Le faltaban 20 minutos a la prórroga para que terminara el partido. Sevilla enfrentaba al Schalke 04 para el pase a la final de la Copa de la UEFA. Entre otras cosas que faltaban, eran goles. El empate se había prolongado porque lo que no faltaba era el buen desempeño de ambos equipos.
Ese Sevilla en especial tenía algo mágico en sus pasados, presentes y futuros, encontrados la noche del 27 de abril del 2007 en el estadio Ramón Sánchez Pizjuán. Pero un diamante cambiaría todo en una pincelada.
La jugada en cuestión comienza en zona de recuperación cuando Javi el Conejito Saviola muerde la creación ofensiva del Schalke. Éste habilita sencillo a Martí, próximo multi-campeón con el Sevilla. Martí tiende un pase de 20 metros al costado derecho del empastado que Julio Navas baja con el pecho, alza la mirada, pierde un tiempo, corta hacia adentro. Desde la banda viene corriendo un joven Dani Alves. Navas lo encuentra, Alves desdeña el balón inmediatamente con una rabona y le regresa la pared para seguir su carrera y jalar la marca del banda y el contención que le persiguen. ¿Cuántas veces no veríamos a Dani hacer algo así?
Ahora Navas no pierde un tiempo, sino que gana dos gracias a Dani. Al recibir el balón lo dirige hacia adelante, vuelve a alzar la vista y apura a mandar otro pelotazo picado y peligroso a la izquierda del área. Quizá demasiado picado, éste bota tres ocasiones en el área. Pero Dani había jalado la línea defensiva hacia la derecha. No hay nadie para cubrir a Antonio Puerta, recambio ingresado al ‘77, que entra por la banda sin ser visto.
Cuando el esférico sale del botín de Navas, Puerta se mete al área. Cuando bota por primera vez, Puerta recupera con un paso lateral para tener tiempo de acomodar el cuerpo. Cuando toca la segunda y pica peligroso a media altura, Puerta está con la mirada ya puesta en la portería. Alza la pierna zurda poco antes de la tercera vez.
Puerta anticipa el comportamiento de ese balón, cuando le bota enfrente la impacta justo a centímetros del pasto, así como los balones que todo delantero espera. Este defensa convertido en mediocampista le mete todo el empeine, no, toda la pierna a esa bola, que se abre por un segundo, la fracción suficiente para dejar de largo al central que recupera su recorrido y trata de desviar el esférico; acto seguido el balón cierra con violencia.
Al segundo siguiente, el arquero Frank Rost se estira cuan largo es pero el balón golpea con violencia el travesaño opuesto y se clava dando gracias por la elegancia que fue disparado.
Gol de Sevilla. Gol de Puerta. Rumbo a Eindhoven… Se cae el Sánchez Pizjuán… ¡Antonio Puerta!… No se puede hacer un gol mejor… lo dedica al cielo… Canterano tenía que ser, narra en la repetición Ilde Cortés para Onda Cero Sevilla. Si algo le faltaba al partido era ese gesto de técnica perfecta para romper la igualada.
Sevilla ganaría ese partido con el gol de quien sería apodado a partir de entonces como la Zurda de Diamantes. Cómo no entender el mote cuando sería gracias a ese botín de piedras preciosas que llegarían a disputar y conseguir algo tan importante que le faltaba al club, su primer título continental. Si el grandioso juego contra el Schalke no fue suficiente, y cómo si les faltara todo en la vida, conscientes de que no habían ganado nada, salieron a ganarle 4 por 0 al Middlesbrough.
Un año y cuatro meses después, el 25 de agosto del 2007, el Sevilla jugaba el primer partido de La Liga, contra el Getafe. Ese Sevilla había ya conseguido hilvanar una seguidilla de 4 títulos; Copa del Rey, una Supercopa Española, la Supercopa Europea del 2006 y el bicampeonato de la Copa UEFA en el 2007.
Pero al minuto 28 de juego Antonio Puerta caería desvanecido al campo de juego. En las horas siguientes sufriría más de 8 microinfartos que comprometerían seriamente la oxigenación del cerebro. Puerta y su zurda no serían capaces de darle la vuelta a este partido. El 28 de agosto colgó ese botín precioso, faltándole recibir un trofeo que llegaría dos meses después; el nacimiento de su primer hijo, Aitor.
¿Qué le faltó a Antonio Puerta?
¿Qué le falta a los jugadores cuando son advertidos de ser desafortunados portadores de aflicciones congénitas, y deciden seguir jugando? En muchas ocasiones estos síntomas no son diagnosticados con oportunidad, pero los mareos repentinos de Puerta ya habían encendido las luces en sus concentraciones con el Sevilla y la Selección Española.
Quizás es que hay jugadores que aún, día a día, se despiertan pensando que no han ganado nada, que todo les falta y que no son nadie más que cuando marcan, cuando entran al campo, cuando el silbante pita y en ese momento te das cuenta que le diste una gloria, por fin, a tu equipo, su historia y su ciudad a las que le falta todo hasta que con una zurda privilegiada rompes el travesaño y eres el diamante del grito de gol.
Que entonces, cuando tiembla la grada del Ramón Sánchez Pizjuán y eres el hijo consentido de la generación, eres todo y no te falta nada. Quizá en unos años tu hijo Aitor sienta ese orgullo y sea el nuevo diamante del Sevilla.
“Tu zurda nos regaló un sueño que cambió nuestras vidas, comenzando desde entonces una de las etapas mas gloriosas de nuestro club. Gracias Antonio”.
Dice la placa de la estatua en memoria de Antonio Puerta, en la ciudad deportiva del Club.
Leer más: De todo un mucho: Aquiles, Iniesta y el camino a la eternidad (primer tiempo)
Síguenos en Google News
Por: Francisco Martínez