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Recreo

Antes del 30 de agosto de 2021 habían pasado 17 meses en los que las clases se mantenían mayoritariamente detrás de pantallas. Para las infancias no solo se detuvieron las actividades escolares, también las recreativas, salir al recreo a jugar quedó atrás. “Los niños me preguntan ¿Cuándo nos va a dejar jugar? ¿No nos va a dejar jugar? ¡Ándele un ratito, por favor!” cuenta Maciel Benitez, directora de la primaria Las Américas en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. 

¿La decisión correcta?

El regreso a clases en México sucedió en medio del debate entre abrir o no las aulas. Esto debido a posibles riesgos de contagios, falta de agua y daños a la infraestructura en escuelas, y la necesidad de reintegrar la educación presencial e interacción social entre infancias. Actualmente, en el país hay más de 135 mil escuelas abiertas. 

En la primaria Las Américas, como en otras escuelas de México, el contacto está marcado por una distancia de un metro y medio entre bancas y pupitres. Como medidas de prevención, durante el receso los niños tienen que sentarse obligatoriamente a comer, no pueden correr detrás de otros ni jugar como lo hacían antes de la pandemia.

Hay aspectos que previamente se veían y ahora no, así lo señala Maciel: “Antes tú como alumno sabías si jugabas o comías; o si jugabas y comías al mismo tiempo. Siempre pasa que los que juegan futbol patean el balón con un pie y en la mano traen la torta. Ahorita eso no pasa”. 

El balón dejó de correr

En la escuela, ese espacio de recreación y enseñanzas de vida, lo que antes era cotidiano ahora parece improbable: hablar de frente, estar cerca de las personas, decir secretos. Prohibido acercarse y abrazar. Desde la llegada de la pandemia lo que antes se consideraba ordinario pasó a ser extraordinario. 

La escuela presencial estuvo en pausa y el futbol escolar también se detuvo, junto con los momentos de motivación y compañerismo que hay detrás de patear un balón. Christian (siete años), juega de portero y nos contó: 

“Lo que más extraño de jugar futbol son mis amigos”.

Jugar e imaginar: soñar

El futbol ayuda a crear habilidades sociales para trabajar en conjunto por un objetivo, ya sea meter un gol, ganar una final o no perder en una “reta”. Denisse (seis años), disfruta también del balón y nos cuenta porqué:

“Me gusta jugar futbol con mis primos porque a veces apostamos cosas de la tienda y ganamos”. 

En salud y deporte, programa de Canal 14, Daniela Rochin, Licenciada en Psicología,  señala que “el futbol tiene beneficios en la salud mental como aprender a trabajar en equipo, motivación interna y externa, comunicación y liderazgo”. Es el caso de Christian:

“Me emociona jugar futbol y aventar el balón al aire. El recuerdo que tengo jugando futbol es un partido con mi amigo Saltiel en el que le pasé el balón, él metió gol. Ganamos y las chocamos”.

El futbol es un ejercicio que promueve habilidades motoras, atención y creatividad. Durante el juego no solo hay diferentes cambios de ritmo, movimientos de cintura y cadera, también se pueden desarrollar diferentes habilidades de aprendizaje. Maciel Benitez señala: “Si nosotros sabemos guiar a los niños podemos enseñar matemáticas, ángulos, fracciones, y fomentarlo con futbol”.

La creatividad en el juego es infinita en todos los aspectos. Si no hay una cancha las porterías se inventan con piedras, suéteres o sudaderas. Entonces la prenda se convierte en un poste y el travesaño se mide de acuerdo a la altura del portero. El gol vale si es por debajo de la cintura o si quien paraba podía alcanzar la pelota. A pesar del posible regaño, las hojas del cuaderno se unen con diurex y se convierten en una pelota. El balón bien puede ser una tapa o un botella vacía de Frútsi.

Conocer a partir del balón

La escuela y el futbol. El futbol y la escuela. Un paralelismo del que uno aprende del otro. El balompié, en ocasiones, es un motivo o inspiración de aprendizaje. “Me tocó en un quinto grado, en el que utilizamos los países del Mundial para averiguar las banderas y las capitales de los países”, señala Maciel Benítez.

Cada cuatro años en un Mundial, se unen diferentes disciplinas: geografía, historia, política, matemáticas, por nombrar algunas. La base de aprendizaje es un partido contra la selección del país o bien una estampa de futbol del álbum Panini (y soñar con las faltantes). Un intercambio entre amigos, el número de un jugador, el valor de un escudo. Conocer Europa, África, América, Asia, Oceanía a partir de estadios. Decidir entre cargar o no el álbum a la primaria, correr el riesgo de que te lo quiten, pegar estampas, presumir el sticker de un jugador. 

Es posible aprender a partir del deporte y el movimiento como señala Maciel Benítez. “Son quienes siempre traen la pelota en los pies porque su tipo de aprendizaje es kinestésico. Ponen atención mientras tienen la pelota, si les quitas el balón solo van a pensar en la pelota de vuelta”. 

En medio de la tercera ola de contagios de COVID, el regreso a clases en México no es el mismo que los anteriores. Esta vez es con distancia, cubrebocas, lavado de manos y sin acercamiento. Sin jugar futbol o deportes de contacto. Sin embargo, tarde o temprano esta pandemia acabará y se volverán a escuchar los gritos de festejos y los abrazos de gol como los de Christian y su amigo Satiel. O la emoción por ganar un partido que tiene Denisse. Los alaridos y satisfacción que pudieron ser los de cada persona a esa edad. En la que se concibe la vida y el mundo con la pelota en los pies o siempre en la mente.

 

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Por: Maggie Morett / @MorettMaggie

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