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Liga MX Femenil

«El futbol no te da para vivir, tienes que optar por tener más empleos». «Viendo el salario que pagaban, no me convenía … Preferí seguir con mis estudios» Son pocas las personas que han descubierto su pasión en el futbol y que han logrado financiar su estilo de vida jugándolo. Escasos son los dichosos debajo de esa lista que encabezan grandes como Lionel Messi, Diego Simeone y Luis Suárez. Hablando de pasiones la regla suele ser la opuesta; apasionado pobre y a veces —solo a veces— descendencia rica. 

Las jugadoras de la Liga MX Femenil han expresado, en términos generales, tres obstáculos económicos ante los que se enfrentan para jugar futbol en México de manera justa (lo que sea que eso signifique). El primero: las prácticas ilegales de la Liga MX y la FMF que topaban su salario—una afrenta y evidencia de un doble discurso por parte de los administradores del balompié nacional. El segundo: la brecha salarial respecto a lo que ganan los jugadores hombres. Por último está aquel obstáculo al que destinaré los siguientes párrafos: la falta de apoyo por parte de la Liga MX, la FMF y, en general, del Estado, para que las jugadoras puedan dedicar el grueso de su tiempo a jugar futbol, a su pasión. Esto transmitía Balbina Treviño, exportera de las Rayadas de Monterrey, al señalar lo increíble que resultaba que una jugadora de Primera División no pudiera cubrir sus gastos básicos para poder jugar futbol.  

¿Deberían las instituciones subvencionar los sueños de las futbolistas mexicanas? ¿Es esta una exigencia válida? ¿Qué separa los sueños de las jugadoras de la Liga MX de los de otros deportistas? ¿Qué las distingue de otras mujeres buscando cumplir sus fantasías profesionales? ¿Es esta una exigencia válida para el Estado, la Liga MX y la FMF o es un requerimiento fantasma que se esconde detrás de otras solicitudes legítimas? ¿Es más valioso el deseo de una futbolista que el de una escritora, una artista, una bailarina? Pongámoslo simple; lo que hoy le exigimos al Estado, a la Liga MX y a la FMF (estos últimos como entes privados) es que subsidien pasiones, que impulsen, con recursos propios, elecciones individuales, personales. ¿Se vale? 

La realidad de la mayoría de las jugadoras de la Liga MX es precaria; ganan poco (en donde poco es un eufemismo). Su salario suele rondar los 3,500 pesos mensuales. Suelen doblar turnos para entrenar, estudiar e incluso para trabajar ante la incertidumbre laboral y financiera en la que viven. No saben si al final (o inclusive al inicio) de su vida profesional, contarán con recursos que les permitan sostenerse. Muchas apenas son capaces de pagar sus gastos gracias al apoyo que reciben de sus familias. Sí. Todo eso es cierto. 

Existe una historia de esfuerzo y valentía en cada jugadora de la Liga. Pero, considerando lo similares —por no decir iguales— de sus condiciones con otras mujeres que deciden arriesgar su futuro para dar vida a otros sueños, diferentes del futbol, resulta complicado justificar, al menos de forma automática, la obligación de auxiliar a las jugadoras de la Liga MX Femenil. 

Al escuchar esta demanda de apoyo por parte de las jugadoras, me fue imposible no hacerme esas preguntas. Aquí comparto mis respuestas. Al final, cuatro diferentes razones me convencieron para responder que sí se vale. Una aseveración hasta entusiasta. Afirmo: es válido que el Estado, o cualquier otro participante que decida entrarle al juego, estimule la carrera de las jugadoras de la Liga MX Femenil. Ojo aquí. Sostengo que este apoyo es justo independientemente de las sensaciones que el balompié provoque a las jugadoras. Y es que tristemente—o no—estas emociones son poco relevantes y actúan como distractor. Claro que también sirven como un magnífico motor para el discurso. 

Y es que el futbol es muchas cosas; es un deporte, una ilusión, un negocio, un espectáculo, una representación, una forma de vida y también un derecho: uno protegido en términos vagos, pero un derecho. La Constitución, algunas leyes reglamentarias y varios de los tratados internacionales celebrados por México, señalan que toda persona tiene derecho a la cultura física y a la práctica del deporte. Ustedes podrán pensar que el salto desde aquí hasta el derecho al subsidio es kilométrico. Tendrán razón. Los separa una distancia considerable. La justificación no puede terminar aquí. Además, cabría preguntarse qué actividades físicas deberían clasificarse como deportes y cuáles de aquellas merecen ser subsidiadas. 

Por lo que hace a los recursos públicos, el Estado, a nivel federal, decide qué actividades desea promover en conjunto con los estados y los municipios. Los lineamientos se encuentran, fundamentalmente, en la Ley General de Cultura Física y Deporte, planes de desarrollo y presupuesto de egresos. Así, por ejemplo, encontramos los 38 estadios y centros deportivos a ser intervenidos y mejorados conforme al Programa de Mejoramiento Urbano emitido por la SEDATU para el ejercicio 2021. ¿Es suficiente? La situación actual del deporte en nuestro país evidencia que no. El Estado puede hacer más y, de hecho, el ordenamiento legal ya lo faculta para poder hacerlo. La lista de posibilidades es larga; programas de fomento de inclusión femenina en el juego, adaptación de más centros deportivos en áreas estratégicas, apertura de espacios de difusión y promoción, organización de competencias locales, apoyo para la participación en torneos internacionales, etc. 

Las prácticas deportivas como el futbol sirven, entre otras cosas, para promocionar a nuestro país ante el mundo. Es —como todo en el futbol— un símbolo. Que las jugadoras mexicanas ganen competencias internacionales con la verde incrementa el prestigio nacional (no solo en términos deportivos) y evidencia que algo en el país se está haciendo bien en la materia. También estos resultados son los que dan sentido a que las autoridades decidan, de toda la baraja de actividades que pueden ser consideradas como deporte, cuáles merecen más y cuáles menos atención. Además, el Estado habrá de procurar la difícil tarea de equilibrar el financiamiento para el futbol femenil, una actividad en la que seguimos lejos de los primeros puestos, y el de otros deportes. 

Desde que surgió en 2017, la Liga MX femenil ha servido como faro de las inequidades que, también fuera de la cancha, padecemos las mujeres. La brecha salarial es solo una de ellas. Esto ha empujado a que la afición y las jugadoras exijan, legítimamente, acciones positivas para que la Liga pueda emparejarse con la varonil. Dentro de estas medidas de nivelación está el apoyo económico a las jugadoras. Además, parece verosímil suponer que el éxito de las jugadoras de la Liga MX impactará en el poder o en la percepción de poder del resto de nosotras. Así, el incremento en el número de jugadoras en el futbol mexicano y el aumento de sus éxitos supondría la eliminación de límites —aparentes y reales— para que las mujeres participemos en el deporte. La lógica no es equivocada; la ampliación del número de mujeres en el universo del futbol expandiría la cantera que, a su vez, debería atraer más talento y mejores resultados para la Liga. La subvención del futbol femenil en México implicaría, en suma, nivelación y retribución de una deuda histórica en beneficio de futuras generaciones. El fortalecimiento de su capacidad de agencia. Más opciones. 

En términos meramente económicos, por lo que hace al Estado, la promoción de cualquier deporte, el futbol incluido, impulsa un estilo de vida más sano para sus habitantes y, por tanto, reduce el presupuesto a ser destinado en el rubro salud. Por lo que hace a la FMF y la Liga MX, recordemos que éstas son entidades privadas que no dependen de presupuesto Estatal (aunque en ocasiones lo hayan recibido). Sus miembros son los propios clubes. El único —repito, único— racional que puede justificar que estos organismos gasten dinero en apoyar al futbol femenil es de naturaleza económica, comercial. Únicamente la visión de tal gasto como inversión podría motivarlos. Por fortuna, esta óptica es correcta. El impulso de la carrera de las jugadoras implicará para los clubes y para la propia FMF mayores ganancias. Sí, a largo plazo. Tal estímulo, realizado de forma correcta, debería verse reflejado en el incremento del mercado que consume el espectáculo. Mayores ganancias. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el incremento de jugadoras y del valor que genera la liga femenil de Estados Unidos —que inclusive supera el generado por la varonil— logrado en los últimos cincuenta años gracias, entre otras cosas, a la ley de 1972 que obligaba a las instituciones académicas fondeadas con recursos federales a realizar la misma inversión en ambas ligas. Cierto también es que la Liga MX y la FMF ya ganan mucho dinero con el estado actual de las cosas. ¿Por qué cambiar? ¿Por qué sacar dinero de la bolsa segura (la liga varonil) y jugarlo a los dados? Quizás será necesario un recargon de Estado para alinear los intereses de todos los involucrados. 

Termino confirmando lo que a bote pronto me generó tantas dudas; la subvención para que las jugadoras practiquen futbol profesional en México es razonable y beneficia a las jugadoras, al Estado, a la Liga MX, a la FMF y a todas. El hecho de que tal apoyo implique también la subvención de un sueño es irrelevante, accidental. Una afortunada coincidencia. 

 

Vanessa Romero (Ciudad de México, 1988). Es abogada. Estudió Derecho en la Escuela Libre de Derecho, así como una maestría en dicha escuela y en University College London. Ha publicado en Porrúa sobre cuotas de género y la igualdad en México.

Twitter: @vannessarr

Ver más: COFECE: Del pacto de caballeros al tope salarial – Zona Mixta

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