampista ágil, habilidoso, con un regate reconocible con su sello y que se convirtió en el ídolo de alguien de la talla de Lionel Messi y quien recibió la admiración de Marcelo Bielsa, acudiendo a su último duelo como profesional.
Primera llamada
Pablo Aimar nació en Río Cuarto, en Córdoba el 3 de noviembre de 1979. Hijo de una familia muy aficionada al futbol, siguiendo las pasiones de toda su nación y en especial de la de su padre, quien era director técnico de equipos juveniles; el ‘Payasito’ empezó a ser su sobrenombre, de cariño, sin pensar que en el futuro este se transformaría en un apodo para identificarlo en el campo, como si no fuera suficiente ser destacado con el balón. Desde la adolescencia viajó a la capital para probarse con las básicas de River Plate.
A pesar de que se trasladaron y visitaron todo el complejo deportivo con la idea de adentrarse en las categorías inferiores, su padre sabía que para sobresalir en el futbol y en Argentina ser bueno no era suficiente. Aimar recuerda que vio la cancha de el Monumental y tres días después tenía que regresar a Córdoba, para seguir preparándose antes de pasar por las básicas. Su padre le dijo que como él, había un millón más, así que tenía que esperar para seguir desarrollándose.
Volvieron a casa pero Aimar, de alrededor de 14 años años de edad, ya le había llenado el ojo a nada menos que a Daniel Passarella, lo que provocó que regresara a Buenos Aires para militar en las filas del Millonario. Se hizo en la escuela del conjunto hasta su debut, en 1996 y con el River marcó época, a sus 20 años ya se había consolidado dentro del equipo, fue una pieza fundamental en el plantel que conquistó el Torneo Apertura del 99 y el Clausura del 2000.
Era muy hábil, siempre peleaba todos los balones, se encargaba de hacer llegar el balón a la portería en medio de túneles y regates, ya sea disparando al arco, en tiro libre o asistiendo a sus compañeros. Porque ante todo, Pablo César Aimar, César por César Menotti, siempre supo jugar colaborativamente.
El balón que sigue rodando
Tuvo sus destellos gracias a sus jugadas individuales pero sabía ceder el balón si eran las indicaciones de su entrenador. El River, como recuerda él, se dedicaba a salir jugando con la pelota, suceso que cambió cuando por 24 millones de euros arribó al Valencia en España, en el otro lado del mundo, a más de 10 mil kilómetros de casa.
“Pasé a un equipo que jugaba mucho menos con el balón”, recuerda Aimar, “Tuve que crecer, adaptarme y comprender la manera en la que nosotros podíamos competir… y te puedo asegurar que festejé ese logro. La manera que teníamos en ese momento para competir con los más grandes era esa. Así, aprendí a sacar provecho a tocar menos la pelota”, comentó el ‘Payasito’, quien también se convirtió en un referente en el Valencia.
Con el conjunto español se llevó dos ligas, en las campañas 2001-02 y 2003-04, además de que conquistaron la Europa League y, posteriormente, la Supercopa de Europa en 2004. Aimar continuaba con las jugadas colaborativas, cedía todavía más pero también disfrutaba hacerlo pues, al final, se adaptó a otro estilo de juego con el que también brilló.
Vistió la camiseta de la selección de Argentina desde la categorías inferiores, incluso fue de la generación que ganó el mundial sub-20 de Malasia en 1997 y donde ganó el Balón de Bronce. También se hizo de dos campeonatos de Sudamérica, uno en 1997 y la Supercopa de este en el 99.
Con los años, como cuerpo técnico de los juveniles, recordó que como jugador de ese país siempre quieren portar la Albiceleste. “Es el lugar que cualquier argentino o cualquiera que soñó con jugar al futbol quiere estar. Una vez que llegas al predio, ponte la camiseta y ‘defendela’, ‘quedátela’”, comentó para TNT Sports Argentina.
“Como jugar no hay nada, como jugar con la selección no hay nada”, comentó Aimar, luego de que asistió a dos Mundiales con el equipo mayor, en Corea-Japón 2002 y Alemania 2006. Admitió que en ambas ocasiones la experiencia fue triste, porque él no pensaba en jugarlo, sino en ganarlo, revela que acudir a la Copa del Mundo es poco, pues en el momento lo quieres todo. Además de que tuvo pocos minutos, tras ser suplente de Juan Sebastián Verón y Juan Román Riquelme.
El ídolo de los ídolos
En Argentina siempre ha habido referentes, desde los más antiguos hasta a los actuales. Tal es el caso de Diego Armando Maradona. “Era nuestro mayor estímulo para aquellos que nacimos en los 70’ y 80’, por entonces ya existían los superhéroes: estaban el Hombre Araña, Batman y otros, pero nosotros queríamos ser Maradona antes que esos otros superhéroes”, relató Aimar, “Jugábamos a ser Maradona y aspirábamos a ser ese que estaba ahí en el Mundial de México 86”.
Antes de la magia de Leo Messi hubo otros nombres atrás, otros que cantaban los goles haciendo de lo imposible lo tangible. Y ahí entre los favoritos del astro ex del Barcelona y actual del Paris Saint-Germain, estaba Aimar. “Cuando recibe y toca rápido, antes de recibir sabe lo que tiene que hacer, la velocidad que tiene y cómo distribuye el juego”, comentó el de Rosario cuando era un adolescente y se quería conocer quiénes eran sus referentes, pues entre ellos resalta el del Valencia y el 10 de River.
Hacer historia con su propio nombre
Asimismo, Pablito, como también lo presentaban mientras destacaba con el Millonario, recalcó que su segundo nombre es César por Menotti.
“Es como un chiste de la vida poder sentarme con él. Mi padre y un amigo que fue mi entrenador me hablaban siempre de Menotti y hoy, cuando ven una foto, se sorprenden y me dicen que no se creen que yo esté charlando con él. Es hablar con la historia misma”.
Tras brillar en el Valencia, las lesiones empezaron a cobrarle factura y arribó al Real Zaragoza, allí no pudo destacar como con sus exclubes e incluso descendió de categoría en España. Esto provocó que jugara con el Benfica, al cargo de Jorge Jesus, del que aprendió sobre todo el no ser impaciente en la cancha, valorar los entrenamientos, entender qué se aprende en cada uno de ellos y reflejarlos en el campo, cuestiones que ahora como estratega lo implementa.
Marcelo Bielsa fue su director técnico durante los Mundiales mayores, Aimar lo aprecia por ser su entrenador pero sobre todo porque después de jugar en Portugal, en Malasia en una temporada efímera, un breve retorno al River después de 15 años y un partido con Río Cuarto, con el que le puso fin a su carrera, el ‘Loco’ asistió a su último partido contra el Belgrano. Después de una ilustre trayectoria, Aimar fue el ídolo de muchos y la admiración con los demás siempre fue mutua.