Parte fundamental de la identidad de cualquier nación son los fundadores; esos hombres y mujeres valientes que vislumbraron un futuro distinto al que se dibujaba, y que fueron artífices de su propio destino y cambiaron el curso de las cosas.
Los ídolos del Club América
A más de cien años de su fundación, hay que admitir que la nación americanista ha relegado a sus progenitores a las sombras. Los títulos que ganaron (un tetracampeonato, algo casi imposible de lograr en estos tiempos) ni siquiera cuentan oficialmente, y muchos de sus nombres y hazañas ya quedaron en el olvido: Pedro Cheto Quintanilla, un jovencito brillante que nombró e inventó el escudo que hasta la fecha nos identifica; Ernesto Sota, el primer goleador azulcrema; Nacho de la Garza, considerado uno de los mejores porteros de su tiempo… Pero el principal es Rafael Garza Gutiérrez, apodado Récord. Sin él, el futbol mexicano y las Chivas carecerían de su villano favorito, el gran ogro como lo llamaba el cronista Ángel Fernández.
En un siglo, el América se ha consolidado dentro de la idiosincrasia mexicana. Es el equipo que nunca pasa desapercibido; el único con una base de detractores que incluye incluso a los que detestan el futbol y que es casi tan grande como su afición, misma que abarca todos los estratos de la sociedad.
Se le pueden acusar de muchas cosas, pero la mística del club forjada a base de hazañas es una que nadie puede negar, y que en el fondo todos admiran y respetan. Todo eso gracias a un flaco güerito de ojos azules que tenía una personalidad y un corazón tan grande como la institución que fundó.
Rafael Garza Gutiérrez «Récord», la primera piedra del americanismo
Rafael Garza Gutiérrez está envuelto en el misticismo; los datos que le sobreviven son escasos. Sin embargo, son suficientes para dar una idea de quién era: un líder con iniciativa que a los 12 años fundó su primer equipo, el Récord, de donde obtendría su célebre apodo.
Este club fue uno de los dos conjuntos que se fusionaron para la conformación del Club América, en una reunión celebrada el 12 de octubre de 1916. A esa reunión, Garza Gutiérrez llegó uniformado con los colores que durante un siglo nos han dado el sobrenombre de azulcremas.
Se le podría comparar con Alfredo Tena, el Capitán Furia, otro de nuestros grandes ídolos. Récord era el defensa central y capitán de los primeros torneos en los que, ironías de la vida, a la usanza de nuestro acérrimo rival enfrentábamos cuadros llenos de extranjeros con una plantilla conformada exclusivamente por mexicanos.
Ambos jugadores, Alfredo y Rafael, tenían una voluntad férrea para defender su marco que el mero profesionalismo jamás podrá generar; se necesitan los sentimientos y el amor que provoca el haber nacido y crecido dentro de una institución.
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Pero mientras que Tena era puro pundonor y corazón, salpicado de furia visceral, Rafael Garza Gutiérrez era un incansable caballero típico de esos años. Jugador y entrenador al mismo tiempo, llegó a disputar hasta tres partidos con las distintas categorías del club en un solo día. En su primera final, la cual perdieron ante el Asturias 2-1, admitió ante al árbitro que el segundo gol de su escuadra había sido anotado con la mano, por lo que se anuló y el resultado fue lo que fue. En otra ocasión, falló a propósito un penal que había sido erróneamente marcado.
La influencia que ejercía en el equipo era infinita. Para la final de la temporada 25-26 donde se disputaban el bicampeonato, el América empataba con el Asturias en una serie de 3 juegos. Después de perder el segundo partido por un marcador de 4-1, Récord los juntó en la casa de Alzate 136, la casa de la Tía Calita, donde 10 años atrás habían dado vida al Club América. Ahí, el hombre que más claro tenía lo que significaba el equipo les recordó, sin saberlo y sin imaginar lo que la historia le depararía a la institución, que la playera azulcrema se defiende con la vida y que solo hasta el último minuto se le puede dar por muerto al América.
Checa la entrevista que le hicimos a otro ídolo americanista:
Tan larga era la sombra que proyectaban los de amarillo y azul que fueron el primer conjunto mexicano en hacer una gira internacional a Guatemala con Récord a la cabeza, invitados por el embajador mexicano en la nación centroamericana. Poco después se convirtió en el primer capitán tricolor en las Olimpiadas de Ámsterdam y el primer Mundial en Uruguay en 1930.
Muchos diarios y publicaciones lo catalogaban como el mejor defensor mexicano de esos años, pero jamás le pudieron adjudicar la cualidad de eterno. Cuando se retiró, se perdió un baluarte en el campo, pero se ganó uno de experiencia en el banquillo.
Tanto para la selección como para el América, imprimió la experiencia adquirida, dándole a su club un campeonato de Copa y a la selección unos Juegos Panamericanos y la clasificación al Mundial del 50.
Aún después de retirarse, cuando el relevo generacional del equipo no había sido favorable y el Club pasaba su primera mala racha, Rafael entrenaba al equipo con la única remuneración de verlos ganar. Buscaba patrocinios entre los viejos americanistas para solventar la situación económica, llegando a pedirle al presidente de México, Adolfo Ruiz Cortines, que cumpliera con su deber como americanista que era. De no haber sido por la dedicación y la humildad de Récord como directivo, el equipo habría desaparecido.
El legado de Rafael Garza Gutiérrez
Sin embargo, las personas detrás de las leyendas son perecederas, y Rafael Garza Gutiérrez murió un 3 de julio de 1974. No alcanzó a ver la época más gloriosa del club, donde derrotamos al acérrimo rival en una final épica o cuando logramos remontar un marcador 4-1 en el PRODE 85, de la misma manera que él lo había hecho casi 60 años antes.
No alcanzó a verlo, pero no había necesidad. Para Récord, ese equipo era el que había soñado cuando con 20 años habían decidido fundar un club de futbol. Sus palabras y sus ideales hicieron eco en la historia, demostrando qué tan grande es la pasión de los aficionados azulcremas como eterna la existencia de su equipo.
Aunque todavía hay mucho que mejorar como institución, la nación americanista puede estar orgullosa de ser parte de una historia llena de próceres ejemplares que llevan la mística americanista en la sangre y que han puesto en alto el nombre del club; hazañas inolvidables, donde se consigue lo imposible contra todo pronóstico, y momentos en los que, aunque la victoria no estuvo de nuestro lado, podemos sacar el pecho y mirar al sol con orgullo. Han sido más de cien años de grandeza, en los que Rafael Garza Gutiérrez Récord fue el inicio. ¿El final? Las grandes historias nunca tienen un final…
Por: Bernardo Otaola /@BernaOV