La historia de Fara Williams es la del ascenso y la adversidad. En medio, la pelota. Comencemos por el final: hoy es una de las grandes figuras del futbol inglés. Es la que más veces ha tenido la capitanía de la selección inglesa en su rama femenil. Su figura es tan indiscutible que incluso recibió al MBE (distinción que se le suele dar a las figuras más ilustres de aquel país). Militó en grandes clubes como el Everton, Chelsea o Liverpool (equipo con el que logró hacerse con el bicampeonato de la FA Women’s Super League).
Fara Williams, la leyenda
Con su selección no solamente ostenta más de 130 capitanías, sino que puede tiene un total de 40 anotaciones, cantidad que deja de manifiesto la importancia que tuvo esta mediocampista en el crecimiento de su combinado nacional durante los últimos años. El mismo año que llegó al Chelsea (con 17 años), debutó con las Leonas. Desde entonces asistió a tres mundiales (China 2007, Alemania 2011 y Canadá 2015), obteniendo el mejor resultado en el 2015, donde lograron arrebatarle el tercer lugar a Alemania: 1- 0, el gol vino de sus botines.
Con todas las credenciales anteriores queda claro que se trata de la clase de jugadora que no se ve todos los días. Fara Williams pertenece a la estirpe de las y los jugadores que se abren lugar en el Olimpo del balompié de sus naciones. Sin embargo el sendero hasta esa cumbre no fue sencillo. Mientras que dentro de las canchas demostraba toda su calidad, fuera de ellas atravesó por una serie de adversidades que hacen palidecer sus logros dentro de la cancha.
Las adversidades
Proveniente de un ambiente complejo. Su madre tenía que sostener a cuatro hijos sola, lo que hacía que las cosas no fueran sencillas. Debido a problemas familiares, incluso se mudó con sus abuelos durante un tiempo, aunque terminó por volver a casa. Una vez reinstalada, una tía llegó a vivir con ellas y terminaría por ser el detonante del frágil equilibrio de la familia en aquel entonces. Luego de que se hicieran de gritos, Fara Williams decidió irse de casa.
Justamente mientras el futbol comenzaba a cobijarla de a poco, se quedaba sin hogar. Ella misma admitió que su deserción estuvo fuertemente influenciada por su juventud, ya que no tuvo la capacidad de dimensionar lo que significaba aquella acción. Aunque en un principio tuvo temor de lo que implicaba vivir junto a los “sin techo”, con el tiempo no sólo se adaptó, sino que comenzó a adaptar técnicas de protección que ellos usaban.
La pelota como salvavidas
Si algo le ayudó a salir de aquella situación, fue el balón. La primera persona en tenderle una mano fue Hope Powell, que en aquel entonces fungía como su entrenadora en la sub-19 del conjunto inglés. La llevó a un refugio para gente sin techo, además de apoyarla dándole asilo algunas veces y estando al pendiente de ella en general.
De aquí en adelante comenzó a abrirse cada vez más con sus compañeras de equipo, ya fuera a nivel club o selecciones. Aunque declaró que en un inicio fue difícil para ella, recibió un gran respaldo por parte de sus colegas y entrenadoras. Quizá la más determinante de todas ellas haya sido Mo Marley, quien era su directora técnica durante su estancia en el Everton (club al que llegó en el 2004), ya que además de apoyarla en varios gastos, terminó por conseguirle un trabajo que acabó con su constante incertidumbre.
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Otra de las cosas que el futbol le regaló, fue el reencuentro con su madre, con quien no tuvo contacto por casi nueve años. Gracias a que Williams comenzó a destacar en el mundo de la pelota, su madre se puso en contacto con ella. Aunque en un inicio la mediocampista se mostró renuente a establecer contacto, terminaría por ceder.
La de Fara Williams es una historia en la que la pelota sirvió como asidero en momento de adversidad, pero al mismo tiempo apareció como un puente en determinado momento, para retomar lo que había dejado pendiente, además de poder dejar atrás los momentos más complejos. Desgraciadamente, como ella admite “Tuve la suerte de tener el fútbol. Muchas chicas sin hogar no tienen esa esperanza.”.
Por Alberto Roman / @AlbertoRomanGar