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Reynoso

«José Antonio, José Antonio
¿por qué me dejaste aquí?
cuando te vuelva a encontrar
que sea junio y garúe.
Me acurrucaré a tu espalda
bajo tu poncho de lino
y en las cintas del sombrero
quiero ver los amancaes…».

(Chabuca Granda)

En el inicio, el hombre

Lima, lugar de leyendas y ensueños, “la ciudad de los reyes”, fundada por Francisco Pizarro, una región de gastronomía que encanta el paladar y fusiona el océano pacífico con la cultura virreinal, Inca y de Pachacamac

Así en esta región, un pequeño Juan Máximo Reynoso comenzaba a dar sus primeros pasos junto a un balón, desde Callao hasta Chorrillos, de Barranco hasta Lurigancho. Hijo de un policía, el ahora estratega heredó la disciplina de su “viejo”, soñando con un estadio lleno, canchas infinitas y con la imagen de Cubillas y Sotil, ídolos peruanos. 

Recio, impasable, de mirada dura y de juego vertical que, hacia comandar a los equipos desde la defensa, líder de una Selección Inca que estuvo a nada de clasificar al Mundial de Francia 98, aquella de Solano y Palacios con Oblitas a la cabeza. Reynoso lloró aquella derrota tan polémica en Santiago, ante el odiado rival y que significó el adiós al último Mundial del siglo y la vuelta para la Selección de Chile

Es que Juan Máximo Reynoso, es uno de los mas grandes exponentes de esa garra peruana, de la que habló varias veces Ricardo Gareca. Hoy la prensa peruana lo tiene como sustituto natural del “Tigre” cuando éste culmine su proceso al frente de la blanquirroja.

Juan fue un jugador que siempre lograba ser líder en los equipos donde jugaba. Desde sus inicios en Alianza Lima, Reynoso siempre destacó por sus salidas ordenadas y a la vez por ser una muralla en la zona defensiva del campo. Un jugador muy duro, de gran porte físico y personalidad imponente ante el delantero que buscaba profanar su línea defensiva. 

La suerte de Juan

La suerte siempre estuvo de su lado, como cuando se salvó de morir en la tragedia aérea del Alianza Lima, el 8 de diciembre de 1987, donde también falleció José González Ganoza, tío de Paolo Guerrero. Reynoso se había lesionado y no realizó el viaje con el equipo limeño a la ciudad de Pucallpa. Todo esto le fue formando el carácter como líder, para después tornarse en un motivador del vestidor, un estratega que podía convertir un recuerdo de tu infancia en una jugada táctica desde la defensa o al contragolpe. 

“Muchachos, hoy quiero a lo mejor de cada uno, el del barrio, ese amateur, ese que jugaba solo por el refresco y a veces solo por agua. No tenemos que demostrar nada a nadie, hoy somos campeones porque somos mejores”. (Juan Máximo Reynoso en el vestidor del Cruz Azul en la final contra santos laguna)

Es que al igual que la célebre canción de Chabuca Granda titulada “José Antonio”, así don Juan Reynoso vuelve a encontrar a su amado Cruz Azul en 2 ocasiones, primero comandando la base cementera en Jasso y algunos años después llegando no como primera opción para dirigir la Máquina, pero si como una que volvió a hacer soñar al cuadro de La Noria. Primero un inicio incierto, luego una serie de triunfos que hizo a muchos aficionados celestes abrir el cajón y buscar su viejo jersey con el numero 27 de Hermosillo o el 15 de Palencia. Fueron muchos años de sufrir, de llegar tan lejos y ver que el sueño nada mas no se cumplía. 

“Cuando el arbitro pitó el final me puse a llorar, fueron muchas emociones, después de tantos años aquella fue una gran alegría, después giré mi cabeza y le dije a mi familia, ven como tenía razón… Reynoso es el indicado”. (Un aficionado anónimo)

Es que al principio no muchos cementeros confiaron en él, se fue ganando esa confianza juego a juego. La baraja Cementera tenía varios nombres antes que el suyo, tal vez Hugo Sánchez o Matías Almeyda se perfilaban para el banco celeste. Al final la suerte de Juan volvió a jugar a su favor, la moneda ya estaba echada y el peruano sonreía. 

La afición dudaba de su paso por la Liga peruana, pensaron que haber hecho campeón al Melgar, al Universitario o ganar el Torneo Clausura con el Coronel Bolognesi no eran suficientes credenciales para llegar a uno de los equipos mas importantes de México, un club que en algún momento de su historia logró un tricampeonato y un arrollador paso en la década de 1970. 

La moneda volvió a caer y la historia le volvió a sonreír al equipo del peruano un 30 de mayo de 2021, donde un pueblo de banderas azules levantó las manos al cielo y agradeció la novena estrella, un titulo especial, puesto que el covid19 no permitió a todos ver esta hazaña. 

Juan daba la vuelta con el trofeo, la alegría era total, se tomaba fotos y sostenía en sus manos la medalla de campeón, suspiró y después volvió a suspirar, en su mente solo pensaba en un nombre: Enrique Meza.

El Ojitos

El titulo seguía fresco, no había pasado mucho tiempo y el peruano ya se había encontrado con su maestro en tierras mexicanas. El profe Meza lo recibió en su casa, junto a la hija de Reynoso y al fin le pudo entregar la medalla de campeón. Nadie es más azul que “el Ojitos Meza”, leyenda Cementera, con sangre celeste y cemento en las venas. El profe se conmovió y el país entero reconoció aquel enorme gesto. 

“Me decía que ojalá alguien acabe con este suplicio. Se levantaba en las noches y decía ‘Ojalá que alguien acabe con esto’. Esto es para él. Ojalá que el futbol me premie, pero esta medalla la tendrá en su casa, porque es más azul que cualquiera”. (Juan Máximo Reynoso)

Reynoso sobre el profe Meza

No sabemos el sufrimiento de Enrique, pero la forma en que su aprendiz le agradeció pasará a la historia como una manera muy peculiar de gratitud de un alumno a un maestro. Allá por 1994, un joven peruano llegaba a México a Cruz Azul, de la mano de Meza. Ya tenía cierto bagaje en clubes muy importantes en tierras incas y en el Sabadell de España

La suerte del peruano nuevamente se hizo presente al estar jugando en Miami con su selección frente a Colombia, el indicado para fichar por la Máquina era Luis Carlos Perea, por parte de los cafeteros, pero las pupilas de Meza se maravillaron cuando vieron a un chico en la defensa con el dorsal 3. El resto es historia, el resto ya se ha contado, aunque le faltan algunos capítulos a esta genial crónica. 

“Fue un gesto muy bonito de su parte, nosotros somos amigos, yo lo traje cuando era jugador, fui a ver un torneo a Miami y me gustó mucho como jugaba Juan, así fue como vino a México, después continuamos teniendo una buena relación, en este último tiempo vino a ser mi auxiliar en Puebla, siempre ha sido una relación buena». (Enrique Meza)

Ojitos Meza

Enrique siempre confió en Juan, incluso años después al llevarlo a Puebla como auxiliar, aprendiendo siempre, teniendo la misión de llevar a los poblanos a aspirar por cosas grandes. Tiempo después, ya sin Meza y sustituyendo al “Chelis”, Reynoso haría buenas campañas con los poblanos, llevándolos a una liguilla del futbol mexicano, aunque siendo cesado al finalizar ese torneo. ¿La suerte nuevamente? De haber seguido con Puebla el destino de La Maquina habría sido diferente. 

El legado

Al final solo el tiempo dirá que historia seguirá contando Juan Máximo Reynoso en el futbol, ya sea como Cementero o dirigiendo a los Incas, la vida, al igual que balón puede rodar hacia muchos lugares, así mismo, el balón al igual que una canción de la fantástica y genial Chabuca Granda nos puede conducir hacia mucho lugares y estadios, nuevos retos por cumplir. 

Hoy por hoy, la nación celeste le aplaude y le reconoce el haber levantado a un equipo que estaba literalmente destrozado por la semifinal ante Pumas de un torneo anterior. 

Déjame que te cuente, limeño
Déjame que te diga la gloria
Del ensueño que evoca la memoria
Del viejo puente, del río y la alameda…

(La flor canela – Chabuca Granda)

 

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Por: Carlos Eduardo Silva / @saga0003

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