Imaginemos la siguiente escena. Te encuentras en el terreno de juego y los ánimos están calientes por alguna jugada. De repente, sientes la mirada penetrante de un personaje. Aún no sabes quién es hasta que te encara y te impide seguir avanzando, de hecho, te hace retroceder. En ese momento te das cuenta que es Pierluigi Collina, considerado el mejor árbitro de la historia. Todo un maestro de ceremonias.
Pierluigi Collina o del verdadero oficio del árbitro
Muchos pensamos que la única labor de un árbitro es la de aplicar el reglamento, indicarnos cuándo inicia y termina el encuentro y de frustrar la celebración de un gol. Habitualmente el árbitro es considerado como el villano, aquel hombre capaz de recibir una infinidad de insultos.
La realidad es que el oficio de ser árbitro debe ser otro. Antes significaba conducir el juego durante los 90 minutos y no pasar desapercibido. Mucho ojo, no se confunda esto con el protagonismo; hablamos de ejercer autoridad en el campo. En pocas palabras, ser árbitro es lo más cercano a ser un maestro de ceremonias, un gestor o jefe del espectáculo. Él se encarga que cada acto y momento se lleve de buena forma.
De esta forma, Pierluigi Collina cumplía a la perfección con este perfil, ya que la autoridad que ejercía pocas veces se ha visto. En sus inicios, Collina no estaba para nada ligado con el futbol; su deporte favorito es el básquetbol. Solo como dato, el árbitro de origen italiano –nació en 1960 en Bolonia—, tiene estudios en Economía, y fue hasta pasados los 20 años cuando se acercó al arbitraje, pues tomo cursos especializados en 1977.
Para ser #árbitro se necesita tener carácter, una muestra de ello es Pierluigi Collina.#Apuntes2017 pic.twitter.com/CRrEleG2IL
— Apuntes de Rabona (@ApuntesdeRabona) 1 de enero de 2018
Algunos años después, Pierluigi Collina ya se encontraba en la tercera división italiana. Al igual que un equipo de futbol, fue ganando su derecho para ascender a la segunda división, para en 1991, debutar en la Serie A, división en la que dirigió 240 partidos a lo largo de 14 temporadas.
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Su carácter, capacidad de mando y educación –hay que resaltar que Collina sabe cuatro idiomas—, le abrieron las puertas para la internacionalización. Tuvo la oportunidad de estar en las Olimpiadas de Atlanta 1996 y en los Mundiales de Francia y Corea-Japón. En pocas palabras, podemos definir a este complicado oficio de vestir de luto como una carrera llena de trabajo, de lectura de juego y de liderazgo.
Corea-Japón: la consagración del mejor
La carrera de Pierluigi Collina se caracterizó por el profesionalismo que imprimió en el campo. Si era necesario alzar la voz, él lo hacía y nadie más que él, si había que reconvenir a los jugadores, Collina mostraba una actitud más afable, inclusive se podía ver una sonrisa en su gesto. Por último, si el partido necesitaba orden, Collina lo detenía con alguna tarjeta o para retomar el ritmo.
Como era de esperarse, los jugadores lo adoptaron dentro de la dinámica del juego. No había jugador que le rehuyera a pesar del regaño, si los llamaba, iban a recibir la indicación y punto. Contrario a las persecuciones que hoy en día hacen los árbitros para mostrar una tarjeta. Puedo asegurar que Pierluigi Collina era amigo de muchos futbolistas, y que sin necesidad de hacer una bicicleta o jugada, era un protagonista. No por nada apareció en la portada de Pro Evolution Soccer 3. Simplemente era un crack.
¿Qué le faltaba a Pierluigi Collina? Una consagración. Le llegó en el Mundial de Corea-Japón 2002 en la final que enfrentó a Brasil y Alemania. En aquel partido, Collina solamente necesitó dos tarjetas amarillas -una al minuto 6 otra al 9-, y una llamada de atención generalizada a los jugadores.
A partir de ese momento, el partido se desarrolló como un espectáculo, con los roces y tensión propios de una final, pero con el orden que imprimió por última vez el italiano.
Al final del partido Brasil levantaría la Copa. Sorprendentemente, en medio de la euforia de los brasileños y la tristeza de los alemanes, los jugadores se dieron el tiempo para ir a felicitar al árbitro. Inclusive el fenómeno Ronaldo se acercó para regalarle su camiseta. Aunque no fue el único regalo que recibió, pues le entregaron el balón del encuentro acompañado del siguiente mensaje: Este balón es tuyo y sólo tuyo.
Al retirarse, Collina se llevó parte de la esencia del arbitraje en el futbol. Él ha tratado de devolverla, pues es asesor y da cursos de arbitraje. Pero seamos sinceros, no cualquiera puede ser un maestro de ceremonias.
Por: José Macuil García
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