Guadalupe García Álvarez tuvo el destino de muchas mujeres mazahuas en San Felipe del Progreso, Estado de México: terminar la secundaria e irse a trabajar como empleada doméstica. Sin embargo, con la rebeldía que la caracteriza retomó sus estudios y también formó un equipo de futbol para ayudar a las niñas de su comunidad a conocer sus derechos.
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A García Álvarez le gustó patear balones desde los once años. Su madre no aprobaba esa actividad; tampoco su comunidad. Toleró señalamientos como “loca”, “puta” o “te vas a volver marimacha”. En casa primero tenía que ir por leña, hacer la comida y las tortillas; sólo así la dejaban salir a la cancha de futbol. Ella se aferró.
Sin embargo, Guadalupe dejó su comunidad mazahua para trabajar como empleada doméstica en la Ciudad de México. “Nadie me preguntó si quería seguir estudiando. Tampoco lo cuestioné porque era una tradición que ya nos fuéramos a trabajar y aportáramos en el hogar.” En la capital del país descubrió su gusto por la lectura en la biblioteca de la casa donde laboraba. Todas las noches, a escondidas, repasaba las hojas de un libro sobre la cultura española. La descubrieron. Su contratista la corrió.
La lectura cambió su vida. Después de más de dos horas de camino, Guadalupe regresó a San Felipe del Progreso. Terminó sus estudios como licenciada en Comunicación en la Universidad Intercultural del Estado de México. Su tesis fue sobre la violencia contra las mujeres. “Un libro te abre las puertas del mundo y gracias a eso ahora estoy haciendo esta labor que tanto me gusta”.
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Selección Mazahua: «Jugando por mis derechos»
Por su historia personal, Guadalupe García no quiere que se repita el ciclo de violencia en la comunidad. Por eso es defensora de los derechos de las mujeres y niñas mazahuas desde hace 13 años. En 2009 fundó la Asociación Civil Mujeres, Lucha y Derechos para todas (Mulyd).
Llevan el futbol a comunidades donde piensan que las niñas no pueden patear un balón: “En una cultura bastante arraigada al tema de los usos y costumbres, les llevamos entrenamientos deportivos de alto nivel y a la par les llevamos talleres práctico-vivenciales sobre temas como derechos humanos, autoestima, la no discriminación, los derechos sexuales y reproductivos”.
Aunque por el momento la AC está “estancada”, por sus entrenamientos han pasado alrededor de 300 niñas y su programa de voluntariado ganó el Premio Nacional de la Juventud en 2008. A nivel nacional ganaron el Premio Hermilda Galindo, feminista y política mexicana, otorgado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de la CDMX.
En San Felipe del Progreso también reconocieron su labor. “Nadie es profeta en su propia tierra. Recibimos una presea a nivel municipal y lo que más nos encanta de esto es que fue recomendada por la propia comunidad. Nos deja una gratificación bien importante. Por supuesto, hay gente que no nos quiere, pero hay más gente que sí”.
A nivel internacional, Guadalupe representó a los pueblos indígenas de México como vocera de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Fue nominada al Global Prize 2015 Transformative Justice, en Washington. En Latinoamérica recibieron un premio en Colombia.
Sin embargo, para la defensora de los derechos humanos los premios son algo secundario. Le interesa que las niñas sean seguras y defiendan su cuerpo y su dignidad: “En el 2019 ser mamá tendría que ser una opción en nuestra vida no una obligación. También decidir cuántos hijos tener y en qué momento. El tema del placer, que disfrutemos de nuestro cuerpo, que aprendamos a quererlo, a conocerlo que eso es lo más importante. Porque algo que sigue pasando en las comunidades son los abusos sexuales a niñas por parte de sus papás o de sus tíos”.
Segura de que la educación transforma, algunas de sus jugadoras tienen becas deportivas para continuar sus estudios. Como el caso de Liliana González, portera de Leonas Rosas y quien ha tenido visorias por parte de la selección nacional. La última participación del equipo mazahua fue agosto de 2019 en un torneo organizado por la Cambia tu Calle, en la CDMX.
Las niñas de entre 11 y 15 años de San Antonio de las Huertas eran las únicas participantes del sexo femenino. “Fue muy bonito porque además del intercambio deportivo nosotros somos un equipo de niñas jugando con equipos de niños. Eso es también es un acto de reivindicación”.
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San Felipe del Progreso
En la época del porfiriato el municipio ubicado en el Estado de México llevó en su nombre uno de los lemas del gobierno en turno: orden y progreso. Aunque los 58 mil 173 hombres y 63 mil 223 mujeres viven con un grado de marginación “alto” y el 64 % no concluyó la educación básica, de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
Fue en los años 50 cuando fundaron en la comunidad la primer escuela mixta llamada Escuela Primaria Superior mixta Fernando Orozco y Berra. Diez años después inauguraron la secundaria. Desde antes del porfiriato, San Felipe del Progreso fue un territorio en disputa. Por sus tierras pasó “el padre de la patria”, Miguel Hidalgo y Costilla; hubo varios enfrentamientos entre liberales y conservadores.
Algunos abuelos de los habitantes de la comunidad vieron cómo los carrancistas desfilaron un día y medio por las calles de Bravo y Juárez. Con una acentuada fe católica, en la guerra cristera rindieron culto en sus domicilios. Cinco años antes de su asesinato y como senador de la República, Luis Donaldo Colosio también visitó la comunidad mazahua de San Felipe del Progreso, en donde el ex presidente Carlos Salinas de Gortari puso en marcha la Semana de la Solidaridad en 1990.
Como parte de su gira de campaña, en 2018 el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador acudió a San Felipe del Progreso y a Atlacomulco. Vistió una chamarra con la leyenda: “AMLO la esperanza mazahua”. Lo recibió una multitud que gritó: “¡Fuera Peña!”.
El progreso
Guadalupe García reconoce a la gente que ayuda a la organización, Mulyd, en “todas sus locuras”. Repensará el proyecto con la finalidad de mejorar sus estrategias a favor de los derechos de las mujeres. “Sabemos que nuestro trabajo es un ejemplo para muchas otras mujeres y niñas y siempre lo que nos ha detenido es la cuestión financiera. Hacer trabajo social en nuestro país es considerada de las que no tienen nada que hacer o de las que quieren armar la revolución y de pronto se nos criminaliza”.
Mulyd necesita unos meses para mejorar y continuar con su labor. “Estamos tratando de mejorar dentro de la organización para que regresemos con mucha más fuerza […] Aunque sea que cambiemos la vida de una niña al año pues es bien importante”.
A sus 36 años, Guadalupe García se reconoce como una mujer mazahua y rebelde. Ya no le da tiempo para patear el balón como lo hacía a sus once años, pero hará que otras niñas lo hagan: “Significó un acto de rebeldía y de empoderamiento porque cuando tú estás en ese espacio eres tú misma, es un espacio solamente para ti, sentir la adrenalina correr por tu cuerpo cuando vas a entrar a un partido de futbol”.
*Entrevistas realizadas en 2019
Por: Nayeli Valencia / @nayevalencia_a