Hay grandes historias en el planeta del futbol, cada una de ellas diferente de las demás y con distintos matices, aunque el común denominador es que todas tienen un comienzo, un primer paso que generalmente se da en una cancha de tierra, en un pequeño estadio con gradas de metal, donde las voces del espectador se escuchan con mucha fuerza. Aquí comienzan los sueños, aquí se dibujan sonrisas y se suspira fuerte por cada balón, aquí los ojos de los jóvenes brillan más que nunca.
Nuestra historia comienza un miércoles frio de diciembre en el Municipio de El Marqués, en el Estado de Querétaro. Aquí en la unidad deportiva de La Cañada la niebla baja pronto al caer el sol, las lámparas se encienden y con ellas los sueños de muchos jóvenes.
El menú de hoy presentado por la Tercera División y la FMF es: Futbol Club El Marqués vs Delfines de Abasolo. Hoy estos jugadores se disputan los puntos del grupo VIII de esta categoría, mañana es posible que la Champions League, eliminatorias a un Mundial o la Liga MX, soñar es el primer paso para conquistar un objetivo.
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La distancia es relativamente corta desde la capital queretana a este Municipio cuyo nombre se debe a Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de La Villa del Villar del Águila e ilustre benefactor cuya obra magna fue el Acueducto de Querétaro. Una zona muy futbolera en el estado, con jóvenes de mucho talento.
A mí llegada a la cancha soy recibido por el profesor Hugo Serrano, comandante de los queretanos. Detrás de sus lentes se nota que sus ojos han visto muchos juegos de futbol, un hombre alejado del reflector pero siempre a pie de campo, donde se debe estar para dar instrucciones, para inyectar un poco de animo a sus dirigidos.
Charlamos un poco sobre el talento de sus pupilos, sobre las ganas de salir adelante que se plasma en cada jugada. Observo el calentamiento de aquellos jóvenes, sus jugadas de táctica fija y las caras de niños que aún se dibujan en sus rostros, tanto de los Fundadores como de los Delfines de Abasolo.
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Adiós a papá y a mamá
Tal vez podrían estar en su casa, cerca a sus padres y hermanos, pero han decidido buscar un sueño, lejos del hogar en muchos casos, han forjado una familia sobre el césped, amistades a la par de dormitar a bordo de un viejo autobús que recorre la larga línea de la carretera.
Entonces el calentamiento cesa y las tropas queretanas y guanajuatenses comienzan a ocupar su trinchera, me despido del profe Hugo y le deseo el mayor de los éxitos, mi siguiente parada es la tribuna. La pandemia no ha permitido que vuelva la gente a los estadios, por lo que solo nos encontramos algunos colegas de la prensa y medios locales y uno que otro auxiliar, tanto de casa como visitantes, todos distantes por la situación actual, pero más juntos que nunca.
Batalla por los sueños
El juego es rápido, con muchas llegadas por parte del cuadro guanajuatense sobre la meta del cuadro local, los ecos del campo suenan fuerte en la tribuna, las indicaciones desde las bancas se pueden escuchar con potencia, desde el córner rival hasta la media cancha.
¡Eh, rápido, no pierdas la marca! ¡Solo, solo! ¡Chucky, Chuky, con calma!
Es que son habilidades que solo pueden aprenderse en la juventud, la intensidad de las llegadas, el cabeceo de un balón con la presión de un rival. En un país tan grande como México no es poca cosa decir que la Tercera División es conformada por 192 equipos en 14 grupos, dependiendo de la zona geográfica, cada uno de esos planteles plagado de sueños, lejos del glamour de la Primera División y de la atención de los medios masivos. La cuarta categoría de futbol nacional nos da una baraja amplia de equipos y nos recuerda que el balón rueda en cualquier cancha y que el buen futbol puede aparecer en cualquier campo.
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Permanece el que mejor se adapta
Se hace un nudo en la garganta cuando vemos a tantos jóvenes y sabemos que no todos podrán llegar hasta la cima, tal vez por falta de talento, tal vez por falta de oportunidades y, en muchos casos, por la llegada masiva de extranjeros, muchos de ellos sin la calidad necesaria pero que cubrirán ese espacio que bien podía haber sido destinado a uno de estos jóvenes.
Pero las reglas son claras, aunque como en el futbol, la vida no siempre es justa, sin embargo el balón nunca deja de rodar. El partido sigue, reñido, trabado en algunos momentos, con muchas ideas pero sin tanta suerte por parte de ambos bandos, los Delfines de Abasolo llegan, fallan, el asedio es continuo pero la pólvora sigue mojada para ambas escuadras.
La vida por un punto extra
El árbitro da por terminado el encuentro, el 0-0 queda como marcador final. Todos los jugadores se reúnen en el centro del campo y comienzan a seleccionar quien va a tirar los penaltis en la serie. El reglamento en la Tercera División marca que cuando persiste un empate se debe disputar un punto extra desde los once pasos.
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Entonces suspiro y cierro los ojos y pienso en todas esas veces que la selección o equipos mexicanos terminaban derrotados por esta vía, ¿era mala suerte? ¿Estábamos malditos? La respuesta es no, tan solo a veces hace falta creer un poco más en la juventud, en darles el balón y dejar que nos sorprendan, dejar que adquieran esa templanza y ese toque desde la infancia, que tengan el corazón frío en el futuro cuando pasen por una situación así en una eliminatoria o en un mundial, el balón siempre rueda y es mejor estar preparados para enfrentarnos a todo, como selección y como país.
El punto extra se lo queda el equipo de Fundadores, festejan con gran ánimo en el medio del campo, saltan y sonríen en la más pura esencia del futbol, como niños. Los Delfines de Abasolo se retiran y ambas escuadras se reconocen mutuamente como adversarios deportivos.
El hombre vestido de oscuridad
No puedo más que sonreír luego de haber visto un juego de este nivel, mis ojos se pierden en la tribuna, a lo lejos, en el frío metal un viejo hombre se levantaba, elegante y con un traje oscuro, zapato lustrado en cuyo reflejo se veía la luz de las lámparas, caminando y con una sonrisa se perdió en la puerta de salida de aquel graderío. Muchos dicen que es el dios del futbol, que no solo aparece en la final de una copa del mundo o de una libertadores, puesto que es un tipo que disfruta de ver rodar el balón, no importa si es el Estadio Azteca, San Siro, la vieja calle de Juan Enríquez en Iztapalapa o la Unidad Deportiva de La Cañada.
Por: Carlos Eduardo Silva / @saga0003