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México campeón de la Confederaciones

Cuauhtémoc esperó llegar el balón, enganchó hacia adentro dejando en el camino a su marcador, y sacó un disparo esquinado a quemarropa del arquero brasileño. El abarrotado Estadio Azteca explotó en júbilo. Las más de cien almas, festejando y abrazadas las unas con las otras no lo pueden creer. El 4-2 puesto por el 10, les estaba dando, de momento, el título de la Copa FIFA Confederaciones. Acabó el partido, y el país celebró la consecución de uno de los torneos más trascendentes que ha levantado la Selección Azteca. 

Panorama Internacional 

La represión serbia en Kosovo llegó a un punto crítico. La OTAN en una decisión polémica, bombardeó Yugoslavia. De esta manera le dieron fin a la Guerra de Kosovo. Mientras Boris Yeltsin dimitió como presidente de Rusia; Fernando de la Rúa tomó el control como ejecutivo en Argentina, un político radical y conservador. 

En Venezuela, como antesala de lo complicado que sería el nuevo siglo para el país de la vino tinto, desastres naturales, en la zona de Vargas dejaron a más de veinte mil personas fallecidas, aunque se habló de muchas más. A la par que Eileen Collins se convirtió en la primera mujer en comandar una misión espacial; el 24 de julio del último año del milenio la pelota rodó en tierras mexicanas para dar inicio a la Copa Confederaciones

La unión más linda

Cada vez que once futbolistas se ponen la indumentaria del tricolor, la afición se desvive por ellos, las ilusiones de lograr ver a México en lo más alto del orbe futbolístico se renuevan. Y es comprensible, porque la pasión por el combinado nacional no entiende de razones y mucho menos de fracasos pasados. Toda disputa internacional, es borrón y cuenta nueva.

Para el último torneo internacional organizado por la FIFA del siglo pasado, se eligieron como sedes a la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Aunque días antes del torneo, los del norte declinaron la invitación; dejando al Estadio Jalisco y Estadio Azteca, vía libre para llevar a cabo la Copa Confederaciones. 

En el primer grupo de la competencia fue emparejado México, el campeón de Concacaf; Arabia Saudita, campeón asiático;  Egipto, campeón africano y Bolivia, subcampeón de la Copa América.

Manolo Lapuente fue el encargado de dirigir a una Selección Mexicana llena de talento joven, con: Rafa Márquez, Pavel Pardo, “Cabrito” Arellano y, por supuesto ,el gran ídolo de la afición, Cuauhtémoc Blanco. Sin embargo, el sector veterano del combinado, con hombres experimentados como, Jorge Campos, Claudio Suárez, Ramón Ramírez y Alberto García Aspe, también ayudó a Lapuente a conformar un equipo de época que prometía y mucho.

Sin lábaro patrio

La marca Garcís, que se encargó de vestir a México para el torneo, lanzó una polémica playera con el escudo nacional en el pecho, en busca de emular a la usada con el calendario Azteca, en el Mundial de un año antes. La indumentaria fue echada para atrás, ya que no se permite usar algún lábaro patrio con fines comerciales. Acabaron por usar el escudo de la Federación Mexicana de Futbol. 

De del barrio para el mundo

Con shorts rojos, más de 30 grados de temperatura y un Estadio Azteca a reventar, los locales se enfrentaron a Arabia Saudita, en el juego inaugural. Arrancó el juego y el dominio mexicano fue evidente. Antes del primer cuarto de hora, Blanco abrió el marcador después de un pésimo rechace defensivo de los asiáticos.

Al 19´, gracias a un remate fácil de cabeza, «el Divo de Tepito” puso el segundo. Apenas dos minutos después, José Manuel Abundis recibió al borde del área e imprimió un zapatazo espectacular que se coló en la horquilla. 

La afición no paró de disfrutar del buen futbol, en el último torneo de la gloriosa época de los noventa para la selección. Mientras tanto, Arabia Saudita intentaba con más corazón que ideas. El timonel mexicano con su boina se veía tranquilo disfrutando de su cigarro. Para el segundo tiempo, la visita acortó distancias, pero poco importó, Cuauhtémoc se vistió de crack y con dos dianas más, firmó el único póquer de su carrera. 

Aztecas y faraones 

Días después, la segunda jornada midió a México contra Egipto, esta vez de noche. De nuevo al cuarto de hora, Pavel Pardo se vistió de artista, para después de recibir un “taquito” de Blanco fuera del área, mandarla a guardar tras golpear en el travesaño. Se veían faraones en la fila 26 del coloso, mientras tanto, Ramón Ramírez dejó ver su mágico golpeo de zurda. Antes del final del primer tiempo, Germán Villa le puso una pincelada de centro a Abundis, quien la mandó a guardar de cabeza. 

El segundo tiempo fue una verdadera pesadilla para el arco defendido por Jorge Campos. Una innecesaria falta de Aspe y Villa sobre Youssef derivó en el descuento. El capitán cobró, Campos escupió y el histórico Ahmed Hassan la empujó. El Azteca chiflaba cada que el balón pasaba por la manos «del Brody”, situación que derivó en una barrera mal colocada y un partero desconcentrado. Los africanos, de tiro libre, empataron el juego. Cada equipo se llevó un punto, pero los faraones se llevaron los “olés” de la afición. 

¿Y el espectáculo?

El último partido de grupos emparejó a los de Lapuente con Bolivia. Para extrañeza de todos, Claudio Suárez y compañía, salieron vistiendo la indumentaria blanca. Remates de Abundis, escasa llegadas sudamericanas y Blanco divirtiéndose tras dejar a varios bolivianos en el camino, resultó en un primer tiempo bastante aburrido.

Para la segunda parte, Márquez se anticipó al primer poste y peinó para el cierre de Palencia, quien logró empujar la redonda. El Coloso de Santa Úrsula despertó del agotador primer lapso. Ni la entrada de Etcheverry, uno de los talentos más grandes en la historia del balón boliviano, pudo aportar para entregar algo más de espectáculo. México ganó, la afición perdió y las dudas hacía el equipo de Lapuente estaban más despiertas que nunca. 

Orgullo

México clasificó como primer lugar de su grupo con siete puntos, y en semifinales se midió contra su némesis, Estados Unidos. Entre una lluvia de patadas a Cuauhtémoc Blanco, llegadas más caras de la selección de las barras y las estrellas y posición dividida, el partido se fue al alargue. No fue hasta el minuto 96´de tiempo corrido que Miguel Zepeda fue habilitado en fuera de lugar y mandó un centro, que tras un mal rechace de la defensa, quién más sino el 10, la mandó a guardar. México se disputaría la gran final ante Brasil, tras clasificar gracias al gol de oro. 

Potencia sin estrellas

Por otro lado, muchos erróneamente recuerdan a Brasil, como una selección bastante mermada, con el fin de menospreciar el campeonato, Pero a decir verdad, era un equipazo: Dida, Emerson, Zé Roberto, Flávio Conceição, Serginho y sobre todo un joven Ronaldinho que ya empezaba a avisar de su futuros éxitos, como siempre con una sonrisa, que enamoró a propios y extraños. Sin embargo, quedaron ausentes de la lista, las grandes figuras de la verdeamarela: Cafú, Roberto Carlos, Ronaldo y Romario, los nombres que un mes atrás levantaron la Copa América

El gran favorito

Brasil disputó todos sus encuentros en el Estadio Jalisco, menos la final, tal como lo hizo Pelé, 29 años antes en la Copa del Mundo. Abrieron el grupo B, contra la Alemania de Michael Ballack, y el cinco copas Lothar Matthäus. Sin embargo, Brasil no tuvo piedad para aplastar a la campeona de Europa, 4 por 0. De esta manera, se apuntaron como los grandes favoritos.

En el segundo partido los midió contra Estados Unidos, quien no les puso mayor inconveniente. Los de amarillo con un juego a medio gas, se llevaron los tres puntos. Nueva Zelanda fue la última víctima de los sudamericanos. Brasil se apuntó en la final tras vencer ocho por dos a Arabia Saudita, toda la magia, alegría y sonrisa de Dinho se dejaron ver en Jalisco aquel día. Anotó su primer triplete de ocho en toda su carrera. 

Una cita con la historia

El 4 de agosto de 1999, los dioses del futbol se dieron cita en el Coloso de Santa Úrsula, para en los pronósticos ver una aplastante victoria de los brasileños. México que no estaba ni de cerca en su mejor nivel, contra una Brasil que para nada era un flan.

Manolo Lapuente mandó a los mejor que tenía: Campos en el arco, Ramírez y Carmona por las laterales; Claudio Suárez y Rafa Márquez en la saga; Germán Villa, Miguel Zepeda y Pavel Pardo se adueñaron del mediocampo, delante de ellos, el tipo de creatividad, Cuauhtémoc Blanco; y para hacer los goles, Juan Francisco Palencia y Abundis

Todo México se detuvo para con un Estadio Azteca abarrotado con más de cien mil espectadores, estar atentos de lo que nuestros once guerreros pudieran hacer en el rectángulo verde. Al punto de las nueve de la noche comenzó el partido.

El cronómetro marcaba 12 minutos, Blanco cedió a Zepeda, quien la prendió y con colaboración del arquero, el estadio gritó el primero. A la media hora de juego, “el Divo de Tepito”, recuperó el balón tras una mala salida del cuadro rival, asistió a Abundis quien disparó de zurda y la puso pegada al poste. México ya ganaba dos por cero. 

Mitos y resurrecciones

Un clavado de Dinho dentro del área que árbitro compró como penal, sirvió para que la visita acortara distancias antes del descanso. Aunque, antes del descanso, Brasil empató y los fantasmas empezaban a surgir.

Ya en el segundo tiempo, el equipo necesitaba de su 10, el tipo de carácter y sangre caliente. Cuauh impulsó a los suyos, les devolvió el alma al cuerpo y el futbol a los pies. Zepeda tras una serie de rebotes en el área volvió a adelantar a los locales. El Azteca se convirtió en el jugador 12, un verdadero coliseo de emociones. 

Al cuarto de hora del segundo tiempo, se inmortalizó el momento más recordado en la historia del futbol mexicano. México recuperó en zona baja y encabezó un contragolpe relámpago. Villa robó, cedió a Márquez que con un cambio de juego, dejó solo a Blanco. Al más estilo del barrió recortó y le pegó. La hinchada explotó, la selección cerró filas; y México logró el título más importante de su historia.

Ver más: México contra Brasil en la Copa Confederaciones 1999 – Archivos de Rabona

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Por: Diego Albarrán / @diego_cuba08

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