Es innegable que a veces —por no decir siempre—, las piernas y cabeza se llenan de fuego que estalla en jugadas más que dramáticas. Es ahí cuando el árbitro, cual juez, debe determinar la justicia —o injusticia— al marcar la pena de alguna falta perpetrada. Instante que brinda pausa no solo al juego, sino al ímpetu que lleva a los jugadores a olvidarse del balón y encontrarse con algún rival. Sin embargo, el árbitro no siempre contó con la tarjeta amarilla ni roja como herramientas para este fin.
El futbol ha tenido que adecuar su reglamento y el modo en que al inicio se jugaba para así dar paso al ideal del mismo. Se han buscado “mejoras”, las cuales permitan, en primera instancia, tanto a jugadores como equipos, una garantía de un nivel competitivo más que adecuado para sus aspiraciones. Pretendiendo también, el que termine por ser un espectáculo deportivo digno de la pasión que desencadena.
Historia de las tarjetas amarilla y roja
Desde que en 1863 se fundó la asociación más antigua de futbol del mundo, la Football Association (FA, por sus siglas en inglés) hasta el año de 1970, los árbitros no disponían de tarjetas amarillas ni mucho menos de rojas, había expulsiones, sí, pero éstas se hacían de manera verbal. Si el colegiado consideraba que una entrada había sido demasiado dura o bien, los jugadores constantemente cometían infracciones, el juez central los enviaba a los vestidores.
El inconveniente de que estas sanciones fueran solo verbales es que resultaban poco claras, propiciando interpretaciones erróneas, así como confusiones, no solo entre el público asistente, sino incluso entre los propios jugadores implicados.
Así nació el futbol en Inglaterra y en México
Hay una antecedente acerca de ello. Los cuartos de final del Mundial en Inglaterra 1966 estaban en disputa, Argentina se enfrentaba a la selección sede de dicho certamen en un Wembley pletórico. Aquel juego fue dirigido por el silbante alemán, Rudolf Kreitlein.
El encuentro iba 0-0 durante el primer tiempo. Cuando llegó el 33´, Kreitlein sancionó una dudosa falta cometida por el defensa albiceleste Roberto Perfumo, lo que provocó que el mediocampista argentino Antonio Rattín se acercara mostrando su gafete de capitán al juez central para protestar dicha decisión, así como otras más que había tomado a lo largo del partido. Sin embargo, hubo algo que impidió que pudieran comunicarse: el idioma.
Ninguno de los dos hablaba el lenguaje del otro. El partido continuó, así como los reclamos del 10. El arquero Antonio Roma despejó el balón por la banda izquierda para el lateral Silvio Marzolini, cuando de pronto, Kreitlein decidió detener el cronómetro al 36´, con la mano izquierda en lo alto le indicó al capitán que debía abandonar la cancha.
El juego demoraría 10 minutos en reanudarse, pues los sudamericanos no comprendían el motivo por el cuál su jugador había sido echado. Exigían que un intérprete les aclarara todo, y por fin uno llegó a explicarles lo sucedido. Rattin abandonó el césped escoltado no solo por policías, sino también por Kenneth George Aston, miembro del Comité Arbitral de aquel torneo.
Al término del cotejo, el silbante declaró que si bien no comprendió lo que el argentino le dijo, la “mirada malintencionada” del jugador bastó para que él interpretara que lo estaba insultando.
Tarjetas y colores
Debido a los incontables problemas que esto traía como consecuencia, se hizo necesaria la búsqueda de alguna herramienta que clarificara estas situaciones. Es aquí donde reapareció en escena aquel árbitro que acompañó a Rattin fuera del campo tras ser expulsado y, además, que fue miembro del comité arbitral del Mundial de Inglaterra 66´, el inglés Kenneth George Aston.
Un año después del término del Mundial, Aston conducía su automóvil por la calle Kensington de Londres. Se percató que en el semáforo, el color amarillo representa precaución, mientras que el rojo indica que debe detenerse por completo. Es así como a partir de señales cromáticas pensó que sería sencillo comprender las decisiones arbitrales al momento de infraccionar.
Pero ahora el problema estaba en cómo podría el árbitro llevar estas representaciones durante un partido. Ken se lo comentó a su esposa Hilda Catherine Aston, quien se tomó un tiempo para pensarlo. Pasado un rato volvió con su esposo y le mostró el recorte que hizo de dos cartulinas (una roja y otra amarilla), de un tamaño ideal para poderse guardar en el bolsillo.
Aston, al ser miembro del Comité de Árbitros de la Fédération Internationale de Football Association (FIFA, por sus siglas en francés), presentó dicha iniciativa, la cual fue aprobada por el máximo organismo del futbol a nivel global. Este nuevo código fue utilizado por primera vez en el Mundial de México 70.
Quien ostenta el título como el primer jugador en recibir tarjeta amarilla en la historia, es el defensor soviético Kakhi Asatiani. Esto ocurrió en el partido inaugural del campeonato el 31 de mayo, cuando México se enfrentó ante la URSS, el silbante alemán Kurt Tschenscher mostró la preventiva al minuto 37. En el mismo tenor de los mundiales, fue hasta Alemania 74 cuando se mostró la primera roja, a la cual se hizo acreedor el atacante chileno Carlos Caszely, esto tras una fuerte patada al defensa alemán Berti Vogts.
Hasta hoy día, esos colores siguen vigentes y, a diferencia de algunas otras reglas, estos no han sido modificados. Aunque como el semáforo del que Aston tomó la idea, algunos no comprenden que el amarillo es una advertencia para detenerse, hasta que el tono rojo del exilio aparece frente a ellos.
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