«El león rojo rugió.
El domador de la zarza
con un límite,
disipando la oscuridad.
Sol en nuestros terrores, Sol en nuestra esperanza»
(Fragmento himno de Senegal)
En la ciudad senegalesa Sédhiou, se encuentra un pequeño pueblo llamado Bambali, que a su vez se encuentra cerca de la costa del río Casamanza. Ahí, sobre esa tierra, un 10 de abril de 1992, nació Sadio Mané.
Pies desnudos y un balón, es así como desde muy pequeño Mané comenzó a recorrer su pequeño pueblo. Futbol para engañar al estómago y alimentar el alma, futbol para correr tan rápido como para alejarse de una realidad en la que la pobreza no era una ilusión.
Sin embargo, el que estuviera tanto tiempo jugando futbol no fue muy bien recibido por sus padres, quienes le instaban a cambiar el balón por los libros y la escuela por la calle. Pero el niño senegalés tan solo pensaba que quería ser futbolista.
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“Recuerdo que en el colegio se hizo un torneo. Para poder estar en el equipo era necesario asistir a clases, así que terminé yendo para poder jugar”.
Sadio tenía siete años cuando su padre falleció. «Antes de fallecer, estuvo enfermo durante semanas. Le trajimos un poco de medicina tradicional y lo mantuvo en calma durante tres o cuatro meses. La enfermedad volvió pero esta vez la medicina no funcionó y como no había un hospital en Bambali, tuvieron que llevarlo a la siguiente aldea para ver si podían salvarle la vida. Pero no fue el caso».
Tras este suceso, Mané se planteó ayudar a su familia, especialmente a su madre. La única forma en que concibió que podría hacerlo era prepararse lo mejor posible para convertirse en futbolista profesional.
Camino de sueños
Cuando tenía 15 años de edad, Sadio Mané se enteró que la academia de futbol Generation Foot realizaría pruebas de admisión. Sin embargo aún estaba la consigna familiar de que el futbol no lo llevaría nada y era mejor estudiar, así decidió escapar de su casa y viajar 80 kilómetros hasta Dakar, capital de Senegal.
Poco antes de saltar al campo para la prueba, Mané se encontró con Abdou Diatta, un visor de la academia, con quien sostuvo una peculiar charla:
Diatta preguntó: “¿estás aquí para la prueba?” A lo que el joven respondió que sí. El veterano ojeador de la academia replicó: “¿Con esos zapatos? Míralas. ¿Cómo puedes jugar así?”.
Los zapatos de Sadio estaban viejos y rotos. Diatta sentenció: “¿Y con esos pantalones? ¿Nunca has tenido unos pantalones de futbol de verdad?«.
Mané respondió que había ido con lo mejor que tenía, que lo único que quería hacer era probarse. Y más allá de esta respuesta, la mejor la articuló sobre la cancha. Cuando Abdou Diatta vio a ese joven correr cual león con el balón a sus pies para asestar tiros que traspasaron el arco, quedó perplejo.
Velocidad, regate, fuerza y capacidad innata de atacante fueron las frases que el nacido en Bambali dijo a partir de la redonda. Tras dos días de prueba, llegó el turno para que Jules Boucher, entrenador del equipo, viera a ese chico. Transcurrieron tan solo 15 minutos para convencer al timonel.
Ya fuera como centro delantero o extremo —tanto por derecha como por izquierda—, Boucher comenzó a reforzar la parte táctica y técnica de aquél en el que vislumbró gran potencial. Tras todo esto, la familia de Mané quedó convencida de que el futbol sí podría ser su camino.
Corriendo sin detenerse
Pronto aquel niño con sueños comenzó a convertirse en un hombre con algo más tangible. Los visores del Football Club de Metz se interesaron en él, terminó firmando con ellos para encaminarse a jugar en la Ligue 1. Su debut como futbolista profesional llegó en 14 de enero del 2012.
Con el club francés disputó las temporadas 2011-12 y 2012-13. Jugó un total de 22 encuentros y anotó 3 goles. Pero más allá de los números, esa forma de luchar por el balón y correr más allá de su límite llamó la atención del Red Bull Salzburgo.
Llegó al club de la Bundesliga austriaca para la temporada 2012-13, pasando por la 2013-14 y 2014-15. Con los Die bullen (toros rojos) se abrió aún más paso por Europa, pues cosechó 63 partidos en los que jugó, además de anotar en 31 ocasiones. Además de coronarse en la Bundesliga Austria (2013-14, 2014-15) y Copa de Austria (2013-14, 2014-15)
El nombre de Sadio Mané comenzó a hacer eco cual rugido de león. De hecho, estando en la liga austriaca se reunió con Jürgen Klopp, quien en ese momento dirigía al Borussia Dortmund. Sin embargo su fichaje para llegar a Alemania no se concretó.
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Determinación, velocidad, buen toque y goles. Mané comenzaba a coleccionar cualidades que lo hacían crecer a pasos agigantados. El Southampton Football Club le llevó a su próximo destino.
El juego tan físico de la Liga Premier, en lugar de intimidarlo, no hizo más que fortalecerlo. Entre la temporada 2015-15 y la 2015-16, Sadio participó en 67 partidos y ostentó 21 goles. El Manchester United buscó al ariete senegalés, pero él rechazó la oferta.
Días después de la oferta hecha por los Red devils, Klopp quien ya se encontraba dirigiendo al Liverpool, le dijo que aún estaba interesado en él. Sadio aceptó la propuesta. Su decisión le ha afectado de la mejor manera posible, pues su conducción con la redonda comenzaron a mezclar agresividad y pulcritud; su agilidad ha crecido permitiéndole desmarcarse más allá de lo perceptible. Hoy día es una mezcla de constructor y definidor, prioriza el juego en conjunto sobre la individualidad, recordando tal vez que siempre necesitamos a los demás.
Desde la temporada 2016-17 hasta ahora, con el Liverpool, Mané ha conquistado una UEFA Champions League (2018-19), una Supercopa de Europa (2019), una Copa Mundial de Clubes de la FIFA (2019), una Premier League (2019-2020), una FA Cup (2021-2022), y una Carabao Cup (2021-2022); todas bajo la dirección de Kloop.
Embajador más allá del balón
A la par que su innegable talento mostraba no tener límites, su juego también entró al terreno de la selección de su país. Con los leones debutó el 25 de mayo del 2012.
Pero más allá de la importancia de representar a su país, Sadio Mané ha terminado por hacer algo más trascendental. Pues el atacante del Liverpool constantemente ha donado dinero a su país para apoyar a los niños que se encuentran en pobreza extrema. En el año 2018 trascendió que financió la construcción de una escuela y hospital en su natal Bambali:
«Quizás si hubiera habido una mejor escuela cuando era más joven, quizás podría haber estudiado más. Pero no fue el caso. Siempre les digo a los niños que se aseguren de que tengan una buena educación e ir a la escuela. Por supuesto, pueden seguir jugando al fútbol, pero te ayudará más a tener éxito en lo que estás haciendo si haces ambas cosas.«
En 2020 donó aproximadamente 50 mil dólares al sector salud de Senegal, para ayudar a solventar los gastos en la lucha contra el coronavirus.
Pies desnudos y un balón, es así como comenzó a recorrer Bambali, para después correr cual león en el césped. Disipando la oscuridad y llenando su alma a partir de goles. Sadio Mané, el niño que nunca dejó de creer.
Por: Ricardo Olín García / @ricardo_olin