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A casi cinco años de los terribles acontecimientos que se suscitaron entre la noche del 26 de septiembre y la madrugada del 27 de septiembre del 2014 en Iguala, Guerrero. Las respuestas que aún buscamos, frente a las muchas preguntas que nos surgen sobre la tragedia de Ayotzinapa, parecen haber quedado en el olvido. Por si fuera poco, parece quedar fuera la narrativa de lo sucedido con los jugadores de: Avispones de Chilpancingo.

Los hechos 

Viajando de regreso a la capital del Estado de Guerrero, donde defienden sus colores como locales. Los Avispones volvían a casa con un contundente triunfo de 3-1 frente al equipo de Iguala, partido que marcaba su debut en la Tercera División nacional. Sin embargo, ni los jugadores, ni el cuerpo técnico, se imaginaron el tercer tiempo que vivieron en el recorrido a casa.

En el tramo de la carretera Iguala-Chilpancingo. Los Avispones fueron emboscados, por lo menos en dos ocasiones por hombres encapuchados, quienes abrieron fuego y sacaron del camino al camión que transportaba al equipo. Confundiéndolos con los alumnos de la Escuela Normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa.

Entre las declaraciones oficiales, los servicios periciales contabilizaron que en la escena había por lo menos 200 casquillos percutidos alrededor del camión del equipo de futbol.  El equipo también sufrió una emboscada como si se tratase de una estrategia guerrillera, en su vista a Iguala.

Por si esto fuera poco, en la escena fallecieron tres personas: el jugador David Josué Evangelista, a quien sus compañeros apodaban «el zurdito». El chofer del autobús y una mujer que se transportaba en un taxi y quien por la cercanía a la escena también perdió la vida.

Avispones: una exigencia de justicia 

En el momento en el que me invitaron a colaborar en esta plataforma, así como cuando tome la determinación de escribir de futbol. Decidí buscar los puentes para tender un diálogo con los lectores para explicar la relación indisociable entre el balompié con la cultura.

Exprimir, como quien exprime la última gota del limón, la narrativa futbolera y contar por qué este deporte trasciende las canchas. Poner en palabras, por qué imagino que un solo de saxofón de Coltrane puede asimilarse a la cabalgata de Maradona, cuando llevó la pelota desde la media cancha para anotar uno de los goles más icónicos de la historia.

Narrar el parecido que junta mi cabeza entre las pinceladas que dejó Zidane poniéndolas en un mismo plano con los trazos de un cuadro de Wermeer. Expresar por qué pienso que la literatura de Bioy y Borges se me figuran algunos días a la prosa que hila un contragolpe desde la cancha propia.

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Pero hoy, a casi cinco años de la derrota más triste que sufrieron los Avispones, me siento obligado a recordar que mi país sigue entintado de rojo. Que el futbol se mancha de sangre como síntoma de la ola de violencia que tiene sumergido y revolcado a un México que sigue llorando sin encontrar a miles de desaparecidos.

Es una infamia que un chico de 15 años, quien buscaba no más que embocar el balón de zurda en la portería para ganarse la vida, pierda la vida por un cálculo fallido que termina por carcomer no solo al deporte sino al tejido social.

Estas líneas pretenden ser no más que un homenaje al equipo que tuviese que meter a David Josué Evangelista en la lista de bajas por la trágica situación que les tocó vivir  el 26/27 de septiembre de 2014; esa fecha compartida de dos días ennegrecidos por un trágico episodio más en la epidermis de la Historia nacional

El futbol, como expresión de la cultura misma, lo entiendo como momentos en la vida de toda persona que pueden fungir como mapas. Lugares en el segundero del universo que aboguen por la formación profesional, sentimental y espiritual de la plenitud de un ser humano.

Quizá si la empresa futbolera dejase de ser el negocio de corruptelas, y se estableciera una institución transparente con fines formativos y deportivos. A corto, mediano y largo plazo podríamos considerar al futbol como una herramienta fuerte para hacer frente a la violencia, más allá de añorar el quinto partido mundialista.

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El futbol como una rama inquebrantable en el árbol nacional que, más allá de ser la epítome de “arreglos” y movidas. Donde jóvenes de tercera división pagan cuotas para jugar algunos minutos en divisiones superiores, Donde barras bravas pueden herir de muerte a un seguidor del equipo rival, o donde, las mujeres aún no cobran el papel protagónico que merecen en el panorama futbolero nacional.

Mi intención es evitar que un equipo de futbol, y más aún, que un grupo de personas se salve de quedarse en la amnesia o fuera de la narrativa de la tragedia sucedida hace algunos años; hombres y mujeres que merecen voz y lugar en el debate nacional. No me voy a cansar de recordar, así como todas las víctimas, a los jugadores de este equipo quienes afrontaron el partido más complicado de su vida en una de las madrugadas más tristes del México contemporáneo. La noche triste del futbol nacional.

A finales del siglo XIX el compositor ruso Nikolái Andréyevich Rimski-Kórsakov nos regaló su famoso interludio “El vuelo del abejorro”. El paralelismo me suena evidente, aunque en el caso de los Avispones guerrerenses la pieza, desafortunadamente, es un Requiem.

 

Por: Santiago Hernández / 

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