La rechazaron otra vez. Es la sexta ocasión en que le niegan la oportunidad de mostrarse en un club profesional. Pretextos de todo tipo le han dado para cerrarle la puerta: que no hay cupo, que culminó el periodo de pruebas, que buscan jugadoras en otra posición.
Nadie se atreve a decirle la verdad. Nadie posee el valor de asumir el prejuicio de manera frontal. A Montserrat la desprecian porque el parche que cubre su ojo derecho evidencia lo que consideran un defecto. O se les hace antiestético contar en su plantel con una mujer que tiene perfil de pirata y eso alejaría a los patrocinadores bajo el argumento de fealdad, o creen que carecer de visión en uno de sus lados limita sus capacidades y sería un estorbo en la cancha.
Montserrat, contrario a lo que se puede pensar, no se deprime, ni desiste a la voluntad de intentarlo cuantas veces sea necesario. Si no se derrumbó cuando perdió el ojo a los diez años y tuvo que asumir la resignación por vivir con un panorama visual más reducido, menos lo hará ahora.
Es dueña de una fortaleza imbatible a sus 18. Mañana será otro día. Mientras tanto, ella recurre al habitual ejercicio que le motiva a preservar la esperanza y valorarse a sí misma: releer la historia de Garrincha. Las fallas físicas que tuvo la leyenda brasileña han sido un estímulo para Montserrat, quien hace de su “defecto” una gran virtud.
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Si los entrenadores se tomaran un tiempo para observarla jugar, seguro la firmaban de inmediato. Es una extraordinaria lateral derecha. Ataca y defiende. Además, tiene toque para centrar con precisión en beneficio del rematador; su hermano es goleador gracias a lo que se ha entrenado con ella.
Bastante ha trabajado Montserrat con su ojo izquierdo para dominar su posición. Sus oídos también son fundamentales porque son la guía cuando baja para recuperar la marca; su papá ha sido su cómplice para pulir este aprendizaje con indicaciones como “bola arriba”, “rival atrás”, “ya descolgó”.
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“Con los pies mirando hacia dentro y con una pierna seis centímetros más corta que la otra, tampoco acompañaba a creer que ese tipo estuviera hecho para darle patadas a un balón”, lee Montserrat acerca de Garrincha en un artículo publicado en Apuntes de Rabona.
Al rato tiene partido. Vestirá su adorada camiseta con el número «2» que tanto dignifica cuando juega en el equipo de su hermano. Pero antes de eso, primero Garrincha, primero un abrazo al sueño de futbolista.
Por Elías Leonardo / @jeryfletcher