Cuando comentamos las gambetas literarias de Sergio Pitol, nos viene rápidamente a la memoria su trabajo como traductor y editor en la Universidad Veracruzana. Junto con los tiempos memorables en que aguardábamos a que surgiera de entre las entrañas de la editorial Era, un nuevo título que nos devolviera la magia que alguna vez experimentamos, cuando de adolescentes leímos a escondidas entre la noche y la mañana ese maravilloso relato de La Pantera. Al cual podríamos adjudicarle el adjetivo, tanto de un cuento como de una narración. Sin embargo, hay que reconocer que la única manera de describir el laberinto creativo y formal de Pitol en el parámetro estético, es acercándonos a su obra.
Lo anterior, efectivamente cobra vida cuando volteamos a ver la huella indeleble que dejo el autor oriundo de Xalapa, en el plano de las letras hispanoamericanas. Lugar donde su figura despega en la parte alta de la cancha. Dejando atrás las viejas proposiciones modales y los análisis académicos.
En otras palabras, la lógica nominalista no gobierna aquí, de ahí que no sea una sorpresa saber que de entre todo el trabajo dedicado a la literatura. Sergio Pitol también habló sobre futbol.
Sin duda, el oficio de las letras no se codifica solamente bajo la perspectiva de cómo se mira la vida, sino qué extraemos de ella y cómo traducimos esto en una obra literaria. Sabiendo y conociendo el trabajo artesanal de las palabras, Pitol fusiona la gentileza y humildad de los verbos con la pasión desbordada del futbol.
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Sergio Pitol, el balón como experiencia vital
En su relato: Los oficios de la Tía Clara, mezcla a un tiempo los sinsabores de la juventud y la locura. No sin antes describir una imagen que sucede a la salida de un partido de futbol Donde las cosas no dejan de ser y son a un mismo tiempo, los pilares que codifican la memoria. Dicho fragmento de estilizada prosodia viene dado en el relato antes mencionado, el cual fue incluido en: Cementerio de tordos de 1982.
Hoy en día, la obra de Pitol en el ámbito de la traducción es una suerte de cosmovisión que late en el fondo del escenario de la hermenéutica analógica, no por vasta sino por precisa, no por elemental sino por sustancial. Es decir, ha de soportar tantas lecturas como le sea posible y seguir adelante. Basta mirar: La vuelta de tuerca de Henry James, lo mismo que El buen soldado de Ford Madox Ford. Para darnos cuenta, cómo a través de los ojos del autor de: Juegos florales, estas novelas cobran un matiz totalmente diferente.
Sin embargo, no por eso la mirada que apunta hacia el futbol es menos importante. Ya que al momento de observar el mundo, Sergio Pitol no está describiendo únicamente el plano sintáctico de un compendio de sensaciones. Más bien es él, nosotros y el lector quien realmente brinda de realidad un texto, no a la inversa. El futbol ocupa dentro de este parámetro, un bosquejo que arma el recuerdo de: Los Oficios de la Tía Clara. Mientras que a la par, nos otorga un argumento para descifrar, un relato elemental que sigue contándose a sí mismo desde la ficción.
Checa la entrevista que le hicimos a Juan Villoro, otro referente de las letras y el futbol.
Redacción ADR