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Eduard Streltsov

“Me he dado cuenta de que
la esperanza casi nunca
va ligada a la razón;

está privada de sensatez,
creo que nace del instinto”.

(Vasili Grossman)

Mirada melancólica y un andar desquebrajado, aunque mantenía aún el balón a sus pies. Eduard Streltsov, el soviético que cuando jugaba parecía recuperar el aliento, la vida, el alma. El futbol selló con fatalidad su destino.

Genio del balón

El 21 de julio de 1937, nació en Perovo, Moscú, Eduard Anatólievich Streltsov. Hijo de Anatoly Streltsov, quien fuese soldado de primera línea y oficial de reconocimiento, y de Sofia Frolovna. Desde pequeño, Eduard encontró en el futbol algo más que un deporte, pues le permitió hallar un camino para olvidarse de la realidad bélica en la que se encontraba sumergida su nación (la Gran Guerra Patriótica 1941-1945, Guerra Fría 1947-1991).

Pronto su pasión por el balompié, así como sus habilidades innatas le llevaron a las filas del Club Frezer, escuadra regional de Perovo. Sin embargo, fue hasta el año de 1953 cuando su genialidad maravilló otros ojos fuera de su ciudad natal. Es precisamente en esa fecha cuando el equipo de las inferiores del FC Torpedo Moscú —equipo de la fábrica de automóviles ZIL—, se enfrentó en un juego amistoso al Frezer. Vasily Provornov, timonel del equipo rival, quedó asombrado ante la estética, fuerza y rapidez con que el joven delantero Eduard jugó aquel partido. Terminó por ser fichado por los moscovitas con tan solo 16 años de edad.

La emoción llegaba hasta la catarsis para quienes ya habían podido contemplar a aquel adolescente sobre el rectángulo verde. Su conducción y drible cual torbellino se complementaban más que a la perfección con una puntería que, en muchas ocasiones, encontraba destino en las redes rivales. Pero también había algo en él que llamaba en demasía la atención, si bien se desempeñaba como un atacante nato, esto no le impedía construir jugadas que concluían en pases de gol para sus compañeros.

Tales dotes no hicieron más que encaminarlo hacia el primer equipo del Torpedo Moscú. Fue durante la temporada 1953-54 cuando se dio el ansiado debut de manera profesional en la Primera División de la Unión Soviética. Pronto aquel chico de 16 años se hizo con la titularidad, su futbol resultaba indiscutible.

Rebeldía con y sin el balón

La irrupción de su genialidad no pasó inadvertida para el entrenador Gavriil Kachalin, quien lo convocó en 1955 para vestir los colores de la selección nacional de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (su acrónimo es CCCP). Eduard debutó ante el cuadro nacional de Suecia, a quien le marcó tres goles. El ariete tenía 18 años de edad.

Durante la temporada de 1955-56, el delantero fue galardonado como el máximo anotador de la liga soviética. Anotó un total de 27 goles en los 44 partidos que disputó.

Aunque, además de su genialidad, parecía que ésta no podía andar sola, por lo que la rebeldía le acompañaba. Actitud que no solo le era natural dentro del campo, sino también fuera de él. Así como se hizo reconocible por su trato con el balón, también lo fue por sus excesos, o al menos eso retrató el periódico Pravda (diario oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética):

“Tiene la enfermedad de una estrella: fuma, bebe, provoca peleas”. 

Y no solo fue criticado por beber vodka, salir a fiestas y dejarse ver públicamente con diferentes parejas, también por su aspecto físico, específicamente por su vestimenta y peinado emulando a James Dean. Tal parecía que al régimen comunista no le agradaba que un referente deportivo se mostrara indisciplinado y con “gustos occidentales”, pues resultaba ser algo por completo contrario a la ideología oficial. Eduard fue advertido por amigos y compañeros que no sería conveniente para él “desafiar” a los líderes, sin embargo decidió continuar siendo libre.

Los títulos que nunca llegaron

Llegaron los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, y entre el seleccionado soviético figuraron: Lev Ivánovich Yashin (portero), Ígor Aleksándrovich Netto (defensa), Valentín Kuzmič Ivanov (delantero) y, por supuesto, Eduard Streltsov (delantero). Estas piezas resultaron medulares para que el cuadro nacional avanzara fase a fase: vencieron 2-1 a Alemania Federal, ganaron 4-0 a Indonesia; derrotaron 2-1 a Bulgaria. De tal manera que lograron instalarse en la final. En cada uno de los juegos el joven atacante resultó decisivo, sin embargo, no jugó la final.

No se sabe con certeza lo que motivó al técnico Gavriil Kachalin, aunque se especula que Nikita Serguéievich Jrushchov —líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) de 1955 a 1964—, fue quien solicitó directamente su inhabilitación en el último partido.

El lugar de Eduard fue ocupado por el atacante del FC Spartak de Moscú, Nikita Pávlovich Simonián. La consecuencia directa para Streltsov por tal decisión, fue el no recibir la presea de oro, ya que el Comité Olímpico solamente la otorgaba a quien hubiese jugado la final.

En el libro Detrás de la cortina: viajes en el fútbol de Europa del este, del periodista Jonathan Wilson, Nikita Simonián reveló que buscó a Streltsov para darle la presea, pues a su parecer él era quien la merecía por todo lo hecho durante el certamen. Aunque la respuesta que recibió por parte de su compañero fue contundente: “No te preocupes, voy a ganar muchas más”.

Tras conquistar la medalla olímpica, la selección de la CCCP fue recibida en el Kremlin de Moscú por el Partido Comunista, quien les preparó una fiesta. Ahí, el originario de Perovo coincidió con Yekaterina Alexeyevna Furtseva, quien era considerada la mujer más poderosa de la URSS, pues en ese entonces fungía como secretaria general del régimen comunista.

«Desafiar» al régimen

La líder política no dudó en acercarse al ariete soviético, con la consigna clara de presentarle a su hija, Svetlana, quien se encontraba enamorada de él, y buscar formalizar una relación entre ellos. Streltsov se negó, advirtiendo que tenía novia. Sin embargo, al transcurrir las horas del festín y unas cuantas copas encima, dijo a algunos de sus compañeros: “Jamás me casaría con un mono” y “antes de casarme con ella me suicido”. Frases que llegaron a los oídos de Furtseva. 

A pesar de todo y todos, Eduard transpiraba arte como pocos cuando su andar se encontraba en el césped. Resulta más que irónico establecer que si bien las cúpulas de la URSS le detestaban, también añoraban el querer tenerlo en sus filas, entre ellos: el Professional Football Club – Central Sports Club of the Army Moscow (PFC CSKA Moscú, por sus siglas en ruso), club vinculado directamente con el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, así como la escuadra FC Dynamo Moscú, relacionada con el Comité para la Seguridad del Estado (KGB, por sus siglas en ruso).

Sin embargo, el joven delantero siempre descartó toda posibilidad de dejar al Torpedo. Tal decisión provocó aún más el descontento de las cúpulas gubernamentales, así que ya no solo comenzaron a observarle en los partidos, sino también fuera de ellos.

El régimen comunista enarboló informes, mismos que terminaron siendo desclasificados con el tiempo. En ellos apuntaron: “Según una fuente fiable, Streltsov le dijo a sus amigos en 1957 que siempre sentía pena de regresar a la Unión Soviética cuando volvía de algún viaje al extranjero”. Recordando que, de acuerdo al régimen, ningún futbolista soviético podía jugar con algún equipo que no fuera de la liga local. 

Para el año 1957, la manera de jugar de Eduard encantaba a seguidores y detractores futbolísticos. De hecho, quienes habían visto ya jugar a Edson Arantes do Nascimento, comenzaron a apodarle el Pelé blanco al artillero de Perovo. Y así como el brasileño, él también buscaba recorrer un largo trecho en su aún joven carrera. A partir del balón, su presente resultaba un prometedor futuro.

Marcar el destino

En noviembre de 1957, el cuadro nacional de la CCCP jugó su pase clasificatorio para la Copa del Mundo de Suecia 1958 ante el representativo de Polonia. Para variar, Streltsov no se encontraba a la hora indicada en la terminal del tren para partir junto con sus compañeros. Sin embargo, lo esperaron tanto a él como a Ivanov. La razón de su retraso fue porque ambos se habían ido de fiesta la noche anterior. Y sí, a pesar de ello, ambos estuvieron en el cuadro titular.

Durante el juego, el atacante del Torpedo recibió un duro golpe en su pierna derecha por parte de un polaco. Pidió al médico del equipo que hiciera hasta lo imposible para permitirle regresar al campo. Metió un gol y brindó una asistencia para sellar el marcador: 2-0. (https://fernandez-vega.com) Al finalizar el encuentro, Kachalin le dijo a su jugador: “Ni con las dos piernas sanas lo había visto jugar tan bien como hoy en una”. Un Pelé brasileño y un Pelé soviético serían una realidad en Suecia.

Tal era el impacto deportivo del nacido en Perovo, que la gente “bautizó” como pase Streltsov el golpeo de tacón al balón, mismo que realizaba en cada oportunidad durante un partido. Hoy día en Rusia se le sigue llamando así.

Faltaba poco para el certamen mundialista, por lo que el seleccionado soviético se encontraba concentrado. El lugar elegido fue la dacha (casa de campo, habitualmente de una familia urbana, que se usa para descansar) de Eduard Karajanov, un general del Ejército Rojo.

Fue ese mismo militar quien días antes de que la selección partiera a Suecia, organizó una fiesta, a la cual invitó, por supuesto, a Eduard Streltsov, y dos jugadores más; el defensa Mijaíl Pávlovich Ogonkov y al extremo Borís Gueórguiyevich Tatushin. En la reunión, conoció a Marina Lebedeva, con quien pasó el resto de la noche.

Al día siguiente, Eduard fue acusado de violación, Marina había interpuesto la denuncia. No se sabe con certeza si ocurrió o no la violación, puesto que dichos archivos jamás se han publicado, o siquiera se sabe si existen. Poco después, aparentemente bajo la condición de que podría jugar en el Mundial, impuesta por Karajanov, Streltsov confesó. En 1958 recibió una condena de 12 años de trabajos forzados, mientras que Tatushin y Ogonkov fueron inhabilitados 3 años del futbol profesional.

En un artículo publicado por The Guardian en el año 2006, rescataron una entrevista realizada por el periodista soviético Aksel Tatevosovich Vartanyan al entrenador de la selección, Gavriil Kachalin, poco antes de que éste muriera:

“Corrí a la sede de un comité regional del Partido Comunista y pedí al secretario que suspendiera el caso hasta después del Mundial. Me dijeron que no se podía hacer nada y señalaron hacia arriba. Entendí que era el final. Escuché que Furtseva odiaba a Streltsov, ¿pero quién sabe lo que pasó exactamente?”.

Más allá de la evidencia que no se mostró, se señalan causas probables para buscar acusar al jugador: una de ellas tiene que ver con su decisión de no haber querido marcharse a las filas del equipo de la KGB, el Dynamo; la otra opción tiene que ver con el desaire y negativa de querer casarse con la hija de Yekaterina Furtseva.

Se acabó el futuro

Eduard Streltsov tenía 21 años cuando fue condenado a trabajar en la Dirección General de Campos de Trabajo Correccional y Colonias (Gulag, por sus siglas en ruso) en Siberia. Ya no corría más sobre el verde del césped, ahora la tierra helada crujía bajo sus botas. Aunque la dirección del campo comenzó a organizar partidos de futbol donde, por supuesto, el joven atacante fascinaba a quienes le veían. A pesar de que el dolor desquebrajaba el cielo, el balón le permitía, una vez más, sentirse libre.

Debido a su buen comportamiento, de los 12 años que le habían sido impuestos, su sentencia fue reducida a 5, por lo que salió del Gulag en 1963. Aunque aún no era por completo libre, pues la prohibición de no dedicarse al futbol profesional seguía vigente.

Pero el caso de Eduard Streltsov no fue algo atípico de la política soviética. En 1952, Furtseva asistió a la obra Sombras, misma en la que el actor Boris Andreyevich Babochkin interpretó a Klarelov, un político corrupto de carrera, parecido a un típico burócrata soviético.

Por este papel, Babochkin fue atacado duramente por Furtseva, pues enfureció con la representación satírica que tuvo clara relación con los líderes soviéticos. A través del diario oficial del régimen, el Pravda, atacó a la obra. Mientras que la política por su parte, ordenó que ningún estudio de cine y compañía de teatro en la URSS lo contratara.

Futbol y libertad

Cuando Eduard salió del Gulag, algo cambió en él. Ya no bebía, ni se le veía salir con diferentes parejas, mucho menos el dejarse ver públicamente en fiestas. Pero mantenía una especie de bríos de rebeldía, pues a pesar de estar vetado, se integró a las fuerzas básicas del Torpedo Moscú. De nueva cuenta, obligó —por medio del futbol— a que la gente asistiera a los partidos para verlo jugar. Los trabajadores de la fábrica automotriz ZIL fueron testigos, una vez más, de su prodigio.

Pronto la afición hizo llegar una petición a Leonid Ilich Brézhnev, quien sucedió en el poder a Nikita Jrushchov, como líder de la URSS, para que Streltsov pudiera jugar futbol de nuevo. Brézhnev, dio el visto bueno para que el delantero regresara de manera profesional al terreno de juego. Su retorno fue inminente para el año de 1964.

Parecía que algo había cambiado en Streltsov. Si bien aún conservaba la sensatez de su locura para jugar, tanto su agilidad como físico habían mermado. Entendible después de haber pasado 5 años en el Gulag, donde, se dice recibió golpizas constantes por parte de los policías.

En cada asistencia que culminaba en gol o bien, con él profanando las redes rivales, no festejaba como antes. El silencio como un alarido suave y prolongado se convirtió en su bocanada de libertad.

Con el FC Torpedo Moscú consiguió: 1 Campeonato Nacional (1965), 1 Copa Soviética (1968). Y un total de 100 goles en 222 partidos disputados, convirtiéndose en segundo máximo rompe redes del club. También fue distinguido como mejor futbolista del año en la URSS (1967/1968). Volvió a vestir los colores del representativo nacional de la CCCP donde sus números enmarcan: 1 medalla de oro (Melbourne, Australia). Anotó 25 goles en 38 partidos, colocándolo como el máximo cuarto goleador histórico. Jamás jugó un Mundial ni Eurocopa.

Se retiró a la temprana edad de 33 años. Se convirtió en director técnico de las fuerzas básicas del Torpedo. Falleció el 22 de julio de 1990, víctima de cáncer de laringe. Tenía 53 años de edad. En 1996, el equipo de toda su vida renombró su estadio como Eduard Streltsov. A las afueras del mismo, hay una estatua en su honor.

La vida que se extinguió en el Gulag parece que, al menos durante un partido, rememoraba lo que fue y anhelaba lo que pudo ser: fugacidad y eternidad. ¿Cuántos como él habrán sido olvidados en tiempos inolvidables? Eduard Streltsov.

Estatua de Eduard Streltsov. Foto: Getty Images
Estatua de Eduard Streltsov. Foto: Getty Images

 

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Por: Ricardo Olín García / @ricardo_olin

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