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Pavel Nedvěd

“Hijo, deja la pelota y ayúdame con las vacas”, exclamó Vaclav, un granjero cuya propiedad se encontraba en Cheb, una ciudad en la periferia de la República Checa. Ahí, entre corrales y amplios pastizales creció su hijo Pavel; un niño que soñaba con jugar profesionalmente, aunque al inicio de sus días tuviera que alimentar al ganado todas las mañanas antes de ir a la escuela.

Niñez

Nedvěd fue el único primogénito de sus padres; por ende, logró cumplir su meta de entrenar con la pelota para llegar a pisar pastos que no fueran los de la granja de su progenitor. A los cinco años, tuvo su primer acercamiento con el futbol en el club juvenil T.J. Skalná, mismo donde dejó impresionados a sus profesores al mostrar una inteligencia descomunal para eludir a los rivales. 

Ocho años de duro esfuerzo y de conceptos básicos de futbol le bastaron para ser reclutado por los visores del club de su localidad, el modesto R. H. Cheb. Así, poco a poco, fue escalando en el favoritismo de los que veían cada fin de semana cómo ese niño de largo cabello rubio hacía magia sobre la cancha.

Tras un breve paso por el Viktoria Plzeň y el V.T.J Tábor, logró debutar como futbolista profesional en el Dukla Praga, un equipo en donde le permitieron cumplir con su servicio militar y también en donde marcó su primer gol, con el cual supo que no le había fallado a su pequeño ‘yo’ del pasado. 

Praga, el comienzo 

El Sparta siempre fue uno de los llamados “grandes” de su país y es que, en la República Checa, pocos equipos han sobresalido más allá de su liga local. Pavel jugó cuatro años ahí y vestido de Rudí tuvo su primera experiencia dentro de las competiciones europeas; específicamente en la Recopa de Europa, torneo que le sirvió como carta de presentación para equipos de ligas importantes… de otros países. 

Nedvěd no solo fue bicampeón de la Gambrinus Liga -torneo de Primera División de futbol checo-, sino que además lo hizo siendo figura y sutil goleador en ambas ediciones; mostrándose como un chico humilde y muy servicial en el medio campo. Gracias a ello, le llegaron buenas recompensas de forma inmediata. 

Selección Nacional 

En 1994, el talento de Nedvěd fue llevado al primer equipo de la República Checa, en donde encontró un lugar seguro que lo colocó -dos años después- en la lista de convocados a la Eurocopa. Con el dorsal ‘4’ en la espalda y a sus 24 años de edad, vivió en carne propia una oportunidad importante al clasificarse junto con sus compañeros a la gran final del torneo, misma que desafortunadamente perderían ante la siempre complicada Selección Alemana. La enseñanza de aquella derrota, lo motivó para ir por más, pero ni siquiera él se imaginó lo que vendría en su trayectoria personal.

Italia, el salto 

Esa presentación de Pavel en la Euro del 96’ lo puso en la mira de muchos clubes, entre ellos, la S.S Lazio. El joven checo tomó sus maletas y se despidió de Praga para llegar directo a Roma. Allí, en la Serie A, presenció momentos de dulce gloria y amargo fracaso, levantando títulos como la Coppa Italia y perdiendo finales como la de la Copa de la UEFA ante un viejo conocido: el Inter de Milán

Junto a Nesta y Mancini, fue parte fundamental de la plantilla del primer equipo que hizo una temporada espectacular durante los años de 1998 y 1999; alzando la Supercopa de Italia, la Recopa de Europa y finalizando segundos de la liga local con diferencia de un solo punto debajo del campeón, el AC Milan

Un año más tarde, ya en su cuarta campaña como romano, Nedvěd alzó la Supercopa de Europa y escribió con tinta indeleble el nombre de su club al quedarse con el doblete del campeonato italiano ante la sorpresa -y el miedo, claro- de todos los demás clubes. Aquellos méritos y su gran carácter dentro del campo lo hicieron llamar la atención de más equipos, de los cuales, recibiría ofertas para dibujar otro escudo entre los que pudo defender en su brillante carrera. 

Juve y el balón de oro

Cambió la elástica celeste por las franjas negras y blancas de Turín en el verano del 2001. Zinedine Zidane se había marchado con destino a Madrid y la Juventus necesitaba un mediocampista que no solo fuera vistoso, sino que también encajara en el juego colectivo que había implementado Marcelo Lippi.

Aunque Pavel tardó en perfeccionar la posición de volante, se hizo inamovible y en sus primeras dos campañas ganaría dos dobletes como bianconero: la Serie A y la Supercopa. Pero el capricho no dejaba de ser otro más que la Champions League, torneo en el que ya había dejado huella y mismo en el que rozaría la gloria eterna. La Juve eliminó al Barcelona y Real Madrid de manera hilada para llegar a la gran final de Manchester en donde, inexplicablemente, fue derrotada en los penales por el AC Milan.

Nedvěd no jugó ese partido por acumulación de tarjetas y quizá (hipotéticamente) de haberlo hecho, su equipo no hubiera caído. Pero solo el destino sabe por qué pasan las cosas y así, en un vaivén emocional instantáneo, ese granjero de Praga fue elegido como el mejor jugador del 2003. Con ello, se llenó de oro al recibir el balón más codiciado del mundo futbolístico, siendo también el primer jugador en obtenerlo después de la desintegración de la antigua Checoslovaquia.

Alemania 2006

Dos años antes del certamen mundialista, Pavel Nedvěd y una grandísima generación compuesta por: Petr Čech, Tomáš Rosický, Milan Baroš y Jan Koller, entre otros, pusieron a soñar más que nunca a su nación en la Eurocopa de Portugal. En territorio luso, los checos llegaron hasta las semifinales en donde cayeron ante un legendario equipo griego que, haciendo una de las hazañas más grandes en la historia del futbol, logró salir campeón de Europa.

No se había visto a un cuadro checo tan fuerte y prometedor en años. Esas mismas cualidades lo pusieron entre los 32 países que irían al Mundial del 2006 y sí, la misma base de la Euro era la que comandaría la ilusión de todo el país en suelo teutón.

Aunque Nedvěd brilló descomunalmente en los primeros tres partidos, no pudo hacer que su equipo avanzara de la fase de grupos; en donde compartió sitio con el que sería campeón un mes después: Italia. El duro precio de la derrota llevó a Pavel a tomar la decisión de retirarse de su selección luego de 91 partidos y 18 goles. Dejando, claramente, su nombre y apellido para la posteridad. 

Últimos días

Cuando llegó a la Juventus, jamás imaginó que sería el club de su retiro, pero sucedió. Consagrándose campeón en más de dos ocasiones, fue como Pavel entendió que su corazón le pertenecía a este club y más allá de colgar los botines, demostró que su lealtad hacia la Vecchia Signora sería un tema de posteridad, pues después de un tiempo, tomó el cargo de vicepresidente del equipo italiano.

Hoy, aquel niño que se levantaba temprano para darle de comer al ganado, puede presumir que gracias a su coraje cumplió su sueño y se convirtió en uno de los mejores jugadores checos de todos los tiempos: el autonombrado león de Praga. 

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Por: Bryan Trujillo / @BryanKameron

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