Lo prometido es deuda y parece que en deuda quedará.
Con el cambio de la Champions a un nuevo formato, los dirigentes de la UEFA garantizaron en más de una ocasión que los aficionados experimentarían apasionantes encuentros durante la fase de liga.
Dichas emociones se hicieron esperar, esperar y esperar. Parecía que más de un club – como Real Madrid o Bayern – podía darse el lujo de dejar puntos en el camino y las repercusiones serían pocas.
Hacia el final de la primera fase de la competencia, la promesa de pasión dependía de un par de equipos en situaciones complejas.
Al comenzar la última jornada, tanto el Manchester City como el Paris Saint-Germain – potencias económicas y deportivas — no tenían un lugar asegurado en el playoff previo a octavos.
Incluso a 45 minutos del final, el futuro en la competencia de los Citizens estaba en verdadero peligro, y la justificación del nuevo formato parecía depender del fracaso skyblue.
Para sorpresa de pocos, los de Pep Guardiola respondieron ante la amenaza de la eliminación y vencieron por un marcador de 3-1 al Club Brugge.
¿Dejó entonces alguna historia rescatable esta fase de liga?
Tal vez la del sorprendente Lille, que aseguró un boleto directo a los octavos de final. Tal vez la del Liverpool, primer líder histórico en una tabla única de Champions. Tal vez la de Leipzig y Stuttgart, dos equipos teutones que, por plantel, apuntaban a más y fueron eliminados.
Tal vez. Pero no parecen ser relatos que perdurarán, como el del Sheriff de Moldavia que derrotó en el Bernabéu al Real Madrid en 2021 o el del Basel de Shaqiri que venció al United de Ferguson.
Aunque aún existe la posibilidad de ese tipo de victorias, la influencia de ellas en una tabla de 36 equipos, en la que 24 avanzan de ronda, parece ser poca. No es suficiente para justificar un cambio drástico de formato.
Este cambio fue resultado de una presión, ejercida por la amenaza de la creación de una Superliga. También fue una oportunidad para aumentar el número de encuentros y, por lo tanto, la cantidad de dinero que la competencia puede generar.
Habrá que revisitar este espacio para analizar los números de audiencia más adelante, pero el crecimiento importante en cuota de partidos hace muy realista la posibilidad de un aumento en los ingresos de la UEFA, a pesar del desencanto de muchos aficionados.
Es difícil no caer en la nostalgia o en el sesgo que provoca el sentimentalismo, pero el cambio realmente aparenta ser uno negativo. Tal vez no negativo para el bolsillo de los organizadores, sino para la relevancia de los encuentros.
La última jornada de la fase de liga de la Champions League, con 18 partidos simultáneos, careció de consecuencias trascendentes, así como las promesas de la UEFA carecen de sustento o interés.