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Irapuato

Irapuato, ciudad capital de las fresas, bastión comercial guanajuatense, centro económico regional, lugar de gente trabajadora, de clima amable y de campos fértiles, de plazuelas amables al viajero que busca ese aire de tranquilidad una fresca tarde de domingo.

Comienzo mi caminata por esta fantástica ciudad y a lo lejos comienzo a ver el concreto de un coloso que me recibe amable, sus columnas de hormigón y sus desgastadas paredes me indican que ha visto ya algunos inviernos, que muchos balones han rodado por su césped, mis pasos no se detienen y de pronto siento una mirada vigilante, expectante, se trata de Jaime Belmonte, que me da la bienvenida en forma de acero, orgulloso, con un balón bajo su pie. El héroe de Solna ocupa siempre un lugar importante para esta ciudad y para el club, el flaco Belmonte es irónico, porque a pesar que partió en el año 2009, la verdad es que nunca se fue. Por eso es que Irapuato le honra con una estatua.

No me queda más que sentarme en el graderío solitario del Estadio Sergio León Chávez y recordar las hazañas de Juan Alvarado al frente de aquella trinca del año 1999 y 2000, siempre ecuánime, estático, de bigote tupido, pero bien recortado, corbata y zapato lustrado que no se inmutaba ante los vaivenes y movimientos de aquella inestable Primera División A de principios de milenio.

Inolvidable aquellos juegos por el campeonato ante Cruz Azul Hidalgo del verano 2000 o ante Zacatepec del Torneo Verano de 1999. Era una plantilla con mucho corazón, que engalanaba las canchas y que enamoraba con su juego vertical.

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Siempre es bueno tener en mente aquellos recuerdos de personajes que nos hicieron llevar bien puesta la playera de la trinca, a veces son ya tan solo un fugaz recuerdo, una memoria que a veces cobra vida y se pasea de forma risueña por la banda derecha, que se detiene en el córner y que se pregunta: «¿Dónde esta el Estadio Revolución?». Ante esos recuerdos tan solo podemos suspirar y tal vez encender un cigarro, añorar una y otra vez.

La tarde cae y tenemos tiempo suficiente para ir al centro de la ciudad y comer un esquite, o elote en vaso -como muchos le llaman en otras partes del país-. Es agradable ver la tranquilidad de aquel lugar, mientras las personas vienen y van, de aquí para allá, algunos portando un jersey rojo con una heráldica que asoma a un sol en la parte superior, resguardando 3 franjas centrales donde se distingue una fresa en la parte superior, abajo en la parte roja un balón de gajos y en el centro la palabra Irapuato escrita de forma orgullosa, llevada por el aficionado muy cerca del corazón.

Resguardando la portería fresera estuvo por un tiempo el genial Samuel Máñez, de mirada profunda y de sonrisa amigable, de curiosa y singular melena muy noventera, el oriundo de Tenexpa en el estado Guerrero, siempre dejó un buen sabor de boca en la afición de la trinca, se brindaba en cada partido, en cada lance y en cada salida, otorgaba seguridad y estabilidad en el área grande, la carretera continuó su rumbo, el mar siguió agitando las aguas y Samuel se bajó de este barco llamado vida, partió lejos, muy lejos comprando un boleto sin retorno al país de los sueños y de las leyendas.

Hablando de duplas mortales no podemos dejar de mencionar a Martín Rodriguez y Christian tractor Morales, pareja que se cansó de meter goles en la Liga de Ascenso y Primera Nacional, haciendo de Irapuato una plaza compleja para el visitante, donde cada gol se cantaba en todo el municipio y lugares cercanos, tal vez Valle de Santiago, Valtierrilla y hasta Jaral del Progreso. Debemos mencionar que el Invierno 2001 de Primera División vio coronarse a Martín Rodriguez como máximo artillero de aquel certamen con 12 anotaciones.

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En un tiempo un poco más lejano por la ciudad se apareció un jugador argentino de mucho toque, de discreto actuar pero de gran calidad, hombre gustoso de las bellas artes y que disfrutaba de las buenas obras teatrales, su cabeza había perdido ya mucho cabello y le apodaban El Pelón” nadie imaginaba que aquel hombre comandaría más tarde a las legiones de una de las generaciones más brillantes del futbol argentino en su ultima final de copa del mundo en Brasil 2014. Una generación de gran calidad pero de muy poca suerte. Messi, Basanta, El Kun e Higuain estaban bajo las órdenes del aquel ex fresero, su nombre: Alejandro Sabella.

Entre las idas y vueltas de la vida, desapariciones, varios clásicos del bajío con el vecino León, ascensos, descensos y tomas de estadios también desfilaron por estos rumbos: el turco Mohamed y su estilo sudamericano, Ariel apache González, el multi mundialista paraguayo Denis Caniza, Danilo de Oliveira y Alexandre Guimaraes como entrenador, entre otros personajes.

La línea entre Irapuato y la CDMX es aproximadamente de 320 km, aunque el Cuau las unió mas que nunca e hizo que la distancia fuese solo un número. Ya no parecía tanta la recta entre Paseo de la Solidaridad o Plaza Cibeles en la capital fresera con respecto a Eje 1 Norte o a La Lagunilla en la Ciudad de los Palacios.

El 10 de Tepito también hizo de las suyas por tierras freseras, su llegada fue un «boom” en los números del club, la venta de camisetas aumentó. El ex jugador del Real Valladolid e icono americanista llegó ya en el ocaso de su carrera, aunque siempre dejó lo mejor en el rectángulo verde de aquella ciudad guanajuatense. Los hijos de la mermelada pudieron aplaudir y aclamar a Cuauhtémoc Blanco desde la cabecera del estadio, a aquél que brilló en selección nacional, ganó la Copa Confederaciones, anotó un gol de antología al Real Madrid.

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¿Qué significa ser del Irapuato? La verdad es que no lo sé, tan solo el aficionado que porta su jersey orgulloso los días de juego lo sabe, solo aquellos que soportan fieles a pesar de la adversidad podrían darnos cuenta de ello, pues en el fondo es un amor muy grande, un amor estable y leal, un amor que, a diferencia del club, no deambula entre divisiones ni emula a directivos que les gusta jugar a ser magos y les agrada desaparecer franquicias. Un amor que solo conocen esos paisanos que radican lejos de casa, lejos, pasando fronteras, paisanos que no se olvidan de su hogar y que el jersey del Irapuato fue siempre pieza indispensable en su maleta de cabina o en su equipaje de mano.

Ahora luce un tanto distante una vuelta a la máxima categoría del futbol mexicano, pero la vida da muchas vueltas, proyectos van y vienen, nuevos jugadores y nuevas ideas, al igual que la vida, el balón nunca deja de rodar y así se vive y se siente el futbol en Irapuato.

¡Irapuato por siempre!

 

Por: Carlos Silva / @SAGA0003

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