El primer gol de la final del 7 de julio 2019, fue resultado de un penal. En el estadio de Lyon, Megan Rapinoe estaba frente a Sari Van Veenendaal, la portera de Holanda, quien había parado cuatro intentos a portería. Era una contra la otra, Rapinoe cruzó el tiro hacia la esquina izquierda, el balón entró. La estadounidense corrió a festejar con los brazos abiertos, levantó el brazo derecho, el izquierdo de lado y formó un ángulo similar al que pide un aplauso por un resultado; una pose que dice: “Estoy ocupando el espacio en una cancha de futbol”.
Los noventa minutos de la final de la Copa del Mundo 2019 tuvieron como marcador un 2-0 a favor de Estados Unidos. Hay partidos que no se pueden perder, el significado rebasa los tres puntos, una posición de tabla, un campeonato. El 8 de marzo, antes de iniciar el mundial de Francia 2019, la selección femenil de EE. UU. demandó a la U.S. Soccer, su federación, por discriminación salarial. Unos minutos antes de que el partido finalizara, el estadio coreó: «Equal pay for equal work!».
Un año después de la demanda y del Mundial, una de las apelaciones de la U.S Soccer en el juzgado fue que el futbol femenil requiere de menos habilidad al que realizan los hombres. Un mes después, el juez Gary Klausner, desestimó el caso y determinó la demanda de las futbolistas por 66 millones de dólares no procedía, debido a las diferentes estructuras salariales que tiene cada equipo.
Sin embargo, en estos días se dio a conocer que se resolvió una parte de la demanda de la selección femenil de Estados Unidos en contra la Federación de Futbol su país. Se acordó otorgar a las seleccionadas acceso a vuelos, hoteles, recursos y recintos similares a los proporcionados al representativo varonil.
Y aunque la Federación ha declarado que se encuentra comprometida con la igualdad salarial, parece que ambas partes todavía están sumamente distantes en cuanto al tema del salario.
Parte de esa demanda de igualdad salarial incluye los pagos atrasados por el campeonato conseguido en la Copa Mundial de la FIFA. La selección femenil recibió cuatro millones de dólares. Por su parte, el equipo varonil francés ganó 38 millones de dólares por ganar el Mundial de Rusia 2018.
Desde Francia 2019, la selección de Estados Unidos ha hecho visible la violencia de género que viven las jugadoras a nivel global, barreras individuales y sistémicas que impiden reconocer el trabajo de las mujeres en el juego. Un ejemplo fue la final de futbol femenil, la cual coincidió en la misma fecha con otras dos finales: la Copa América y la Copa Oro, pese a que la FIFA conocía el día en que concluiría el Mundial.
Lee más: Mia Hamm, la pionera del gol
Después de años, se han superado algunos estereotipos como “no juegues porque eres niña” o “no sabes de futbol porque eres mujer”, sin embargo, aún queda la duda si se está trabajando por la incorporación y reconocimiento de mujeres en las actividades que tradicionalmente se han considerado “masculinas”.
Antes del juego contra Holanda, las jugadoras no sólo hicieron público el enojo que cada selección mantenía en privado, sino perfilaron a las mujeres futbolistas como las jugadoras que participan activamente y exigen derechos laborales.
Después de Francia 2019 y la demanda de Estados Unidos, el futbol femenil continúa dando lecciones de género. Hace unos años los nombres de las jugadoras pasaban desapercibidos, se les llamaba Pelé con falda o La Messi de Argentina. Hoy las jugadoras tienen un número que las define, son: Vanina Correa, Estefania Banini, Sari Van Veenendaal, Christine Sinclair, Megan Rapinoe, Amandine Henry.
El futbol femenil no es igual que el varonil, por eso están separados en categorías de género. Sin embargo, la tensión por meter un penal, la memoria a corto plazo que necesita una portera, la responsabilidad que tiene la defensa ante los errores, la visión de campo de un medio, la efectividad de una delantera, son la misma presión.
Lee más: Sundhage y las canarinhas: una proyección a los próximos Juegos Olímpicos
De Estados Unidos, podemos aprender que el futbol femenil es la lucha por tener espacios y condiciones laborales favorables, es una metáfora del medio campo, dinámicas que están en construcción, abrir huecos para generar oportunidades de gol y crear espacios de ataque.
Hace unos meses la futbolista, Rose Lavelle, hizo una dinámica de preguntas y respuestas para Soccer.com, una de ellas decía: “¿si no fueras una jugadora de futbol profesional que estarías haciendo?” Ella respondió: “No lo sé, en realidad nunca tuve un plan B”. Tal vez esa sea una posibilidad a futuro, que lo que hoy se ven como demandas por derechos laborales, mañana sean una realidad para las niñas que quieren jugar profesionalmente y digan: “No hay segunda opción porque vivir del futbol es posible”.
Por: Maggie Morett / @MorettMaggie