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Esta es la historia de lo que nunca sucedió, la que paradójicamente une dos puntos distantes en Brasil: Sócrates y Bolsonaro, dos entes unidos por un espacio territorial y por los reclamos de la sociedad amazónica, personajes aparentemente incompatibles por sus filiaciones políticas. ¿Es posible un Sócrates en tiempos de Bolsonaro?

Los protagonistas: la izquierda y la derecha

La noticia que inauguró el 2019 en Brasil fue la oficialización de la victoria presidencial de Jair Bolsonaro. Este personaje enmarca la ola de la extrema derecha en Latinoamérica. Asumió el cargo por los siguientes cuatros años, en los que se encargará de manejar un país políticamente convulso por las administraciones anteriores.

El actual presidente es un hombre con alma de armas. Se formó en el colegio militar Agulhas Negras y posteriormente ingresó a la Escuela de Educación Física del Ejército. Después inició su carrera política donde comenzó a exhibir públicamente su ideología.

El ‘Trump brasileño’, como ha sido llamado por distintos medios nacionales e internacionales, se incrustó perfectamente en el molde de la derecha. Ha expresado en reiteradas ocasiones su racismo, su nula tolerancia ante las comunidades LGBT+, su postura misógina, y por si fuera poco, la añoranza a las dictaduras militares y la nula comprensión de los derechos humanos.

Hay que recordar que el discurso de Bolsonaro fue tan efectivo con el electorado gracias, en parte, al fracaso de la izquierda al frente del gobierno, en específico con los problemas sociales.

¿Quién es Sócrates?

La otra cara de la moneda no puede ser otra que la de Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira, o simplemente, Sócrates, futbolista que perteneció también a una ola ideológica, la de los jugadores preocupados por la justicia social. Así es, por sorprendente que parezca, hubo un tiempo en el que los futbolistas no disfrazaban con asociaciones y altruismo “su compromiso con la sociedad”; simplemente actuaban. Como lo decía el mismo Sócrates: «Opino que la acción siempre es mejor que el conformismo».

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Su primer acercamiento a la educación fue en el Colegio de los Hermanos Maristas. Posteriormente ingresó a la Universidad de São Paulo, para estudiar medicina. En pocas palabras, el mote de Doctor, más que un apodo, era su oficio, y el futbol y la tribuna los espacios donde pudo impulsar sus ideales.

Aunque el precursor fue el sociólogo Adilson Monteiro Alves, Sócrates fue uno de los máximos exponentes del movimiento social del balompié por excelencia: la Democracia Corinthiana. Su trabajo y el de los integrantes del club fue llevar al cabo el sueño que hoy es utópico a nivel profesional: la autogestión y la toma de decisiones democráticas.

En aquel Corinthians, los salarios y las cuestiones técnicas y administrativas eran votadas por todos los jugadores, y cada voto tenía el mismo peso y relevancia. En síntesis, lo que sucedió en la Democracia Corinthiana fue el proyecto que contrarrestó a la dictadura militar en Brasil (aquella que Bolsonaro añora). Pero no se quedó solamente en el campo, pues los aficionados se impregnaron del ejemplo de sus jugadores. Por si fuera poco, las acciones de Sócrates trascendieron fronteras y se recuerdan hasta el día de hoy.

Voces a favor y en contra desde el balompié

Una vez expuestos los personajes, salta a la vista lo incompatibles que son. Resulta evidente que hacen falta personas con el peso de Sócrates, sobre todo si tomamos en cuenta que Bolsonaro ya sumó a su filas a emblemas del balompié de su país. Ex jugadores como Rivaldo y Ronaldinho, figuras locales como Felipe Melo –quien se convirtió en un puente con el equipo representativo de la derecha, el Palmeiras-, e incluso a la figura emergente a nivel europeo, Lucas Moura.

Desde la izquierda, Juninho Pernambucano llegó a reclamar a sus compatriotas, y por supuesto, la torcida de Corinthians hizo lo propio al reprochar los actos de Bolsonaro, sobre todo respecto a la propuesta del mandatario por legalizar las armas. Si tomamos en cuenta las cifras expuestas por El PAÍS, en 2017, Brasil registró más de 63 mil muertos, es decir, aproximadamente 175 decesos por día. Creemos que una voz calificada como Sócrates diría que incitar a más violencia para pacificar una nación no es ni remotamente la mejor opción.

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En cuanto a educación, la propuesta de Bolsonaro también requiere de un contrapeso ideológico capaz de impactar a la sociedad, y ese toque fino, lo tenía el Doctor. El actual presidente está convencido de que todos los vestigios de la ideología de izquierda deben eliminarse, para así mostrar la verdad sobre los regímenes militares.

En pocas palabras, se busca llevar la educación militarizada al plano estatal. Nuestro revolucionario preguntaría: ¿dónde queda la libertad? Incluso recordaría cómo aquella militarización del gobierno hizo que sus padres quemaran su biblioteca para salvarse.

Por último, uno de los temas más críticos en la actualidad, es el de la migración. La postura del gobierno es clara: cerrar las fronteras. «Brasil no puede ser un país de fronteras abiertas», afirmó a mediados de 2019 el presidente. De hecho, Brasil decidió abandonar el acuerdo migratorio con la ONU. «Quien venga aquí debe estar sujeto a nuestras leyes, reglas y costumbres, así como deberá cantar nuestro himno y respetar nuestra cultura. No cualquiera entra en nuestra casa, ni cualquiera entrará a Brasil vía pacto adoptado por terceros», sentenció Bolsonaro.

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¿Cuáles son las limitaciones para ver a un Sócrates contemporáneo?

Éstas son pruebas suficientes para pedir que se materialice un Sócrates en tiempos de Bolsonaro. En más de una ocasión, la sociedad brasileña se ha hermanado a través del futbol, ya sea en el dolor -como sucedió con el Maracanazo- o en la alegría – al ganar cinco copas del Mundo. En tiempos convulsos, difícilmente encontraremos a un caudillo capaz de reclamar justicia, pues el futbolista actual, en la mayoría de los casos, está desprendido de las dinámicas sociales.

A pesar de que en su mayoría provienen de sectores populares, la burbuja económica que rodea al deporte los aleja de sus orígenes y de sus demandas. Cómo se extraña esa estirpe extinta que reclamaría y sería un contrapeso para personajes tan nefastos como Bolsonaro.

¡Ganar o perder, pero siempre con democracia!

Por: José Macuil García

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