La portería por sí misma es el lugar más surrealista del campo. El simple hecho de ser portero contradice a los principios del futbol, pues el juego lo gana el equipo que más anotaciones haga. En el arco parece que se detiene el tiempo, pues durante 90 minutos el portero vive en un limbo entre el infierno de la grada rival que canta detrás de él, y la serenidad que debe tener al analizar el partido. Resulta evidente que de aquella posición surgiera uno de los máximos exponentes del surrealismo: Salvador Dalí.
La historia del portero llamado Salvador Dalí
Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech, mejor conocido como Dalí, fue la mente detrás de aproximadamente 1500 obras entre las que destacan: La persistencia de la memoria, Cristo de San Juan de la Cruz, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar, Los elefantes y La tentación de San Antonio. Creció pensando que era la reencarnación de su hermano Salvador Galo, quien falleciera nueve meses antes del nacimiento de pintor español.
Como era de esperarse, la mente de Dalí se desarrolló en un plano que nunca llegamos a comprender del todo. Esto se proyectaba en una actitud excéntrica reflejada en vestimentas victorianas y en una apariencia que para muchos sería la típica de un loco, sin saber que era la de un verdadero genio. Contrario a lo que se podría pensar, Dalí, como los cientos de millones de seres humanos, encontraba en el deporte un escaparate para realizar una actividad lúdica.
El deporte elegido por Dalí fue el futbol, mismo al que no se acercó solo, pues estuvo acompañado por dos amigos de la infancia; Emilio Sagi y Josep Samitier. A la postre, Sagi se convertiría en extremo del Barcelona y elemento clave dentro del primer título de liga del equipo catalán. Josep Samitier también jugaría para Barcelona, donde fue conocido como el mago, pues fue multicampeón con la escuadra culé y al retirarse se convirtió en su técnico, aportando dos títulos a las vitrinas del club.
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Pero, ¿qué pasó con Dalí? Contrario al protagonismo que sus compañeros buscaban en el balompié, Dalí se dirigió al único lugar en el campo donde podría desempeñarse alguien con sus características. Así es, quien se convertiría en un referente del surrealismo fue portero. La portería fue el hábitat que parecía estar hecho a su medida; un lugar introvertido pero a la vez expuesto a los ojos de todos, donde la genialidad no se demuestra de forma convencional.
A pesar de que aparentemente Salvador Dalí nació para ser portero, el pintor llevó más allá las cualidades de su posición, ya que nunca llegó al profesionalismo. El periodista José Antonio Martín describiría esta transición de la siguiente manera:
Una tarde se puso una chalina, una corbata ancha y una boina. Como un figurín del siglo XIX se fue a Madrid y dejó en una percha de Cadaqués sus guantes, sus rodilleras y su gorrilla de portero. No se puso más entre los tres palos.
El periodista español consideraba que el pintor había matado al portero, sin embargo difiero: Dalí no buscó el profesionalismo. En su mente la portería fue una oportunidad para entender que existían lugares donde podía ser él mismo. Encontró en el lienzo un espacio distinto para ser libre.
Otra prueba con la que podemos refutar la muerte del futbol en Salvador Dalí, es el cartel que realizó para celebrar los 75 años del Barcelona (Imagen) a la que se suma Gol (portada de este artículo), obra que pintó en 1986, un poco antes de su muerte.
Sin duda, Dalí no mató al futbol dentro de él; el pintor encontró en el arco un espacio donde podía expresarse. Después de ello se alejó, y fue el mejor en lo que hacía, pero nunca murió el amor que la portería y el futbol provocaba en él.
Por: José Macuil García