Siempre te veía cuando era niño y quería ser como tú. Quería cambiar mis zapatos lustrados y el pantalón a rayas de mi uniforme por un jersey amarillo mezclado con vivos rojos, verdes o azules, al estilo del surfer acapulqueño que no tenía miedo nunca de desafiar las más feroces olas. Ni a los delanteros más letales del mundo en aquel entonces. La última hoja de mi cuaderno de tareas siempre estaba destinada a dibujar de manera burda una camiseta tan colorida como la tuya y a resaltar con un crayón tu nombre y tu número.
La marca de Jorge Campos
Fuiste parte de una generación emblemática y fantástica sin duda. Creciste entre la fina arena de las paradisíacas playas de Guerrero, entre la marea brava de la tarde y los sublimes amaneceres del Océano Pacifico mexicano. Tu vida iba y venía de playa en playa: de La Quebrada a la Costera Miguel Alemán, con solo un balón de por medio.
Después de un tiempo la vida te llevó por caminos que nunca imaginaste; lejos de casa, aunque nunca te olvidaste de Acapulco. A veces rondabas por el sur de la Ciudad de México, con el puño en alto y alternando de portero a delantero, con un jersey blanco con un icónico puma al frente, viviendo la locura en su máxima expresión en el rectángulo verde. También fuiste parte del último título de liga celeste, allá por 1997, en ese mismo equipo donde militaba Óscar Pérez y Carlos Hermosillo.
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Enfrentaste a grandes genios del futbol, como a Batistuta y a Simeone en la Copa América de 1993; a Stoichkov en 94 y a Klinsmann en 98. La Holanda de Seedorf, Davis, Cocu y De Boer siempre supo que estaba ante un prodigio de la portería y ante una selección con mucho corazón.
Diste la cara por el equipo, y aún recuerdo tu sonrisa y a tus guantes tomando distancia para lanzarse eufórico sobre la Copa Confederaciones en 1999, previo a dar la vuelta olímpica. Aquella, sin lugar a dudas, fue una proeza. La gran batalla que “Don Manolo” y sus muchachos le dieron a Brasil en la gran final.
De los Super campeones a Putin
En algún momento también enfrentaste a Tsubasa Ozora y Kojiro Hyuga (Oliver Atom y Steve Hyuga) en tu modo de animé como Ricardo Espadas, en una de las versiones de Súper Campeones. Realmente siempre fuiste un fuera de serie, tanto en la portería como en la narración; un genio y una figura, la estampa que todos queríamos tener en nuestro álbum. Una pieza fundamental en los esquemas de Mejía Barón rumbo al Mundial en tierras gringas.
Solo Jorge Campos Navarrete es capaz de tomarse una selfie mientras sonríe y posa al lado de Vladimir Putin y le extiende la mano para saludar feliz al controvertido político ruso y ex agente de la KGB.
Como siempre pasa, el único que pudo contener las andanzas de este gran guardameta fue el tiempo, que poco a poco fue mermando sus colosales atajadas y haciendo más sobrios sus psicodélicos colores para vestir. Fue así como en el Mundial de 2002 el héroe de La Quebrada pasó a ser el tercer arquero de aquella justa en la nomina de Javier Aguirre.
Al reloj no se le puede ganar. La marcha no se detiene y aunque ahora solo podemos ver las atajadas de nuestro héroe en youtube y escuchar sus comentarios en algunos partidos de futbol.
Los noventas
Fue una era de grandes arqueros, de grandes referentes mexicanos. Desde Adrian Chávez, Hugo Pineda, Olaf Heredia o Nicolás Navarro, que ya tenían algún recorrido en otras temporadas hasta Oswaldo Sánchez, Oscar Pérez, Adolfo Ríos, Alán Cruzo o Mario Albarrán. Fue la época en la que pasamos de torneos largos a torneos cortos, de Magneto a Mercurio, de 24 equipos en mundiales a 32, aquellos años en los que el Play Station y el N64 fueron los reyes del mundo.
Los años noventa marcaron al futbol mexicano y al mundo con la llegada y consolidación de un astro nacido en Acapulco, al nivel del mar, entre palmeras y caletas, entre pescadores que se ganan la vida desafiando las aguas. Entre atunes, huachinangos y sardinas, un hombre sencillo y carismático se forjaba para ser el sucesor de Pablo Larios Iwazaki.
Sin duda la vida era más sencilla en aquellos tiempos para muchos de nosotros. Nuestra existencia consistía en ir a la escuela, jugar futbol, coleccionar el álbum de figuras del Mundial de Francia 98 y alegrarnos porque la maestra llevaría un televisor al salón para ver algún partido al día siguiente.
Todos nosotros vimos sus espectaculares lances de los mundiales de 94 y 98, todos nosotros salíamos con mucho entusiasmo al recreo a jugar, a ser como él. Olvidábamos comer nuestra torta y beber el contenido de nuestro cilindro del Pato Lucas o del Conejo de la suerte. Eran recreos inolvidables, donde el 6to A y el 6to B se daban el lujo de alinear a Jorge Campos en la portería de manera simultánea. A veces jugaba “El Conejo” a veces José Cardozo, Ronaldo Nazario y Luis Hernández.
La infancia
Fue realmente increíble. Días de jugarnos el todo por el todo en el patio de la primaria, donde la mayor consecuencia que podíamos tener era que el maestro te castigara el balón por jugar donde no debías o por tirarle el café a alguien. Eran días de sol, jornadas donde teníamos en la mente las tablas de multiplicar y no olvidar comprar la biografía de algún insurgente en la papelería.
Al llegar a casa la historia no cambiaba. Abrías orgulloso la puerta después de haber entregado tu alma en un gran juego y derrotado al rival. Pero tu madre no pensaba igual. A ella no le importaba que los del “A” le ganaron a los del “B” ni que fueras Jorge Campos. Su enojo por la forma en que rompiste el pantalón mientras jugabas le hacían llamarte por tu nombre completo y reñirte.
Goles son amores, las atajadas son historia, en la memoria de la afición mexicana siempre existirá un recuerdo de un hombre que pudo desafiar a las fronteras y sortear las olas más bravas, vestido de forma peculiar con llamativos uniformes, de lances felinos y olfato goleador. Efectivo a la hora de atajar, exacto al despeje y frío para encarar y salir jugando, de finos toques. De la Copa América a la Copa del Mundo, de la Copa USA a la Copa Hong Kong, de la Liga MX a la MSL, de la portería a la delantera, así fue Jorge Campos.
Por: Carlos Eduardo Silva / @saga0003