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Bonifacio

“Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él”.
(Eduardo Galeano)

La lógica dicta que si te gusta, apasiona y amas el futbol, intentarás convertirte en profesional, por otro lado, hay unos más que encuentran en la redonda un acercamiento a partir de las reglas. De ahí nace la figura del silbante.

El árbitro es un personaje polifacético, digno de una tragedia griega. Este suplicio por correr tras un balón que nunca tendrá nos hace suponer que realmente ama el futbol. Lo irónico de su labor es que sin él no habría juego, y al final todos le necesitan.

En Apuntes de Rabona tuvimos la oportunidad de charlar con Bonifacio Nuñez, exárbitro profesional que debutó como juez de línea en 1976. Fue en 1980 cuando dirigió en el máximo circuito de México. Y se retiró en 1996  Sin más, les compartimos tan solo una parte de su historia tras el silbatazo inicial.

En 1972 yo jugaba futbol, era delantero. Metía varios goles, a pesar de tener cuerpo de perro; medía 170 m y era muy flaquito. Pero iba muy bien por arriba y era muy rápido. En la Colonia Morelos formamos un equipos, y precisamente jugábamos en la Unidad Morelos.

Fui seleccionado por parte de la Delegación Venustiano Carranza y fuimos a los juegos del Distrito. Ganamos el campeonato y me coroné como campeón goleador. También me seleccionaron del Distrito y fuimos a un campeonato nacional representando al DF.

Un día, jugando ahí en la Unidad Morelos me expulsaron, porque me burlé y le menté la madre a un jugador. Y me escuchó el árbitro, así que me sacó la tarjeta roja, me dijo que me iba por actitud antideportiva 

Terminando el partido fui con él. y le dije: “Mire, no vengo a que me regrese mi registro, quiero que por favor me diga dónde puedo encontrar un libro de reglas y en cuál está señalada la conducta antideportiva”.  

Porque la verdad eso de actitud antideportiva me pareció una palabra muy dominguera. Se volteó muy acomedidamente y el juez me dijo: “Le voy a decir dónde puede comprar un libro de regla, pero usted va buscar la regla”.

Todavía existe esa librería, es la Porrúa que está frente al Palacio de Bellas Artes. Tengo ese libro desde 1970. Y fue donde aprendí por primera vez acerca de las reglasYa con las normas en la mente, protestaba mucho a los árbitros, porque ya pensaba que me sabía las reglas.

Un día, después de un partido de mi equipo, ya nos estábamos cambiando porque iba a iniciar otro juego. Pero no llegó el silbante, así que mi técnico me dijo: “A ver, tú que le discutes tanto a los árbitros, métete a pitar».

Fue un juego de juvenil C, muchachos como de 15 o 16 años. Yo tenía 20 años. ¿Y cuál va siendo mi sorpresa? Al terminar el partido, cuatro jugadores pasaron a despedirse de mí, tanto del equipo que ganaron como los que perdieron. Sentí algo muy especial.

En ese juego, había una persona de la Federación de Árbitros. Me pidió que me acercara y dijo: “Lo hiciste bien, porqué no le entras como árbitro. Los infantiles los pagamos a 25 pesos. Los tiempos son de media hora». 

«No, si nomás lo hice pa´ matarle el gallo al profesor», le contesté. El chiste es que me siguieron viendo. Yo estudiaba, trabajaba e iba a entrenar con mi equipo. Y por fin me convencieron que me fuera a silbar.

Fui a comprarme mi camisa de árbitro ahí en Anillo y Circunvalación, frente a la Merced. Mi primer camiseta fue con agujeta, a la altura del cuello y manga corta, era de color negro, así como el short y calcetas. Y unos tenis super faro, y silbato de policía de crucero.

Ya cuando comencé a ganar algo de dinero, me mandé a hacer mis uniformes. Y en una de esas, pasados unos cuatro meses, salió en un periódico una convocatoria de un curso para árbitros. El señor -en paz descanse- Don Manuel Flores, encargado de los árbitros, me dijo: “¿Por qué no te vas a inscribir?” Le dije que no. Pensaba que podía irme al futbol profesional parecía un sueño. 

O sea, yo jamás había pitado en canchas con pasto, me había formado en el llano. Total que me convenció y fui a inscribirme. Los requisitos que pedían eran que: mínimo se tuviera la prepa o carrera técnica. Nos hicieron examen de cultura general, examen médico y físico. ¿Cuál fue mi sorpresa? Me quedé en el curso.

El curso duró dos años, pero como he sido muy pasional con el futbol, al tiempo que iba a capacitarme, también dirigía un equipo donde jugaban mis hermanos. Desde el banquillo estuve 14 años. 

Recuerdo que un partido que tuvimos, un árbitro no me permitió que alineara a un portero que en un juego pasado se había burlado de él. Y le menté la madre, los de la Federación se enteraron y me echaron fuera del curso. Pensé que el arbitraje se había acabado para mí, así que regalé mis cosas.

Un día, fue a al deportivo un señor que había escuchado hablar de mí. Quería saber si podía ayudarle a arbitrar la liga Iberomexicana del Internado México y le dije que no, que esa carrera ya se había acabado para mí. Además le dije que ya ni siquiera tenía mi uniforme ni nada, porque las había regalado.

Al otro día llegó con dos paquetes de uniformes. Así que volví a vestirme de silbante. Y como al año de esto, después de un juego en el Internado México se acercó otro señor. Me dijo,. “Oye, chamaco, árbitras bien”. Yo estaba sentado en las bancas de cemento haciendo la cédula, volteé y le dije: “Muchas gracias, señor”. Me preguntó que si no sabía quién era él. La verdad es que no tenía idea.

 “Soy Corrado de Samas, soy miembro de la Comisión de Árbitros de la Federación”. Me levanté, lo saludé. Me preguntó que porqué no estaba en el colegio de silbantes.

Le platiqué la historia de que me habían corrido y eso. Le dije que al colegio no regresaba, tenía mucho rencor por lo que había pasado. Me comentó que me veía todo el perfil para el futbol profesional, pero que forzosamente debía pasar por el colegio, por carecía de título de árbitro nacional. “Está bueno”, respondí. Nos despedimos y todo acabó en un “adiós” de ambos.

Poco a poco comencé a hacerme de un nombre en el futbol amateur. Y como al mes y medio de ese encuentro, se me acercó otro señor. También comentó que le gustaba cómo arbitraba, que inclusive se enteró que yo no quería ir al colegio.

“¿No sabes quién soy yo?”, preguntó. “No señor”, repliqué. “Soy Jorge Gubernat, Presidente de la Comisión de Árbitros de la Federación«. La verdad me emocioné mucho, pero volví a dejar claro que al colegio no regresaba. No quería llegar y besarles las patas.

Me dio una tarjeta, las instrucciones eran que fuera a ver al Presidente del Colegio. Pero ahí quedó la cosa. Mi mamá me dijo: “Ya ves, hijo, ve al colegio”. Total que ella terminó convenciéndome y fui. El señor Don José Ocampo fue quien me recibió. “¿Así que tú eres al que le gusta mentarle la madre a los árbitros?”. “Si se lo merecen sí”, le respondí.

Le entregué la tarjeta, y en ella venía escrito: “El portador de esta tarjeta es la persona de la que hablé contigo. Atentamente: Jorge Gubernat”. Aún así no confió en mí, por lo que me mandó a dirigir un partido regional: Tulyehualco contra Politécnico

Yo creo que lo hice muy bien, porque el lunes que fui a entregar la cédula me comentaron que tenía que pasar a ver el señor Ocampo. Recuerdo que en el partido como al 15´expulsé al entrenador del Politécnico, después me enteré que era un come árbitros. Pero pues yo ya estaba calado en el futbol amateur. Lo expulsé y lo corrí del campo del Deportivo de Tulyehualco.

Cuando me presenté de nuevo con el señor Ocampo, su actitud dejó de ser osca, en cambio me trató con amabilidad. Le gustó tanto mi trabajo que me extendió una invitación para que días después fuera a la Liga Española. Y de ahí comencé a ser el ajonjolí de todos los moles.  

Mi carrera comenzó a ser más profesional. Fui el mejor árbitro de la Liga Interclubes, Liga Española, de la Reserva Especial, del Campeonato Nacional Benito Juárez. 

Me llamó Don Ocampo para decirme que tenía cita con la Comisión de Arbitraje de la Federación. Me iban a hacer el examen de personalidad. Acudí y yo creo, habré tardado unos 20 o 25 minutos y salí de la habitación, porque iban a deliberar.

Pasaron 15 minutos y me pidieron que entrara de nuevo. “¿Quiere sentarse o estar parado cuando le demos la noticia’”, me preguntaron. “Mejor de pie”, contesté. Cuál va siendo mi sorpresa, me dijeron que desde ese momento era yo árbitro profesional.

Luego, luego recibí mi primera designación, fui juez de línea en Tercera División. Porque así se acostumbraba antes el proceso de formación. Uno comenzaba como juez de línea en Tercera, después en Segunda, y pasaba uno a Primera. Terminado ese ciclo comienza otro como juez central en Tercera, seguía la Segunda y culmina en Primera. 

Yo llegué el 19 de abril de 76´y en julio del 77´ fui el mejor juez de línea de la temporada. Recorrí las tres divisiones en 17 meses. Me subieron como árbitro, dirigí ocho partidos en Tercera, me suben a Segunda, me aventé dos temporadas ahí: una de 13 y la que le siguió de 19 partidos. 

Me subí a un tren que tenía como único  destino convertir un sueño en realidad.

Todos decían que ya iba a ser árbitro de Primera, yo no me la creía, era muy rápido que me subieran. El 21 de septiembre de 1980, me llamaron de la Comisión como a las 22:00 horas, era el señor Jesús Sánchez.

– ¿Qué tal Boni, cómo le va?

Bien.

¿Cómo se siente?

Bien, gracias.

Qué bueno. Oiga, Boni, le pregunto cómo se siente, pero para arbitrar en Primera División.

Imagínese, ¿no? ¡Qué pinche noticia! Me quedé callado. Toda mi vida he sido muy sensiblero, a pesar de mi carácter. No podía yo contestar. Pero al final lo hice.

– Usted va a debutar el próximo sábado 25 en Guadalajara: UDG contra Atletas Campesinos. Prepare su partido y mañana recibe el sobre de designación, era todo lo que quería decirle

– Espero no defraudarlos y voy a poner todo de mí.

En cuatro años llegué al máximo circuito.

¿Qué fue lo que hice tras recibir la noticia? Fui al cuarto de mi mamá, ella ya estaba dormida. Me le hinqué para decirle: “Mamá, ahora sí, ya vas a poderme ver en la televisión. Soy árbitro profesional”.

Nos pusimos a llorar los dos.

Leer más: Bonifacio Nuñez: silbatazo final 

 

*Fragmento entrevista a Bonifacio Nuñez realizada el 22/05/2020

 

Por: Ricardo Olín /@ricardo_olin

 

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