La actual revuelta social que atraviesa Chile, desde el pasado 18 de octubre, ha tenido rasgos característicos sin precedentes en la historia chilena.Desde la cantidad de días que han durado las manifestaciones hasta por su inorganicidad política.
Los repertorios de lucha y niveles de violencia que se vivieron en las calles chilenas, si bien tiene un correlato con experiencias de lucha anteriores (en especial desde las protestas que se desarrollaron durante la dictadura militar en adelante), da cuenta de la participación de nuevos actores sociales que se han nutrido políticamente en las calles con los conflictos sociales del presente siglo.
Los protagonistas de la historia
Aquel 18 de octubre, las estaciones del Metro de Santiago ardieron en protesta al alza en el pasaje impulsada por el gobierno. La juventud, pionera del estallido, se desplegó por las principales arterías de la capital logrando captar un fuerte apoyo social de manera transversal. Esa demanda generó que el neoliberalismo chileno estallara. En todo esto los jóvenes criados bajo el dogma neoliberal fueran los protagonistas.
La juventud chilena que dinamizó la movilización cumplía tenía elementos en común. La mayoría son jóvenes de extracción popular. Varios son estudiantes secundarios entre 15 y 18 años, que provienen de los principales liceos públicos de Santiago, que fueron sometidos a una dura ley que impuso el gobierno de Sebastián Piñera al interior de los establecimientos llamada “Aula Segura”.
Por otra parte, otros se identificaban más plenamente con la población a la que corresponden o inclusive, con su respectivo equipo de fútbol. Y sobre esto último, es de lo que vamos a hablar.
El barrismo en la protesta chilena
Las “barras bravas” surgen en Chile a fines de la dictadura, entre una juventud carente de representación. En ese contexto, Pinochet se encargó de estigmatizar y marginar a los jóvenes populares. Los acusó de estar influidos por el marxismo y mediante políticas de adoctrinamiento y represivas, intentó ganarse un espacio entre los jóvenes de las poblaciones del país sin un mayor resultado a la larga. Los partidos políticos opositores tampoco lograron interpretar el sentir de esa mayoría juvenil popular. Terminó por producirse un vacío identitario hacia fines de los ochenta.
Las múltiples expresiones políticas (partidarias, musicales, artísticas, culturales, etc.) estuvieron censuradas y restringidas durante largos 17 años de dictadura. Por su parte, el fútbol estuvo secuestrado por los militares y sirvió como elemento distractor frente a las problemáticas que sacudían a la sociedad chilena.
Sin embargo, se comenzarían a tejer redes de identidad en las poblaciones en torno a los clubes de fútbol. Dicho fenómeno se dio principalmente con los equipos de Universidad de Chile y Colo-Colo, los más populares del país.
Los comienzos
Los más jóvenes comenzaron a formar “bandas” en las poblaciones, que a la postre terminarían articulando barras de fútbol en los estadios. El surgimiento de Los de Abajo (barra de Universidad de Chile) y la Garra Blanca (barra de Colo-Colo) se explican en dicho contexto y proceso que experimentó la juventud.
Tempranamente comenzaron a adoptar ciertas aptitudes, estéticas y canciones de las barras bravas argentinas, las cuales tienen mayor data y tradición . Sin embargo, no son homologables por los distintos contextos históricos en que surgen dichos fenómenos.
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Desde su surgimiento hasta la actualidad, los barristas son estigmatizados y catalogados de manera transversal por el periodismo “deportivo” como violentistas. Además se les responsabiliza de alejar a las familias del estadio (omitiendo el factor económico, debido al alto costo de las entradas).
Sin embargo, se llenan de elogios cuando montan un verdadero espectáculo con banderas, cánticos y fuegos artificiales en las galerías de los estadios. Las “barras bravas”, o más bien, “los hinchas organizados” fueron los que le dieron dinamismo e identidad a un fútbol chileno que experimentó múltiples crisis económicas y judiciales durante la dictadura militar.
El cáncer del futbol
El periodismo “deportivo”, al no comprender su origen, ha reproducido por largos 30 años, a través de los medios de comunicación, que el barrista es un cáncer en el fútbol y hay que extirparlo. Es la misma campaña del terror que se ha hecho desde Pinochet con la juventud popular del país. Es vista como un peligro latente a la gobernabilidad del país y los “valores” conservadores y republicanos. En ese sentido, los periodistas “deportivos” son tan solo reproductores del modelo y su política difamadora más que una voz crítica frente al mismo.
La tónica siempre fue la misma desde el surgimiento de las barras bravas. Sin embargo, la actual revuelta social permitió visibilizar con mayor atención los protagonistas de las manifestaciones. La juventud popular se alzó con sus rasgos identitarios y sus propios métodos de lucha que desarrolló durante estos últimos 30 años. Por ende, la participación del barrismo en la protesta chilena ha sido masiva en las distintas marchas y concentraciones que se han desarrollado post 18 de octubre.
Su capacidad de convocatoria supera con creces a lo que puede alcanzar cualquier partido político del país. La lealtad y sentimiento de pertenencia es altamente desarrollado entre los barristas con sus respectivas hinchadas, y por ello, se puede explicar en parte, la activa y masiva presencia de banderas y camisetas de los clubes en las marchas.
La experiencia de los años
Los barristas han acumulado experiencia en cuanto a enfrentamientos con la policía chilena debido a la constante represión que se vive en los estadios de fútbol. Principalmente para los partidos de alta convocatoria.
Esto explica por qué no es extraño verlos en la “primera línea” de enfrenamiento frente a las Fuerzas Especiales que reprimen la protesta social. Además, en este tiempo las hinchadas lograron articular identidades. Un ejemplo son las facciones de mujeres hinchas al interior de las barras, que han protagonizado múltiples convocatorias de la actual revuelta social.
El rol dinamizador que han logrado tener en las actuales protestas ha sido trascendental, colaborando a que la situación de conflictividad siga latente. Al comienzo de la revuelta social, el fútbol chileno se paralizó debido a que no se contaban con las garantías mínimas para desarrollar eventos masivos.
El futbol como distractor
Luego de alrededor de un mes de protestas, las autoridades del fútbol criollo intentaron volver a la “normalidad”, reanudando el campeonato nacional como si nada hubiese pasado. Y fueron justamente los hinchas quienes boicotearon su realización puesto que argumentaban que era impresentable: mientras en las calles y poblaciones se violaban los derechos humanos en paralelo querían utilizar el fútbol como distractor social.
Misma situación ocurrió con la final de la Copa Libertadores que se iba a jugar a fines de noviembre en el país. Diversas barras chilenas convocaron protestas para el día de la final en caso de que se jugase en el país. El gobierno fue el principal promotor de que se jugara en Chile, intentando también volver a la “normalidad”. Finalmente la CONMEBOL decidió cambiar la sede de la final.
Las dinámicas y costumbres propias del mundo del barrismo se ha desarrollado activamente durante las manifestaciones sociales, la cual ha contado con amplio (y sorpresivo) respaldo ciudadano que siempre estuvo influido por el juicio que emitían los periodistas “deportivos”.
El compromiso de las barras
Los barristas, al momento de decidir entre la lucha de su pueblo o su club, se inclinaron por lo primero. Para la mayoría, es evidente señal de compromiso e involucramiento en la lucha social y politización de un sector marginado y estigmatizado por los medios de comunicación.
Dicho sea de paso, al ocurrir diversos encuentros espontáneos entre barristas “enemigos” durante las manifestaciones han predominado los abrazos y no los enfrentamientos. Esto dejó sin argumentos a quienes quieren deslegitimar las protestas sociales y a los barristas.
Los hinchas que apoyan
De ese modo, durante los últimos 30 años el barrismo en Chile se ha desarrollado como un espacio identitario para la juventud, caracterizado por su alta capacidad de convocatoria, reflejado en su despliegue y organización en diversas temáticas sociales y solidarias.
Esto último se puede ver en los últimos años con su activa ayuda en caso de alguna catástrofe natural que ocurra en el país, logrando movilizar a una importante cantidad de gente, que mediante su identidad de “hincha” y/o “barrista” desarrolla una acción de solidaridad. De igual modo, hace más de una década que las hinchadas organizan “Navidades” destinadas a los niños y niñas, que por lo general, son hijos y/o familiares de los mismos barristas.
La identidad
En definitiva, la identidad que generan los clubes de fútbol logró palparse en los sectores juveniles y populares, no necesariamente mediante los clubes, hoy privatizados y atrapados en manos de Sociedad Anónimas, sino mediante sus propios hinchas. El vacío identitario provocado por la dictadura militar en la juventud popular fue suplido por el barrismo, logrando una masividad y pertenencia que resulta envidiable para cualquier partido político de Chile.
Así el barrismo en las protestas chilenas aparece como un elemento rpotagónico. Las identidades se configuran con el tiempo y se van politizando al calor de la lucha. Sin embargo, los únicos estáticos en la sociedad chilena parecen ser los periodistas “deportivos” que no quieren (ni les interesa ni conviene) las transformaciones que han experimentado los barristas del país.
Un 2020 de expectativas y organización
Para el tradicional festejo del año nuevo la Plaza de la Dignidad, lugar de encuentro para las manifestaciones en Santiago, fue testigo de una masiva convocatoria popular para recibir el 2020. En ella hubo actividades artísticas, enfrentamientos con carabineros y una gran cantidad de artificio proporcionado por los barristas de diversos clubes. Se estimaba que existía una especie de “tregua” entre las hinchadas de Universidad de Chile y Colo-Colo, las cuales convivían cotidianamente en la Plaza de la Dignidad.
Sin embargo, en una actividad familiar organizada por Los de Abajo en el Estadio Nacional, la cual consistía en recolectar alimentos y ropa en ayuda a los damnificados de un reciente incendio en la ciudad de Valparaíso, distintas bandas (o “piños” como se les conoce en Chile) de la Garra Blanca llegaron al lugar en autos y con pistolas a robar el lienzo oficial de la barra de Universidad de Chile. En un contexto en el que abundaban niños y familias, rompieron uno de los principales códigos de las “barras bravas”.
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Dicho robo generó una inmediata reacción de los hinchas azules, quienes persiguieron a distintos barristas de Colo-Colo en busca del lienzo, y que para sorpresa de ellos, llegaron a un lugar donde se encontraba el “trapo oficial” de la Garra Blanca, entre otros “estandartes” de la hinchada colocolina.
La situación generó diversas reacciones en el mundo barrista y en la opinión pública que de a poco se comenzaba a familiarizar con el funcionamiento y dinámicas de las hinchadas, a las cuales comenzaba a conocer y mirar de manera positiva. Sin embargo, la rápida contingencia de la situación social y política en Chile dejo esta pelea de hinchas solo entre los involucrados.
La solidaridad
Sin embargo, las barras volvieron a la palestra pública con el retorno del fútbol. En la primera fecha del Campeonato Nacional, posterior al partido entre Colo-Colo y Palestino, murió un hincha albo. Un furgón policial lo atropelló mientras se producían manifestaciones a las afueras del Estadio Monumental.
Ello provocó apoyo de diversos hinchas. Desde diversos frentes manifestaron su solidaridad con el hincha asesinado y se recalcaba que en esta lucha no existían colores y que eran un solo pueblo. De manera espontánea acudieron a “la marcha de las hinchadas”, en protesta a los hechos ocurridos.
El salto a las canchas
En la siguiente fecha del Campeonato, las acciones de la hinchada de Coquimbo Unido, “Al Hueso Pirata”, fueron categóricas. Lograron suspender el encuentro que se iba a disputar de local luego de que los hinchas ingresaran a la cancha con la consigna “Calles con sangre, canchas sin fútbol”.
En un acto reciente, en el contexto de un partido de Copa Libertadores disputado entre la Universidad de Chile e Internacional de Porto Alegre, desplegaron diversos lienzos de protesta en la galería sur, donde tradicionalmente se ubican Los de Abajo.
Consignas como “Piñera Asesino”, “Piñera Renuncia”, “La hinchada del pueblo no perdona ni olvida. Fuera Piñera y la S.A.“, en protesta también a las Sociedad Anónimas que administran los clubes de fútbol en Chile. Además de ello, la hinchada azul levantó una barricada en la misma galería. A pesar del notorio fuego, el partido no se suspendió, ni tampoco se mostró por la transmisión en vivo.
Destrabar mitos
En conclusión, podemos ver que luego del 18 de octubre de 2019, fecha de inicio de la actual revuelta social, surgen distintos actores populares desplazados por el neoliberalismo y la creciente desigualdad que ha provocado en la sociedad chilena. Los barristas, intrínsicamente populares, se manifestaron con los patrones culturales que han construido durante estos últimos 30 años y le otorgaron un sello particular a las manifestaciones en Chile.
A pesar de su activa presencia, desde la primera línea de combate frente a la policía, hasta la realización de actividades benéficas, son vistos como seres irracionales, marginados o que carecen de alguna reflexión que justifique su participación en las manifestaciones. La labor de quienes creemos un fútbol con un fuerte contenido social es ir destrabando ciertos mitos con respecto a las hinchadas e ir identificando de manera fehaciente los comportamientos y la labor positiva que pueden cumplir las hinchadas, debido a su alta capacidad de convocatoria, sobre todo en jóvenes, pueden cumplir en la sociedad.
Por: Sebastián Ripeti Carrillo / @sebarcazul