Algo tiene de caudillo el arquetipo del jugador argentino; es menudito, cabizbajo al andar, revolucionario por mantra y rebelde por naturaleza. Walter cuenta con muchas de las características, jugaba con las medias abajo, signo indiscutible de que es un jugador de barrio, distintivo que también presumen los caudillos.
De posición indefinida, el argentino deambulaba por la cancha con un paso cansino, aparentemente débil, pero que solo espera el segundo adecuado para sorprender, inventar; jugar.
Del potrero saltó a San Lorenzo, club que le dio las primeras herramientas para su revolución. Parece metafórico y hasta trillado, pero Erviti lo dice con los ojos al frente con esa forma tan pampera de hablar.: “yo no sé qué me gusta porque nunca probé, lo mío fue futbol cien por cien«.
Cuatro años en el club del Papa Francisco fueron suficientes para que desde la punta del Cerro de la Silla lo voltearan a ver; Rayados de Monterrey necesitaba un par de guerrilleros. Guille Franco y Walter Erviti llegaron para cambiar la historia de ‘la Pandilla’. Ese plantel del club regiomontano despertó la que después sería la época dorada del equipo.
Un título de liga con los Rayados de Passarella encumbraron rápidamente «al Mago’ en los anales de la historia de la institución. Luego de 27 años sin campeonar, los albiazules levantaron la copa con una mezcla de jóvenes y extranjeros consagrados como Erviti. El caudillo de Mar del Plata encontró nuevo líder: Miguel Herrera llegó con la bandera del juego espectacular para moldear un equipo que, aun sin haber salido campeón, marcaron el recuerdo de la afición rayada.
Campeón sin querer
Luego de salir de la sultana del norte sin quererlo, Walter recaló en un equipo considerado “chico”, contrario a lo que hacen otros argentinos que vuelven a su país después de ser profeta fuera de su tierra. Banfield lo acogió a su regreso; un club sin títulos en 120 años de existencia.
Como buen revolucionario, el ‘Che’ Erviti lideró con su experiencia a un plantel conformado por muchas figuras; James Rodríguez, Santiago Silva, Sebastián Fernández y dirigido por Julio César Falcioni. Tres años y otra tierra conquistada le consiguieron un lugar en el Olimpo argentino: Walter Erviti fue contratado por Boca Juniors como un consagrado del futbol en nuestro continente.
El Che en la bombonera
Uno de los escenarios más míticos del balompié mundial es La Bombonera, que en 2011 se convirtió en la casa de Walter, ese caudillo que luchó en el norte, le dio gloria a Banfield y arribaba para derrochar su talento en la grama de aquella catedral.
Dos años y 99 partidos después, Erviti recibió de parte de la directiva la opción de retirarse en el club y consagrar su carrera en lo más alto; cualquier argentino o persona con sentido común lo habría tomado, pero no Walter, su espíritu revolucionario lo obligó a dejar a Boca seguir su camino, él tomar sus ideales y talento y llevarlos a México 6 meses con Atlante, dos años más en Banfield, y cuando parecía el final, apareció Independiente, el gigante rojo lo llamó para un último baile.
Rojo continental
Hay jugadores que se van con las vitrinas de su casa llenas, otros, amargamente vacías. Walter tiene ocupadas las vitrinas, no a reventar, porque nunca se trató para él de ganar por ganar, es una cuestión de formas. Independiente requería de un referente histórico en sus filas, quién más sino ‘el Mago’.
Esa Copa Sudamericana de 2017 abrochó su carrera como futbolista para que el ’10’ de Independiente dijera adiós a una carrera impecable levantando el trofeo. Luego de deambular un par de años en equipos de otras categorías, colgó los botines. El adiós de un guerrillero del juego. Walter sigue caminando despacio, cadencioso, con la mirada buscando el resquicio perfecto para meter esa bola en un pase filtrado que deje solo al ‘Guille’ frente al arquero.
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Por: Alfredo Canseco / @alfrecanseco