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Américo Tesoriere

Argentina no sólo es un semillero de porteros con renombre como: Carrizo, Fillol, Gatti, Goycochea y Motoya, también cuenta con una gran producción de escritores de la talla de: Bioy Casares, Borges, Cortázar, Girondo y Piglia. Pero el 18 de marzo de 1899, en pleno cambio de siglo, nació en La Boca Américo Tesoriere, el primer portero poeta de la historia.

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Está de más recordar que la cultura cuenta con escritores que en su palmarés ostentaron el puesto de porteros: Dalí, por ejemplo. Y el campo de las letras es de los que más arqueros ha dejado para el balompié con casos significativos como el de Vladimir Nabokov y Albert Camus.

Dentro de esta misma especie extraña de literatos que se aventuraron y convirtieron en los pioneros de la cultura futbolística, empieza a tomar fuerza el nombre de Henry de Montherlant, uno de los primeros en dedicarle páginas de poesía al naciente deporte que revolución la última centuria.

Esta podría ser una gran historia y perfil del arquero predilecto de Boca y Argentina en la década de los veinte, pero hay un partido que a todo jugador le llega: el del retiro.

El mismo Horacio Quiroga, uno de los principales representantes modernistas, incursionó con la temática del balón en su cuento Juan Polti, half-back y lo combinó con su nostalgia característica. No muchos años después apareció el representante argentino de los versos, Bernardo Canal Feijóo, el primer poeta del gol, quien publicó en 1924 su primer poemario, Penúltimo poema del futbol, y cinco años más tarde, el primer jugador poeta nació junto con la melancolía del retiro y la añoranza de la juventud.

Américo Tesoriere: sensibilidad xeneize

Américo Tesoriere, es de los primeros ídolos de Boca Juniors y no hay quien dude en ponerlo como uno de los mejores porteros en la historia de la albiceleste. Con el cuadro xeneize alzó doce títulos y en la selección Argentina fue pieza fundamental para ganar las ediciones de 1921 y 1925 de la Copa América. Pasó casi toda su carrera con el equipo que nació en el mismo barrio que él, salvo un año en que salió del club al enterarse que se incluyeron tres guardametas más en el plantel.

La titularidad no estaba a discusión para La Gloria, el apodo que había ganado el cancerbero por su palmarés y actuaciones, pero el carácter de Tesoriere y la historia que había escrito con uno de los equipos que impulsó la popularidad del futbol en Argentina sustentaron su decisión. No obstante, un año más tarde cambió la dirigencia y el nuevo presidente le pidió una disculpa y lo convenció de resguardar nuevamente el arco de sus amores.

Esta podría ser una gran historia y perfil del arquero predilecto de Boca y Argentina en la década de los veinte, pero hay un partido que a todo jugador le llega: el del retiro. Paradoja injusta de la vida es agradecer que Tesoriere se retirara debido al desencanto que generó en su persona la falta de futbol, pero si sus manos no se hubieran alejado del balón y del área xeneize, tal vez no hubieran escrito los versos que lo convirtieron en el primer portero poeta y que recuperó Martín Caparrós en su libro Boquita.

Las canchas me hacen penar,
porque ya no puedo jugar.
Entonces, mi bien, ¿a qué ir?
¿Recuerdas a un muñeco de gris?
Todos los aplausos eran para ti,
los golpes, los denuestos, para mí.

Escuchemos, querida, por radio el partido,
está muy fría la tarde,
y más frío el olvido.

Por: Obed Ruiz/@ObedRuizGuerra

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