Figura indiscutible del Guadalajara, ídolo mexicano, leyenda. Son solo algunas de las palabras adecuadas para describir a Ramón Morales y hoy, 10 de octubre, celebra sus 47 años de vida pero, ¿Por qué es tan importante?, ¿Qué es lo que lo lleva más allá?
Ramón Morales Higuera nació el 10 de octubre de 1975 en la Piedad, Michoacán. Su niñez no fue sencilla, fue el segundo de cinco hermanos, lo que provocó que no pudiera ver mucho a su padre, debido a que él se mataba el alma para poder sacar adelante a su familia. Aún así le dio el primer contacto a Ramón con el futbol, regalándole un balón para que pasara sus ratos libres.
Un regalo tan sencillo, sin saberlo, representó un gran cambio para el infante. Al fin pudo encontrar un momento de descanso y diversión en su día de estudio y trabajo. También gracias a ese presente tuvo la oportunidad de ingresar al equipo de La Piedad, y desde ese momento su carrera fue en ascenso.
Pasión innata
Su técnica, acompañada de su potente zurda, lo hizo blanco de Monterrey, equipo que compitió con Pumas para llevarse al mexicano, pero los regiomontanos se quedaron con su carta. Debutó en la temporada 1995-1996 frente a Estudiantes Tecos y, aunque el equipo logró la liguilla, fue eliminado por Celaya.
«Tuve mucho nervio, mucho miedo, pero también mucha ilusión de dar ese paso». (Ramón morales)
Posteriormente llegó al banquillo Tomás Boy, y con su arribo los minutos para Ramoncito disminuyeron, dejando una marca de 3 goles en 96 partidos. A pesar de este detalle pudo llegar a las Chivas Rayadas del Guadalajara, donde la historia lo puso como uno de los jugadores mexicanos más importantes de ese momento.
Una cita con el destino
Llegó a un equipo sumamente competitivo, en el vestidor tuvo como compañeros a Ricardo Peláez, Luis García, Jesús el Cabrito Arellano, Héctor del Ángel, Alberto Coyote, solo por mencionar a algunos. Habilidoso, encarador, fuerte y potente. Así fue su pasó por el Rebaño Sagrado. Amo y señor del mediocampo, el juego del equipo no podía progresar sin él. Rápidamente se ganó su lugar en la titularidad y en el corazón de la afición tapatía.
¿Su especialidad? Sus poderosos cobros de tiros libres. Bombeados, con potencia, engañando al portero, al ángulo, son solo algunos de los tantos goles que pudo festejar. Fue tanta su relevancia para su club que se ganó su llamado a la Selección Mexicana. Hizo su presentación con el tricolor en la Copa América 2001 a manos de Javier Aguirre y, al igual que a nivel de clubes, su presencia fue fundamental para el combinado nacional.
Su carrera iba en ascenso, todo pintaba color de rosa, sin embargo en el Clausura 2004 vivió una de las peores experiencias a nivel profesional. Guadalajara llegó a la final del torneo. Durante todo el certamen se mostró sólido y contundente, logrando 34 puntos en 19 jornadas. En la liguilla tuvo algunas complicaciones, empatando a 3 goles con el Atlante, pero su posición en la tabla le dio el pase a semifinales. En esta instancia dejó atrás a Toluca con 2-1 a su favor.
Frente a ellos estaban los Pumas de la UNAM, segundos del torneo y verdugos de Atlas y Cruz Azul en instancias finales. El primer encuentro fue cerrado y dejó un 1-1. Pumas se fue arriba en el marcador, pero una falta fuera del área fue marcada como penal y Ramón Morales empató los cartones.
En el segundo encuentro nadie pudo hacerse daño, y con el 1-1 el campeonato se decidió en la tanda de penales. Por parte de los universitarios: Jaime Lozano, Joaquín del Olmo, Joaquín Beltrán, Ailton Da Silva y Francisco «Kikín» Fonseca anotaron sus cobros, mientras que Adolfo Bautista, Manuel Sol, Francisco Palencia y Omar Bravo hicieron lo propio, siendo solo Rafael Medina quien falló su tiro y dejó a los capitalinos con la máxima gloria.
«Esa final que perdimos ante Pumas ha sido lo más duro que me ha tocado vivir como futbolista, porque mi hija me dijo: ´Papá, no te preocupes que ya serás campeón, estarás en otra final, no te preocupes´. Es algo difícil». (Ramón Morales)
Con la final perdida, ya solo podía tratar de sanar en la Copa América del 2004, y aunque México no pasó de los cuartos de final, si quedó en el recuerdo el espléndido cobro de tiro libre con el que los Aztecas derrotaron 1-0 a Argentina. Gol similar al que le propinó a Brasil en el mismo torneo, pero en la edición del 2007.
Un nuevo tiro libre
A pesar de sus grandes actuaciones no podía consolidar en título, pero el Apertura 2006 fue su gran revancha. El Rebaño Sagrado no caminó regularmente durante el torneo, cosechando 7 victorias, 5 empates y 5 derrotas, lo que lo dejó en octava posición y con ello jugarse el repechaje.
Para la liguilla el equipo mejoró, y dejó fuera a Veracruz, Cruz Azul y América para llegar a la final, donde se vio de frente con un Toluca, escuadra que también arribó gracias a la repesca. Los Diablos dejaron fuera a Chiapas, Monterrey y Pachuca. El primer partido se disputó en Jalisco y el segundo en Toluca.
En el primer encuentro ambas escuadras no pudieron imponerse y finalizaron con un 1-1. El segundo encuentro fue más abierto, el nerviosismo estaba en cada aficionado. Ramón Morales estaba en el 11 titular y la historia decidió al fin darle la máxima alegría. El partido culminó 1-2 (3-2 global) con un magnífico gol de Adolfo Bautista.
En el torneo Bicentenario 2010 el conjunto tapatío decidió no contar con él, lo que lo dejó 6 meses sin jugar, situación que le permitió partir a Tecos para el Apertura 2010. Jugó dos torneos con los Estudiantes y para el 11 de agosto del 2011 decidió retirarse del futbol profesional.
Ramón Morales dejó el balompié con 613 juegos disputados, 460 partidos con el Guadalajara. Ahí comenzó la leyenda de Ramoncito, jugador con entrega y amor por el balón, que dejó todo de ese en cada partido, niño que nunca dejó de soñar.
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Por: Miguel Ángel Bustamante Rosas / @MiguelB07