El 17 de julio de 2011 fue un día oscuro para Carlos Tévez. Aquella noche, Argentina se enfrentaba a Uruguay por un pase a la final de la Copa América. El Apache no entró de inicio al campo, de hecho ingresó cuando el partido ya se encontraba en su último suspiro. Al minuto 85, Sergio Agüero abandonó el terreno de juego para dejar su sitio a Tévez. En el tiempo regular el encuentro quedó 1-1, y terminó por definirse en los penales. Todos los jugadores anotaron desde los once pasos, todos. Excepto uno: Tévez. Argentina quedó fuera del torneo.
Sin lugar a dudas cualquier jugador habría sentido un peso avasallador sobre sus hombros por aquel fallo. El Apache no fue la excepción, y como él mismo llegó a declarar luego de algún tiempo, esa noche tuvo consecuencias desastrosas sobre él. «tuve una crisis personal. Engordé como cinco o seis kilos y me tuve que internar. Estaba depresivo. Comía y comía«, llegó a aseverar el entonces jugador del Manchester City.
La presión
Y es que hay muchas condiciones que hacen parecer sencilla la vida del futbolista. Los grandes astros de la pelota suelen deslumbrar a sus aficionados con un ostentoso estilo de vida, que se ve complementado con una calidad pasmosa dentro del campo. Cristiano Ronaldo es un gran ejemplo de esto. Además de ser considerado sex symbol, es uno de los mejores jugadores de la historia y, por si fuera poco, tiene un salario que la mayoría de la gente no puede imaginar.
Todos estos factores, sumados a la potencia que le agregan la exposición ofrecida por las redes sociales, terminan por crear la imagen de un ente inmune a las angustias que el promedio de la gente padece. El futbolista es la constitución de la plenitud, nada ni nadie puede lastimarlo.
Y quizá en gran medida esto sea cierto, pero la presión que se ejerce sobre ellos es descomunal, ya sea para agredirlos o aclamarlos. No es necesario hacer una gran investigación para notar las hostilidades que su figuras despiertan. Basta con entrar a sus redes sociales, y ver cómo se les agrede de forma sistemática por errar algún pase, penal, etc. Pero el otro lado también es perjudicial, aunque no lo parezca.
Bojan Krkic y la ansiedad
Bojan Krkic era toda una promesa del Barça en 2007. Se esperaba tanto de él, que su debut se dio muy pronto. Con tan sólo 17 años se convirtió en el tercer jugador más joven en debutar con el equipo catalán. La prensa española comenzaba a hablar de él como el nuevo Lionel Messi. Sin embargo poco a poco se fue apagando. El jugador terminó por abandonar el club y ver cómo se diluía lo que alguna vez había sido un futuro prometedor.
Años después de toda aquella algarabía que se montó alrededor del joven Bojan, él mismo aclaró los motivos por los que su carrera vino a menos. Por ejemplo, durante la Eurocopa del 2008, la Selección Española contaba con él, sin embargo el entonces juvenil decidió declinar la invitación. “No fui porque sufría ataques de ansiedad, a ciertas personas no les interesa que llegue este mensaje”, llegó a declarar. Hoy sabemos que durante aquel período se depositaron sobre él demasiadas expectativas que, en gran parte debido a su edad, nunca tuvo la capacidad de manejar.
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Casos como éste hay cientos. El nuevo Messi, el nuevo Pelé, el nuevo Ronaldo. Las promesas que reciben sobre sus hombros la misión de emular a los jugadores más grandes de toda la historia. La presión que cae sobre ellos debe ser avasallador, y la capacidad para manejarla, siendo tan jóvenes, debe ser escasa. Por lo menos en la mayor parte de los casos.
Adriano y el hundimiento de una carrera
Hay otros casos en los que los futbolistas ya se encuentran en la cima luego de haber superado una gran cantidad de obstáculos, pero algún evento en específico comienza a desatar conductas que no solamente ponen en riesgo el nivel de su carrera, sino su vida misma. Un perfecto ejemplo de esto es el caso de Adriano. El jugador brasileño debutó en el 2000 y gracias a las habilidades que demostró, pronto fue llevado a Europa. Ahí comenzó a mostrar un alto nivel de juego que hizo que la prensa lo colocara a la altura de leyendas como Ronaldinho o Ronaldo.
Sin embargo, la muerte de su padre lo hundió en una profunda depresión de la que ya no logró levantarse. Poco a poco su calidad (de la mano de los múltiples escándalos que protagonizó) dentro de la cancha comenzó a decaer. Finalmente terminaría por retirarse de las canchas, entre notas que lo vinculaban con armas y narcotráfico.
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La psicología en el mundo del futbol
Estos son sólo algunos de los casos que nos muestran cómo el estado mental de un futbolista es determinante, no solamente para su ejercicio dentro de las canchas, sino para su vida en general. Por esta razón se debe hacer mayor conciencia del valor que puede tener el trabajo de la psicología en el mundo del futbol.
No únicamente en términos deportivos, sino de aquello que sucede afuera de las canchas y trastoca su día a día. Los futbolistas no son solo el producto que se nos vende, son seres humanos que viven con la constante presión de la mirada inquisitorial de los aficionados. El psicólogo puede ser una de las vías que ayude a manejar y dimensionar esto.
Al mismo tiempo se debe recordar que el futbol es un trabajo. El psicólogo no debe estar al servicio del espectáculo, de llevar a las personas a sus límites, sino del paciente. Las historias de los futbolistas que llegan a la cima, que viven por y para el balón, son admirables. Pero no tienen por qué ser la norma. Así como no se le puede exigir a nadie que sea el mejor contador del mundo, y que dedique toda su vida para una empresa, dejando a un lado el resto de su vida, tampoco se puede esperar lo mismo de los jugadores.
El caso más emblemático en México es el de Carlos Vela, quien ha declarado que no es el más grande aficionado del balompié. La psicología en el futbol no debe estar al servicio del patrón, sino del bienestar del sujeto.
Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar
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