Describir al futbol como alegría sería caer en una generalización totalmente falsa, ser hincha de un equipo normalmente te da más noches sin dormir que lunas para celebrar. La constante del balón es el fracaso, el no salir campeón. ¿Pero qué pasa cuando un equipo ganador le da a sus hinchas un golpe tan duro como lo es el descenso?
Acompáñame a repasar la mancha más grande en la historia de River Plate, su descenso en 2011. Solo queda aprender a vivir con ella. Hoy se cumplen nueve años del pitazo final en el Monumental que sumergió a el Millonario en la penosa necesidad de competir en la segunda división del futbol argentino.
El fin del partido
Sergio Favián Pezzotta, sin la capacidad de comprender su presencia en uno de los capítulos más importantes en la historia del futbol argentino, mira su reloj, se lleva el silbato a la boca, toma aire y lo hace sonar; desatando el llanto, enojo, frustración y coraje de todo presente aquella noche en el Monumental.
Lo que hacía meses se veía imposible por propios y extraños, aquel día se volvió realidad. Era inimaginable ver al equipo más grande de Argentina (junto con Boca) perder la categoría.
Si por algo se caracteriza el balompié sudamericano es por los grados de pasión que se viven en cada aficionado, y como era de esperarse, ante el júbilo del Monumental, los presentes abandonaron el estadio cabizbajos, con las banderas dobladas, los cánticos en silencio, la triste reflexión de su nueva realidad y la melancolía de ver caer al gigante.
“Es sencillamente para llorar, lo siento mucho. Nos duele a todos los que llevamos este sentimiento por el glorioso River en el corazón. Tantas dudas quedaron visibles, muchos cambios de dirección, ausencia de serenidad”, contó Alfredo Di Stéfano tras concluir la serie.
La pasión convertida en furia
Cientos de inadaptados iniciaron revueltas en la calles, como resultado de su frustración. Protestas que tiempo después le costaron al club la Clausura del Monumental las primeras jornadas de la próxima temporada, pero eso no importaba, nadie quería ver jugar a el más grande jugar con un humilde e irrelevante club de la B.
Estamos en la B
A la par, Don Pasman es su sillón de siempre, contemplaba desde la televisión como el equipo de sus amores caía en el bache más profundo y frío de su historia. Recuerda con melancolía los tiempos de Ángel Amadeo Labruna y Ricardo Alfredo Vaghi, y no entiende cómo el equipo más ganador de la historia, ahora puede ganar la irreconocible competición de ascenso.
Don Pasman, se limitó a maldecir a los jugadores desde la transmisión, y dejarnos para la posteridad, la encarnación de su sufrimiento al grito furioso de: “¡Nooooo!, ¡nooooo!, ¡nooo!, ¡estamos en B!, ¡estamos en la B!, ¡noooo!. Como él, varios hinchas de River sufrieron aquella tragedia como propia.
“Todavía no caí de la palmera, no me cayeron las fichas, a pesar de que uno fue advirtiendo las cosas que iban pasando. De hecho, tuve que ir a una clínica a tomarme la presión porque me agarró dolor en el pecho: estoy pasando un momento nefasto”, comentó Norberto Alonso, una de las figuras más importantes en la historia de River Plate.
Regresemos en el tiempo
Para comprender los hechos de la tragedia, antes tenemos que revisar los antecedentes. Empecemos con el formato de competencia de la Súper Liga Argentina. Remontémonos al año de 1982, donde la cosa ya pintaba bastante mal. El futbol sudamericano ha cometido mil y un errores en su historia, en gran medida, a la constante necesidad de generar dinero, ¿y quién atrae el dinero?, pues los clubes grandes.
Evidentemente a la industria del balón no le conviene que un club mediático pierda la categoría. Industria que se vio en apuro a inicios de la década de los ochenta, cuando tanto Xeneizes y los de Núñez se encontraban en grandes problemas de descenso. Sin embargo, la AFA decidió cambiar el formato de competencia para proteger a los equipos “grandes” (Boca, River, San Lorenzo, Independiente y Racing).
A partir de ese entonces, el descenso comenzó a definirse sumando la cantidad de puntos en las últimas tres temporadas (seis torneos), y dividirlos por la cantidad de encuentros disputados. De esta manera, los combinados con peor porcentaje se juegan la vida en una serie de Promoción, o directamente pierden la categoría.
La historia de una muerte anunciada
Desde diciembre de 2008, ya se empezaba a ver venir la muy lejana tragedia. Tras terminar en el último lugar del futbol argentino, por primera vez en su historia; Diego Pablo Simeone decidió dejar la dirección técnica del club. A partir de entonces se vio un claro debacle deportivo y económico con fichajes de poco peso y escaso valor.
La llegada de Daniel Passarella en 2009 como presidente del club supuso un grave error. Los Millonarios confiaron en que por su puro apellido los problemas del equipo desaparecerían como por arte de magia, no fue así. El arribo del exdefensor argentino que marcó historia en el Monumental, supuso la contratación de Ángel Cappa al banquillo.
Urgencia de resultados
Las cosas no mejoraron para los años siguientes, los de Núñez acabaron en el lugar 15 de la tabla en las temporadas 2009 y 2010. Pese a que la idea del descenso se veía casi imposible, River estaba consciente de su responsabilidad histórica para lograr un 2011 de ensueño y borrar el vergonzoso capítulo de la lucha por el no descenso.
Aquella temporada la culminó en el sexto lugar de la general. Sin embargo, la acumulación de resultados desfavorables en los años anteriores, los dejaron contra las cuerdas, pues no lograron la salvación directa. El siguiente paso era jugarse la identidad, orgullo y su historia sin bache alguno, en un duelo de ida y vuelta contra Belgrano de Córdoba, por un boleto en el máximo circuito del mismo futbol donde River es el más ganador. Pero bueno, el resto es historia.
Una cita con la historia
Lo que parecía imposible, estaba sucediendo. Belgrano venció por dos a cero en Córdoba. Sin embargo, todo hincha del Millonario estaba confiado en el peso del Monumental y su barra. El partido comenzó con emociones y a los cinco minutos Pavone puso el 1-0 a favor de los locales. Un gol le valía a River para asegurar su permanencia.
Minutos después los de Núñez vieron su gran oportunidad por la vía penal, pero Olave atajó la pena máxima. Desde ese momento empezaron los nervios. ¿Y si descendemos? Pensaba cada alma de blanco en el inmueble. Los nervios de River se exaltaron y Belgrano logró el empate. La serie acabó 3 por 1 a favor de los de Córdoba y con River en el desconocido y cruel mundo de la B.
“Todavía no salgo del asombro. Pensaba que no se podía ir, porque River, junto a Boca, son equipos grandes. Es una pérdida grande para el fútbol argentino.” Señaló Carlos Salvador Bilardo para medios en Argentina.
El resurgir
Como todo gigante caído, River supo estallar la resiliencia que su tradición exige, y firmó un torneo en la Segunda División muy bueno, con 20 victorias, 13 empates y 5 derrotas. El 23 de junio de 2012, con el Monumental a estallar, los de Buenos Aires vencieron 2-0 a Almirante Brown y así regresaron al lugar que le corresponde como el más grande de Argentina.
Pese al bache del descenso, se aprendieron muchas cosas. Tal fue el caso que desde la llegada de Marcelo Gallardo a River, el equipo ha sellado la etapa como una de las más fructíferas de su existencia. Seguramente quedará para el recuerdo eterno de propios y extraños el paso de River Plate por la B, al tiempo que nadie olvidará la final de Libertadores de 2018 que le arrebataron a su máximo rival Boca Juniors en el estadio Santiago Bernabéu, con aquella pincelada fuera del área de Quintero.
Tarde o temprano todo se vuelve a acomodar. En el futbol y en la vida, los grandes también caen, los todopoderosos fallan y los exitosos fracasan, justo ahí reside el valor de la resiliencia para poder resolver, afrontar, superar y aprender de las adversidades.
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Por: Diego Albarrán / @diego_cuba08