“Prefiero el título de ciudadano al de libertador, porque este último proviene de la guerra, aquel emana de las leyes”
(Simón Bolívar)
La gran Colombia
Así la frase del Libertador, que desde su estatua en la plaza más grande de Colombia y rodeado de palomas a veces le gusta preguntar por los resultados de la Selección; de repente escucha las noticias de los paseantes que transitan cerca de él, a veces suspira y se pregunta sobre el rendimiento del tigre Falcao, a veces extraña a René Higuita.
En el país del café y de las arepas, mis pasos se pierden por el viejo barrio de La Candelaria; la mañana es fresca y el sol se oculta tras un mar de nubes; la Torre Colpatria se asoma lejana y emerge orgullosa en tierras colombianas; el aroma de la cafeína líquida deleita los sentidos al comenzar el día y hace sonreír al cansado viajero que llega a la gran Bogotá.
Te puede interesar: Adidas Football Collective: Por un México mejor
La visita más esperada de la jornada es al Estadio Nemesio Camacho, El Campín y sus 35 mil aficionados, un recinto histórico que ha sido testigo de muchos juegos y de historias de la CONMEBOL, la foto del recuerdo es obligatoria y una parada por el museo de Millonarios FC es sencillamente necesaria.
De pronto un joven colombiano pasa a mi lado con el jersey de la Selección Colombia, sus pasos presurosos se dirigen rumbo a la estación de Tansmilenio (Metrobus) adjunta al Estadio de la capital colombiana, no puedo evitar leer el nombre de aquella camiseta amarilla y sonreír: “Valderrama” con letras azules.
Memorias gloriosas
Es que una nación como Colombia no puede olvidar tan fácilmente a un equipo que destruyó las defensas argentinas en el Estadio Monumental de Núñez en la eliminatoria de 1993. Fueron cinco goles aquella ocasión, un conjunto que de forma literal sorprendió al mundo y clasificó a aquella justa mundialista de Estados Unidos 94 junto a la Bolivia de Xavier Azkargorta.
La Selección Argentina de Gabriel Batistuta y de Diego Simeone quedó marcada luego de aquella derrota histórica. Los de Maturana le habían ganado aquella partida a Alfio Basile.
El equipo de Francisco Maturana se apuntalaba bien en muchos de los sectores del terreno de juego, desde el fino toque de Andrés Escobar y el fuego en los botines de Faustino Asprilla, Freddy Rincón y Carlos Pibe Valderrama que hicieron soñar a una nación, la cual había hecho un buen papel en el pasado mundial de Italia 90 con las locuras de un tipo llamado René Higuita.
La puerta colombiana tenía material para ser defendida por muchos años de la mano de Faryd Mondragón, Miguel el Cóndor Calero y Óscar Córdoba. El ataque colombiano comenzaba muchas veces tocando el balón desde atrás, línea por línea, hombre por hombre.
Bajo el sol de América del Norte.
En ese mundial de Estados Unidos, la etiqueta de “favorito” pesó fuerte en la Selección, que después del triunfo ante Argentina en la eliminatoria se encaminaba intensamente para tener una participación más que decorosa en aquella copa. El resultado quedó para la estadística y la vergüenza deportiva de la Federación y de todo el equipo quedó para la historia. La selección sencillamente se había derrumbado; la caída había sido muy dolorosa.
Lo más lamentable fue la penosa muerte de Andrés Escobar, símbolo del Atlético Nacional en un bar de las afueras de Medellín, aparentemente en consecuencia de un grave error deportivo que tuvo en un juego de aquella justa. Eran tiempos difíciles para Colombia, de muchos cambios y de transiciones políticas en consecuencia de un conflicto y una fatídica guerra interna.
Aquel mundial en tierras estadounidenses fue un balde de agua fría y de realidad para los colombianos que no lograron superar la primera fase, repitiendo una gris actuación cuatros años mas tarde en Francia 98. Los años maravillosos de la Selección habían pasado, no había más que decir ni mencionar.
Te puede interesar: Colombia y Venezuela, un balón que hermana
Las ausencias mundialistas de 2002, 2006 y 2010 calaron en forma cruel a la afición; muchos de los proyectos que fracasaron al parecer habían olvidado la esencia del futbol colombiano y dejaron un hueco generacional que se perdió la oportunidad de dar un salto de mayor importancia.
El triunfo de la Copa América 2001 ocultó un poco un proceso mundialista que no comenzó nada bien rumbo al mundial de Corea y Japón. La generación de oro del futbol colombiano se despidió con aquel campeonato; Aristizabal y compañía decían adiós.
El tema de la Selección Colombia pasó por el cambio generacional y el relevo necesario que dejó el profe José Néstor Pekerman y sus dos procesos clasificatorios exitosos en la zona del mundo donde es más complicado subirse al barco de un mundial.
La opinión pública del país cafetero siempre prefirió, sobre Juan Carlos Osorio, algún proyecto del profesor Reynaldo Rueda, quien ahora dirige a la selección colombiana, sin embargo, no ha tenido los éxitos esperados. Colombia necesitará algo más que a James Rodríguez, David Ospina o el recuerdo y la experiencia de Radamel Falcao.
Te puede interesar: ¿Por qué Colombia rechazó la candidatura del Mundial de 1986?
Café para el futuro
Es que en CONMEBOL no hay nada fácil, Colombia ha tenido misiones difíciles al recibir a Brasil, al visitar la temible altura de La Paz o la sofocante presión de la afición en el Atahualpa de Quito. Así es la situación geográfica en este país en medio de Los Andes, entre selvas de exuberante vegetación, suculento café y paradisiacas playas, vecino de un gigante “Verdeamarelha” o tan cerca de la Argentina y la leyenda de un hombre que quiso ser dios, un hombre llamado Diego.
Leer más: La guerra y el perdón en Colombia
Síguenos en Google News
Por: Carlos Silva / @SAGA0003