Hasta los clubes grandes tienen épocas difíciles. El Real Madrid, después de ser encabezado por Alfredo Di Stéfano y Paco Gento, después ser el amo y señor de la Copa de Europa, pasó por un tiempo sin poder llegar a la final. Peor aún, cuando llegaron, se notaron visiblemente inferiores a su rival. Aún así, a pesar de los problemas financieros por los que pasaba el club en esos años, la generación merengue de finales de los setenta e inicios de los ochenta se recuerda por su esfuerzo y dedicación. Tanto trabajo, tanto corazón, tantas esperanzas que no pudieron ser correspondidas. Esta es la historia del ‘Real Madrid de los García’.
¿Por qué se les llamó el ‘Real Madrid de los García’? ¿De dónde venían sus integrantes?
Su nombre tan peculiar se debe a la cantidad de jugadores en la plantilla que contaban con ese apellido. Cinco futbolistas fueron los que bautizaron a todo un equipo: Mariano García Remón, Francisco García Hernández, Rafael García Cortés, Antonio García Navajas y Ángel Pérez García.
De estos, el primer fichaje merengue fue el arquero Mariano García. Llegó al club en 1966, pero fue cedido al Real Oviedo y regresó a las filas blancas en 1971. Comenzó la temporada y, gracias a su habilidad bajo los tres palos se ganó el apodo de “El Gato de Odessa”.
Pero un solo jugador no era suficiente para marcar con un nombre a toda la generación. El armado del ‘Real Madrid de los García’ comenzó en 1978. Primero tenemos a Francisco García Hernández. Este centrocampista se formó en la cantera merengue hasta que fue cedido en 1976 al Deportivo Guadalajara.
A ellos se unió Rafael García Cortés. El defensa se crió en el Real Madrid y tuvo su gran oportunidad en el primer equipo en 1978, aunque fue cedido un año después al Burgos. Junto a él se presentó Antonio García, compañero en la defensa que llevó el color blanco en el corazón.
Finalmente tenemos a Ángel Pérez García. El rubio que se desempeñó como lateral. Fue, junto a Mariano García, de los futbolistas que más destacó en la escuadra, sobre todo por su marcaje a Keegan en la semifinal de la Copa de Europa. Pero de eso hablaré más adelante.
Para completar el equipo, el Madrid tenía a José Antonio Camacho, Uli Stielike, Miguel Ángel, Juanito Gómez y Laurie Cunningham. Todos ellos profesionales que llegaron con la intención de quedarse, de marcar una época diferente en Madrid, una que fuera recordada hasta el día de hoy.
La escuadra sin tanto renombre que cargaba con el pasado
El equipo tuvo desde el inicio un peso fuerte sobre sus hombros. Detrás de ellos se vieron a generaciones de oro que llevaron al Real Madrid al renombre internacional. El trabajo de sus predecesores logró aterrar a todo el continente, y ellos tenían que continuar su legado.
Desgraciadamente, el conjunto español también heredó un tiempo de sequía. Desde 1966 no lograban llegar a la final de la Copa de Europa, mientras que en la Copa del Rey tampoco arribaban al último partido desde 1975. En La Liga todo estaba en orden, ya que eran vigentes campeones, sin embargo, no importan las circunstancias, el lugar o el momento, el Real Madrid debe ganar.
Eso estuvo claro en cada uno de los jugadores de la plantilla, y gracias a ello pudieron conseguir el tricampeonato español (19977-1978, 1978-1979 y 1979-1980). El Real Madrid de los García comenzó a destacar por su habilidad para alcanzar lo imposible, por su manera de plantarse en la cancha. Un equipo sin tantos reflectores estaba logrando ganarse el respeto de todo un país, pero no es suficiente, nunca es suficiente para los fanáticos merengues. El Real Madrid era, sin duda, el mandamás de España, pero la exigencia era recuperar la Copa de Europa, de conseguir la séptima corona.
El camino por conquistar la Copa de Europa, la temporada 78-79
Con esa encomienda iniciaron la Copa de Europa de 1978-79, aunque su camino fue corto. En la primera ronda todo parecía encaminado a un paso glorioso. Su victoria de 12-0 Al Progres Niedercorn de Países Bajos animó a los muchachos. Pero en los octavos de final las cosas se complicaron. El Grasshopper parecía un rival sencillo para los españoles y todo apuntó a un paso fácil cuando se llevaron la ventaja de 3-1 en el Santiago Bernabéu. Pero ese gol, ese único tanto que permitió el conjunto merengue, fue su perdición.
El Hardturm de Zúrich presenció uno de los partidos más tensos de la segunda vuelta. Desde el minuto ocho el equipo local se fue al frente con un tanto de Sulser. Desde ese momento la presión se llenó en el corazón de los 22 deportistas que pisaron el terreno de juego. El partido se definia con un gol. Si los visitantes movían las redes, el conjunto suizo tenía que buscar dos tantos más, y si los locales se iban al frente, los merengues tenían que buscar una diana. Nadie quitó los ojos del balón, y peor se pusieron las cosas cuando Sulser anotó su doblete a nueve minutos del final.
El madridismo se quedó muy lejos del objetivo. El conjunto suizo se hizo con la victoria gracias al gol de visitante –aunque su camino terminó una ronda después ante el milagroso Nottingham. Con ello, un balde de agua le cayó encima al Real Madrid de los García, La Liga solo sirvió como un consuelo. Sin Copa del Rey y sin Copa de Europa, ese fue el balance del conjunto blanco en la primera temporada del cuadro madrileño.
El intento de la temporada 79-80
Pero si de algo sirvió el campeonato local fue para darles el pasé a la siguiente Copa de Europa, una donde tuvieron mucho más cuidado con los goles de visita. Su camino comenzó contra el Levski-Spartak Sofía, al que derrotaron en ambos encuentros. En los octavos tuvieron que venir de atrás. El Porto de Portugal se mostró poderoso en casa y se llevó una renta de 2-1. Cometió el mismo error que el Madrid un torneo atrás, y peor aún, con menor ventaja. Con un 1-0 en la vuelta, los merengues demostraron que podían ser mejores; sí, fue sufrido, pero habían madurado.
Sin embargo, su trabajo se vio en duda para los cuartos de final, cuando perdieron 2-0 ante el Celtic. ¿Qué acaso no podían ir con tranquilidad al segundo encuentro?, ¿era necesario venir de atrás siempre? Bueno, en esa clase de partidos, las dificultades hacen a un equipo grande.
El Madrid encaró el segundo encuentro con su mejor arma: el corazón. Salieron como bestias, no dejaron pasar nada e intentaron anotar por todos lados. El futbol decidió ser justo esa tarde, y los locales se impusieron 3-0 para despejar las dudas. La afición estaba ilusionada. ¿Será acaso esta generación la indicada para volver a abrir las vitrinas dedicadas a Europa? Todo apuntaba a que sí. El Santiago Bernabéu vió uno de los encuentros más trepidantes de la competición: El Real Madrid vs el Hamburgo. Los españoles contra los alemanes.
La ida fue el mejor partido del Madrid. Como lo mencioné antes, el duelo entre Ángel Pérez García y Kevin Keegan fue una completa locura. El inglés venía de ser el fichaje más caro en la historia de Europa, además de ser doblemente ganador del Balón de Oro (1978 y 1979).
El español no le permitió pasar en ningún momento. Mostró carácter y personalidad ante una de las figuras más grandes del futbol en ese momento. El futbol alemán simplemente no podía subsistir sin la presencia de Keegan. Ángel fue vital en la victoria 2-0 de local.
¡Esto era lo que se pedía! Un Madrid sin miedo, un Madrid potente que fuera letal, uno que pasara las rondas sin problemas, un digno representante de lo que debía ser el conjunto merengue. Nada podía salir mal, ¿verdad?
Bueno, lamentablemente para los ibéricos la vuelta fue una pesadilla. Se comenzó a gestar la maldición del Madrid en Alemania. Keegan aprendió de sus errores, comprendió a su marcador y volvió loco a Pérez García. Un inspirado inglés comandó a los alemanes a un contundente 5-1 que desapareció toda esperanza rival.
El tercer intento por llegar a la final europea
Pero de nuevo, el tricampeonato les dió la oportunidad de revancha. Porque de eso se trata la vida, de eso se trata el futbol; caer y levantarse, fallar y volver a intentar una y otra vez hasta que lo consigas. Así se crean las leyendas.
Con una furia sin igual, el ‘Real Madrid de los García’ eliminó al Limerick por 7-2. 3-0 contra el Budapest Honvéd, menos goles, pero la máquina seguía andando. 2-0 ante el Spartak de Moscú, comenzaba la parte interesante. La Internazionale se plantó en las semifinales con el objetivo de salir campeones. Ambas instituciones tenían hambre de triunfo.
El Santiago Bernabéu volvió a ser testigo de cómo su plantilla hizo valer su presencia. En su casa y con su gente se llevó un 2-0 que debía ser el final de las dudas. Pero tenían que ser cuidadosos, ya habían perdido una ventaja en semifinales, no podían, no debían volver a pasar por eso.
Cerca estuvieron. En Italia los merengues no fueron del todo precavidos, la idea era sencilla “hay que ganar a nuestra manera”. Salieron a dar la cara, a atacar y defender lo mejor que pudieron. García Navajas se alzó como estandarte de la defensa en la primera mitad, uno que destacó entre un trabajo perfecto de sus compañeros. Lastimosamente, al minuto 57 de la segunda mitad, Graziano Bini abrió el marcador para los locales, pero no pudieron hacer nada más. El Madrid, que comenzó a temblar en defensiva, salió victorioso de un Giuseppe Meazza que amenazó la integridad de los blancos.
Ahora solo quedaba el Liverpool. El conjunto inglés era amplio favorito para llevarse el campeonato. Aquí toda la esperanza e ilusión se convirtió en presión, una que no pudieron manejar. Apenas y retuvieron el empate al final de la primera parte. El embate inglés era incesante, pero aún así el marcaje había funcionado. Si algo había hecho bien el Madrid era marcar a los jugadores clave, y esa vez no fue la excepción.
Al comienzo de la segunda mitad tuvieron su momento. Camacho aprovechó el espacio que le cedió Laurie Cunningham y se posicionó prácticamente solo frente a Rey Clemence, quien prácticamente se venció al salir. El español aprovechó y con un globo estuvo dispuesto a dar la sorpresa en el Parque de los Príncipes. El balón se fue por arriba del travesaño.
El Liverpool despertó y comenzó a presionar cada vez más a los blancos. Su trabajo sirvió. García Cortés se encontró con el balón dentro del área, y fue tanta la presión de los reds que no supo despejar. Allan Kennedy aprovechó la situación, se hizo del esférico y fusiló a Agustín Rodríguez. 1-0, pónganse la servilleta que ya todo está servido.
La decepción: el no volver a los grandes reflectores
El Real Madrid de los García sumó un fracaso más y, si bien aprendían de sus errores y volvían más fuertes el siguiente torneo, La Liga ahora le pertenecía a la Real Sociedad. El madridismo tuvo que disputar la Copa de la UEFA.
En este torneo también decepcionaron. Simplemente su maldición con los equipos alemanes hizo su trabajo en los cuartos de final. El Kaiserslautern remontó un 3-1 en España y vapuleó con un 5-0 en su hogar para, de nuevo, dejar con las manos vacías a los españoles. Esto era inaceptable. Tenían que acabar con esta dolorosa etapa. El corazón y el ímpetu no bastaba, siempre les hacía falta algo al final. O era el gol de visitante, o era un jugador tocado por Dios, o un descuido, pero siempre se quedaban a la orilla.
Al menos tuvieron un último consuelo: La Copa del Rey. El Real Madrid avanzó las rondas, algunas con dificultades, otras con amplia ventaja, pero poco a poco fue haciéndose espacio.
El 13 de septiembre de 1982 fue el último partido del Real Madrid de los García. Valladolid fue el lugar donde tuvieron que encarar al Sporting de Gijón. A los cuatro minutos, Manolo Jiménez no supo despejar un rebote y, con portería abierta, le dio la delantera al Madrid. 1-0 sin mucho esfuerzo, pero a los 36 minutos, Joaquín Alonso se fue por la banda, dejó en el suelo a Camacho y fue derribado. Penal que Enzo Ferrero cambió por gol al lado izquierdo del portero.
Aunque el Sporting era el que más intentaba, Ángel de los Santos encontró el balón después de que Juanito se llevara a dos jugadores dentro del área, y definió raso pegado al poste para darle el 2-1 definitivo. Ambos equipos intentaron hacerse más daño, pero no pudieron batir las redes una vez más.
El último partido del Real Madrid de los García los recompensó con la Copa del Rey. En total consiguieron una Copa del Rey y dos campeonatos de La Liga. Muy poco para una institución como el club merengue, pero el esfuerzo, corazón y pasión fue lo que los hizo destacar.
En la mayoría de ocasiones fueron los desfavorecidos, los que no cumplían, los que quedaban a deber. Pero siempre se levantaron, siempre tuvieron en claro el amor por la camiseta, y es justamente por ello que son recordados. La pasión y el esfuerzo son lo que hacen especiales a esta generación, una que no debe olvidarse, y que, con una mejor suerte, podría haber conquistado Europa.
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Por: Miguel Bustamante