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Abrazo de gol

A heroínas y héroes de la epidemia. ¡Gracias!

Después de 36 horas continuas de labor en el hospital, Fernando regresó al hotel donde se hospeda desde hace tres meses por decisión propia para evitar contagios entre su familia y agresiones hacia su persona por parte de vecinos. Estaba agotado, fundido, sin embargo, demasiado sensible como para intentar siquiera conciliar el sueño.

Se duchó y merendó algo ligero. Encendió su laptop para distraerse con una película vía
streaming pero no pudo. Don Camilo, paciente de 75 años recuperado de COVID-19, le robaba el pensamiento debido a una charla que sostuvieron minutos antes de que el anciano fuera enviado a casa.

-¿Sabe qué es lo que más temo de recuperarme, doctor?
-Dígame.
-Que no me alcance el tiempo para ir a un partido de futbol con mi hijo.
-Ah, es usted futbolero, eh.
-Todo lo contrario. Siempre me ha parecido un jueguito para idiotas.
-¿Entonces?
Fallas que tenemos los padres.

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Aquel hombre le confesó que se arrepentía de no haber cumplido a su hijo el deseo de llevarlo a un estadio cuando era niño, así como de no haber satisfecho la ilusión de irle a ver jugar cuando era adolescente. Su negativa en aquel entonces se debió a que menospreciaba el futbol, deporte que consideraba un entretenimiento pasajero en el gusto de cualquier persona, un distractor para desatender actividades importantes como la adicción al trabajo o el descanso.

-Hay que estar al borde de la muerte y lejos de lo que uno ama para darse cuenta de este tipo de cosas, doctor.

Don Camilo también se sinceró al admitir sus desobligaciones como padre luego de separarse de la mamá de su hijo, entre las que destacó largas ausencias, poca frecuencia para convivir e imposición de itinerario con base en sus gustos, no en los del chico. Ahora, considerándose un afortunado por haber librado la fatalidad del maldito virus pero desdichado por vivir distante de los suyos, pide al universo una oportunidad para corregir aunque sea un poquito del pasado.

Informado de que los torneos se juegan sin público y que las restricciones sanitarias para regresar a los estadios se prolongarán por varios meses, su temor de que no alcance el tiempo para esa primera vez yendo a un templo del balón junto al ser que más ama es su nueva desgracia.

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Mi hijo y nietos viven en Seattle. Con esto de la pandemia han optado por quedarse allá debido a la situación. No sé hasta cuándo volveremos a vernos. Claro, en caso de que así suceda. Posiblemente me maten la tristeza y la soledad.

-No diga eso.
-Gracias por escucharme, doctor.
-Para eso también estamos, señor.
-¿Sabe, doctor?
-Dígame.
Es la primera vez que hablo de alguien con esto. De verdad, gracias por escucharme.
-Por nada. Gracias a usted.

Conmovido, tocado en sus fibras sensibles por recordar las palabras de Don Camilo, Fernando cogió el teléfono y llamó a su esposa, mujer con cinco meses de embarazo. “Mi amor, cuéntame otra vez cómo fue, cómo sentiste las pataditas de nuestro bebé, de nuestro futuro futbolero, según tú”.

Fernando lloró mientras imaginaba un sinfín de experiencias acompañado de su familia. Fue su manera de abrazar y acariciar lo que más ama luego de tres meses sin poder hacerlo.

 

*Ficción que se acerca a la realidad.

 

Por: Elías Leonardo / @jeryfletcher

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