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Rui

Cuando hablamos de futbol y Portugal lo primero que viene a la mente es Cristiano Ronaldo o incluso Hélder Postiga. Si retrocedemos un poco en el tiempo desfilarán nombres en el recuerdo como Eusebio y Nené. Pro al indagar en una de las mejores épocas del futbol lusitano –después del subcampeonato en la Eurocopa de 2004–, nos encontramos con la Generación de Oro, aquella que ganó el Mundial Sub 20 de 1991 y en la que destacaron Capucho, Jorge Costa, Emílio Peixe y João Pinto. Todos ellos bajo la sombra de dos grandes: el inolvidable Luis Figo y la promesa Rui Costa.

Rui Costa, un jugador que sin tantos reflectores ni títulos demostró en cada partido su nivel de juego.

El amor por la pelota de uno de los 10 máximos anotadores con la playera de Portugal comenzó a los cinco años, cuando empezó a jugar en un equipo de futbol sala. Fue poco el tiempo antes de dar el gran salto al empastado. A diferencia de muchos grandes jugadores que vivieron decepciones, negativas, largas esperas y rechazos, Rui Costa fue aceptado casi de inmediato cuando se probó con Benfica.

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El mismo Eusebio, uno de los más grandes representantes del futbol portugués, fue quien descubrió y reconoció en sólo diez minutos de entrenamiento el gran futuro que deparaba en ese niño con apenas un lustro de existencia.

Durante un periodo de trece años defendió los colores de las Águilas y se enamoró de la institución. 1990 no sólo fue el inicio de una nueva década, también significó cambios importantes en la carrera de Rui Costa. Fue cedido en préstamo al Fafe y, a su regreso con Benfica en 1991, ya era parte de un equipo que llenó de esperanzas y buen futbol a los portugueses tras alzarse con la Copa del Mundo Sub 20 en tanda de penales contra el mismísimo Brasil. Como era de esperar, el tiro decisivo lo acertó Rui Costa. Un jugador que sin tantos reflectores ni títulos demostró en cada partido su nivel de juego.

Los diarios comenzaron a ubicarlo en las páginas centrales y, con el tiempo, el indiscutible 10 se reprodujo en las portadas. Eso sin mencionar las incontables pláticas en las que se convirtió en protagonista. Apenas dos años después de la conquista internacional ganó la Copa de Portugal y consecuentemente la Liga. Sin embargo, la relación con el equipo que lo vio crecer tuvo una ruptura a partir de los problemas económicos del club. Rui Costa ayudó a la solvencia de su equipo con su venta a Fiorentina.

La nueva aventura duró siete torneos, una Copa de Italia y también la Supercopa local. Cada final de temporada los rumores lo colocaban en los grandes de Europa. Incluso se decía que Barcelona estaba interesado en él, pero una vez más fue un asunto de dinero lo que provocó su salida. Con la quiebra de Fiorentina en 2001, la leyenda lusitana se incorporó a las filas de Milan, pero sólo quedaron unos años de gloria, pues la llegada de Kaká significó la banca para Rui Costa. No obstante, el joven brasileño ha declarado que Rui es uno de los jugadores que más enseñanzas y consejos le dio. Un gesto de nobleza y profesionalismo que antecedió el retiro.

Y como todo comienzo tiene su final, la carrera como futbolista de Rui Costa lo tuvo con broche de oro. En 2006 regresó a Benfica para devolver un poco de todo lo que le dejó la escuadra que lo fichó cuando apenas era un niño y en menos de dos años recordó en los aficionados el sentimiento de pertenencia con el que –tanto los de adentro como los de afuera de la cancha– se identificaban.

Por: Obed Ruiz/@ObedRuizGuerra

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