El 14 de marzo de 2020 Pumas jugó por primera vez en su casa. O sea, Pumas Femenil. Su estadio de local, el que está registrado oficialmente ante la Federación Mexicana de Futbol, es el Olímpico Universitario, como lo confirma la página oficial de la liga: “pero puede jugar en la Cantera. Cada club define”, dice Juan José Kochen, director de comunicación de la Liga BBVA MX Femenil.
Y así, desde que arrancó la liga, las jugadoras han disputado todos sus partidos como local en uno de los campos de las instalaciones de la Cantera Oriente; un miniestadio de asientos de piedra y un aforo de 1,600 a 2,000 personas (varía según la fuente). No es el único club que lo gestiona así; el equipo femenil del América, por ejemplo, también juega en las instalaciones de su club, pero ellas sí disputan algunos partidos importantes en el estadio Azteca, como el clásico contra Chivas o los de liguilla. Hasta el 14 de marzo, Pumas Femenil era el único equipo que nunca había pisado la misma cancha que su similar varonil.
¿Ley mordaza?
Con frecuencia, en las conferencias de prensa, alguien le pregunta a Ileana Dávila, directora técnica del equipo, por qué no juegan en el estadio que supuestamente es el suyo. Siempre contesta que la decisión no le corresponde a ella, o, también, que “[Cantera] es nuestra casa y la verdad nos ha funcionado”. Respuesta que repiten algunas jugadoras como Déneva Cagigas. Acabando el partido del 14 de marzo, la defensa dijo a la prensa que su primer juego en el Olímpico Universitario fue “mágico” e “histórico”. Momentos después, cuando le preguntaron si debían jugar ahí siempre, respondió: “Donde nos pongan”.
La lateral derecha, Diana Gómez, se corrige de una manera similar. Al igual que algunas de sus compañeras, es universitaria desde niña; un producto de la escuela Pumitas, cuyos egresados sueñan jugar en el Olímpico: “Es una oportunidad que estábamos esperando desde que inició la liga”, dice en un video de UNAM Global que promocionaba el partido en el estadio, no sin antes usar una frase muy parecida a la de su entrenadora: “La verdad es que Cantera es nuestra casa. Sentimos [mucho] esta cancha y nos va muy bien aquí”.
Cuando se anunció el partido, otras jugadoras mostraron su emoción en redes sociales. “Ojalá se logre que siempre jueguen ahí”, tuiteó la mediocampista de Rayadas Nancy Zaragoza, puma hasta 2018; “Vayan todos”, pedía Hireri Velázquez, la número 6, otro producto de Pumitas; “Sean parte de este día tan histórico!”, dijo Gabriela Álvarez, la número 29, defensa. Incluso Ileana Dávila mandó un mensaje diferente a los de antes —con emojis en vez de palabras— al tuitear un balón de futbol y un puño.
En una entrevista reciente, la exuniversitaria Ana Paola López declaró que en su club actual “hay mucha libertad de hablar de cualquier cosa […], no hay tanta traba ni tanto discurso impuesto” como en Pumas Femenil, donde hace poco, según una nota de El Universal , “se acabó la ley mordaza”: a la presidencia anterior, la de Rodrigo Ares de Parga, no le gustaba lo que pudieran declarar jugadores y miembros del cuerpo técnico a la prensa, “lo que generaba amenazas de multa”, lo cual aparentemente afectaba también al equipo femenil.
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Cuando corrió el rumor de que el arquero Rodolfo Cota sería castigado por vestir una camiseta que denunciaba los feminicidios del país, la mediocampista universitaria Daniela García se quejó en redes sociales, “todo es multa”, también empleando un emoji: el que tiene la boca cerrada con un zipper.
Ante esto, se buscó una respuesta oficial de Pumas: “El estadio no es del Club”, respondieron, “es de la Universidad y su uso no es exclusivo para la práctica del futbol soccer, hay otras actividades que se realizan en él por parte de la comunidad universitaria”.
La agenda
El “calendario de actividades”, según la respuesta del club, incluye: “personal, seguridad pública, mantenimiento, deportivo, visitas guíadas (sic), etc…”, mismo que, dicen, están tratando de modificar, en conjunto “con la UNAM y el [Gobierno de la Ciudad de México]” para que “el equipo femenil juegue en el estadio”.
Antes, además de ser casa del equipo varonil, el Olímpico también servía de campo de entrenamiento, así como, en ocasiones, de las categorías inferiores sub 20 y sub 17 —todos, varoniles—. A veces, aún lo es. Sin embargo, la presidencia de Ares de Parga intentó reactivar la formación de jugadores. Invirtieron “más de 100 millones de pesos” en modernizar y actualizar las instalaciones de la cantera para que todas las categorías, incluyendo a los primeros equipos —varonil y femenil— entrenaran ahí permanentemente, lo que ocurrió a partir de 2017. “Cada quien tiene su espacio” y “hay canchas suficientes”, presumen Marco “Pikolín” Palacios y Carlos Cariño, respectivamente. Mudar los entrenamientos de todas las categorías a la cantera debió liberar, aunque sea un poco, la agenda del Olímpico Universitario.
Otro conjunto universitario que es local en el estadio, Pumas CU, también tiene campos de entrenamiento alternos, al otro lado de avenida Insurgentes. Pero el inmueble parece estar a disposición del equipo de soccer varonil a pesar de tratarse de una institución independiente de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Investigaciones y documentos
En julio de 1975, la Gaceta UNAM reportó que se entregaría la administración del equipo a “un grupo de distinguidos egresados universitarios”, con la idea de “crear una asociación civil” para “superar las limitaciones económicas que han impedido el logro del equipo que desean los universitarios”. Dos años después se cumplió la emancipación, pero desde entonces el club ha hecho todo para mantener la ilusión de pertenencia a la UNAM.
La identidad universitaria le garantiza una afición dispuesta a adquirir toda clase de productos, muchos de los cuales llevan impreso, además del escudo de los Pumas —por el que el club pagó regalías hasta el 2007—, el de la universidad. “Cuando entras a [Ciudad Universitaria]”, dice el investigador Ernesto Villanueva a Contralínea, “está el escudo de la UNAM, está el de los Pumas y por ahí dice: ‘estás entrando a territorio puma’. Sí lo dice: en Cantera, a un costado de la cancha del equipo femenil. Dania Padilla, la capitana, al enterarse que jugaría por primera vez en el estadio usó Twitter para exclamar: “Por ti, universidad!”
Después de que, a finales del año pasado, se dio a conocer este convenio —y otras prácticas cuestionables del club— en una extensa investigación de Aristegui Noticias, la universidad —no el club; nunca el club— emitió una réplica en la que declara que, a diferencia de lo que se publicó, Pumas sí pertenece a la universidad: “Es parte importante de nuestra institución, como se establece en el acta constitutiva de la Asociación Civil creada en 1977 que lo administra”. Pero se contradice en el párrafo siguiente: “hace más de 40 años se decidió constituir bajo el régimen de una Asociación Civil la administración independiente del equipo con el único fin de evitar que la economía del futbol pudiera afectar las finanzas de nuestra casa de estudios”.
La respuesta de la universidad a la solicitud de información que hace Mauricio Romero, el autor de la investigación, con número de referencia F8436, no deja ninguna duda: el Club Universidad Nacional “es una persona jurídica colectiva de carácter privado distinta a la Universidad Nacional Autónoma de México […]”.
Las investigaciones y los documentos que publican Contralínea y Aristegui Noticias contradicen al club cuando dice que dependen de la agenda del estadio: si bien no es de ellos (porque no les es económicamente conveniente, como se verá más adelante) está —y estuvo desde el principio— a su servicio: la sexta cláusula de la escritura constitutiva de la Asociación Civil declara que “la UNAM se obliga a proporcionar a los administradores en ejercicio exclusivo de su gestión, el Estadio Universitario […] para las actividades propias del equipo de futbol, así como para registrarlo, cuando se considere conveniente, ante la Federación Mexicana de Futbol, para que sea sede y se realicen en él tanto los partidos oficiales como los amistosos”.
¿Gratis? No, pero casi
Siempre se habla de dinero cuando se discute si los equipos femeniles deberían jugar en los mismos estadios que los varoniles —y con razón—. Abrir el estadio Azteca, el Nemesio Diez o el BBVA cada 15 días a un evento gratis significa pérdidas, especialmente porque los clubes aún no se deciden a cobrar las entradas de los partidos de la liga femenil, a pesar de que en ocasiones hayan convocado a un número importante de aficionados.
El del 14 de marzo, y aunque no se trataba de un clásico o un partido de liguilla, Pumas Femenil jugó ante 22,289 personas en el Olímpico Universitario, según el conteo de la propia liga; la final del Clausura 2018, Tigres y Rayadas lo hicieron ante 38,230 en el partido de ida y 51,211 en el de vuelta; León y Chivas vieron a 25,000 personas en las tribunas del Nou Camp apenas en el primer torneo de existencia de la liga.
Al tratarse de una empresa privada que utiliza las instalaciones de alguien más, el Club Universidad Nacional está en una situación única. Es un negocio perfecto que genera ganancias como los demás equipos del futbol mexicano —por venta de boletos, de ropa, jugadores, derechos de transmisión—, pero sin gastar en la manutención de su estadio, que cubre la UNAM, así como su remodelación y limpieza. Pero usarlo sí les genera recaudo.
En 2017 El Economista, calculó la taquilla de un solo partido de entonces en 4.5 millones de pesos, con un costo promedio de 245 pesos el boleto. Hoy, ese promedio —con los precios de las zonas cabecera norte, pebetero, planta baja, palomar, palomar Goya y palcos y plateas— ha aumentado a 325 pesos por boleto. Adicionalmente, cada temporada la universidad le compra al club los boletos que regala a sindicatos, estudiantes, becarios y de promoción, a 60 millones de pesos. O sea, le compra boletos para ingresar a su propio estadio a ver al equipo que, según dice: “es parte importante de nuestra institución, como se establece en el acta constitutiva de la Asociación Civil creada en 1977”.
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Además, el Club Universidad Nacional recibe más dinero de la universidad cada que esta hace uso de la pantalla del estadio, como ocurre en los juegos de Pumas CU. En una sola temporada de la Liga Mayor, dicho negocio le significó ganancias por encima de los 100,000 pesos.
Entonces, ¿usar el estadio le sale gratis a Pumas? No totalmente. Si bien “está a disposición de la Asociación Civil, incluso por encima de las actividades relacionadas con la Universidad”, responde Mauricio Romero vía correo electrónico, el usarlo sí le representa gastos en cuanto a salarios y servicios se refiere, pero son menores.
La mañana del 14 de marzo, la periodista y asesora lingüística Paulina Chavira se encontró con las mujeres de la Barra Feminista en las afueras del estadio. Las conoció meses antes, afuera de las instalaciones de la Cantera, haciendo fila. Sin brindar apoyo a un equipo específico, dice, el grupo busca “evidenciar las desigualdades de salarios, tratos y oportunidades que las integrantes de la Liga Femenil enfrentan”.
No se lo perderían por nada del mundo: finalmente le daban la oportunidad al equipo de Pumas Femenil de jugar en el estadio —en su estadio—. “El Club Universidad Nacional se sumará al Festival Tiempo de Mujeres 2020”, decía el comunicado que publicó el equipo, “con la programación por única vez en este torneo del encuentro de nuestro equipo femenil contra el de Cruz Azul”.
Las detuvieron en la entrada. Algunas de las integrantes de la Barra que traían pañuelos verdes, a favor de la despenalización del aborto, colgando del cuello—debían quitárselos. “Son órdenes de la Universidad”, les dijeron. “Y como la Universidad paga…”
Por: Patricio Bidault / @pbidault
Fotografía: Antonio Vargas / @xymox69