En junio de este año, el Real Madrid finalmente anunció que tendría equipo femenil, empresa para la que absorberá al ya existente Club Deportivo Tacón. Aunque, sin duda, es una excelente noticia que uno de los clubes más importantes del mundo forme parte del juego de la mujer, hay que tomarla con cautela, y para ello, recordar el caso de otro club, menos célebre, y lo que los equipos femeniles realmente significan para sus directivas cuando peligran los ingresos del club.
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El caso del Charlton Athletic femenil
“Estoy asqueada con el equipo”, declaró Casey Stoney en el verano de 2007. El Charlton Athletic, donde había jugado por cinco años, había anunciado la desaparición total de su sección femenil, es decir, el primer equipo, el de reservas y hasta su escuela infantil. No era a causa, como podría pensarse, de los malos resultados—no los de ellas, por lo menos. Hacía solo semanas habían disputado la final de la Copa FA ante 24,529 aficionados en el estadio y otros dos millones que la vieron por televisión. Ese, ahora, sería el último partido del galardonado equipo del que Stoney era capitana. “Los hombres descienden y nos castigan a nosotras”.
La permanencia del Charlton varonil en la mayor categoría del futbol inglés, la Liga Premier, siempre había sido difícil. Ascendió en 1998, descendió en el 99 y ascendió de nuevo en 2000. En 2004 lograron su mejor posición en la tabla, el séptimo, a solo dos lugares de poder jugar la entonces Copa UEFA, hoy Europa League. Comenzaron la temporada 2006-07 despidiendo al entrenador que habían contratado ese mismo verano tras solo dos juegos ganados de doce y cuando terminó la campaña ocupaban el penúltimo lugar, sentenciados a descender de nuevo. Perderían patrocinadores y los lucrativos ingresos de los derechos televisivos. Había que ahorrar, deshacerse de las partes sobrantes de su empresa, como aparentemente consideraban a la sección femenil. Esto, aunque su desempeño había sido muy diferente.
Unas semanas después, Keith Boanas, entrenador del Charlton Athletic femenil desde el año 2000, tomó el teléfono y marcó los números de cada una de sus jugadoras. Tenía malas noticias—inesperadas: la directiva había decidido eliminar al equipo. No había dinero y ellas eran una carga.
De 2000 a 2007 nunca terminó una temporada por debajo del tercer lugar en la primera división de su liga, entonces también llamada Premier, y con frecuencia aparecían en la final de la Copa FA, que generalmente se considera el galardón más importante del futbol femenil inglés. Tras perder las dos primeras, finalmente la ganaron en 2005 en un doblete con la Charity—hoy, Community—Shield. Cerraron lo que aparentaba ser su última temporada en existencia apareciendo en una final más, su tercera consecutiva, ante el equipo más ganador y que se había vuelto su principal rival, el Arsenal.
Unas semanas después, Keith Boanas, entrenador del Charlton Athletic femenil desde el año 2000, tomó el teléfono y marcó los números de cada una de sus jugadoras. Tenía malas noticias—inesperadas: la directiva había decidido eliminar al equipo. No había dinero y ellas eran una carga. Si quieren seguir jugando el próximo año por favor búsquense dónde. Ah, y dicen que no hablen con la prensa. Algunas, por una u otra razón, no pudieron atender a su llamada personalmente.
“Después de cuatro años de compromiso recibí un correo de voz del entrenador diciendo que la sección de mujeres ya no existía”, escribió la defensa y mediocampista Danielle Murphy en un testimonial furibundo que publicó la sección deportiva de la BBC. Además del Charlton, Murphy jugó para la selección nacional: 23 veces en total. “La directiva […] ni siquiera tuvo la decencia de convocar a una junta, de ver a las jugadoras a la cara y explicarles las razones de esta decisión”. Aunque Murphy sabía cuáles eran las razones: “solo importa el dinero”.
En el futbol varonil, el contrato de algunos jugadores estipula que, si el equipo que para el que juegan desciende, son automáticamente libres de buscarse otro. Es una práctica común. Así llegó Roy Keane al Manchester United, por ejemplo, tras el descenso del Nottingham Forest. Es un seguro de los jugadores para mantener sus carreras en las ligas más competitivas y sus sueldos altos. En otros casos, los equipos que descienden venden a sus integrantes más notables para amortiguar las pérdidas. Ambas cosas ocurrieron con el descenso del Charlton Athletic, pero la situación de las futbolistas era muy distinta.
Muchas, al no recibir un sueldo, se ganaban la vida de otra manera. Danielle Murphy era bombera. Además de ejercer su profesión, debía ir a entrenar cinco veces por semana con sus propios medios, tras un trayecto que le quitaba hora y media. La gran mayoría de sus fines de semana también estaban ocupados: su equipo competía en una liga a nivel nacional, después de todo. Y la suya ni siquiera era la situación más difícil. Algunas de sus compañeras “viajaban hasta cuatro horas para entrenar por dos horas dos veces por semana porque queríamos ser las mejores”. Y lo fueron. Siempre dejaron a su equipo, de haber existido entonces, en puestos de Champions. “Me enorgullecía hacerlo”, dijo Murphy.
Ahora, ante la aparente desaparición, las jugadoras emigraron en masa; la capitana Casey Stoney llegó al Chelsea; Murphy, al Watford; y Keith Boanas, tras un año de trabajar en otros proyectos, al Millwall. Cuando terminó el éxodo, el Charlton Athletic contaba solo con dos jugadoras, repitiendo un episodio de su propia historia, ocurrido siete años antes, pero en dirección contraria, cuando llegaron al club seducidas por las instalaciones, facilidades, y sobre todo, el profesionalismo que la directiva les prometía.
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Del Croydon al Charlton
En el 2000, en la asamblea anual ordinaria de otro club londinense, el Croydon, con 17 votos a favor, tres en contra y cuatro abstenciones, las jugadoras decidieron mudar, ante un comité atónito, toda la sección femenil al club rival, el Charlton. Es “como si los jugadores del Manchester United votaran a favor de convertirse en el Liverpool”, se lamentó un portavoz del club; una traición al tiempo y al dinero que habían invertido para convertirse en un equipo inglés que podía presumir haber ganado dos dobletes—la liga y la copa—en solo seis años.
Aunque las consideraba desleales, Ken Jarvie, presidente del club, intentó, sin éxito, bloquear el traslado. Para las jugadoras, había otras cosas que considerar además del éxito y los galardones. Estaban, a fin de cuentas, en un equipo semiprofesional: debían comprar sus propios uniformes y pagar por el derecho a jugar.
Cuando los rumores de que estaban insatisfechas alcanzaron los oídos ejecutivos del Charlton, la directiva vio una magnífica oportunidad de hacerse de un equipo femenil de éxito instantáneo. Sin saberse a ciencia cierta quién habló con quién, ni cuando, o siquiera si lo discutieron con ellas de antemano, las jugadoras votaron su separación con tal prisa que, según les advirtió el máximo órgano del futbol inglés, la Football Association (FA), nada más decidieron un cambio de nombre.
Es decir, en vez de convertirse en el equipo femenil del Charlton Athletic, solo rebautizaron al Croydon, Charlton. Aún eran una empresa totalmente independiente, homónima de la otra; no habían cambiado de sede, de escudo o ni siquiera, en una situación de lo más incómoda, de directiva. Ken Jarvie se encontró a sí mismo presidiendo una empresa cuyo personal había votado no tener nada que ver con él.
Tras conocer el resultado de este primer voto, la entrenadora Debbie Bampton, que también fungía como jugadora, renunció al equipo admitiendo que hubiera permanecido en él de haberse quedado en Croydon, y el resto del equipo exigió una asamblea extraordinaria para votar, ahora sí, su absorción total. El 6 de agosto de 2000 disputaron la final de la Charity Shield que habían alcanzado con los colores del Croydon, vistiendo, por primera vez, los del Charlton, sin imaginarse que, en solo siete años, tendrían que emigrar de nuevo, al igual que ahora, y al igual que hacía década y media, tras otra final de la Copa FA.
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Del Bromley Borough al Croydon
El Millwall FC, a mediados de los ochenta, fue el primer equipo inglés en anexar a un equipo femenil y abrir un centro de excelencia, como se le conoce a las escuelas de futbol infantiles que son vía de acceso a las academias donde las alumnas y alumnos continúan formándose en jugadores profesionales. Y en 1991, ahora las llamadas leonas, ganaron, junto con otros siete equipos, el pase a competir en la primera edición de una liga femenil nacional—la premier de la liga Premier. A pesar de ello, o quizás precisamente por esa razón, en vez de consolidarse como uno de los equipos ingleses más importantes, la mayoría de las jugadoras emigraron a otros clubes. Entre ellas, Hope Powell y Sue Law establecieron su propio equipo, el Bromley Borough, que, al alcanzar la máxima categoría en 1994, se convirtió en la sección femenil del equipo al que se anexaron: el Croydon FC.
Más que traición, el deseo de las jugadoras del Croydon de cambiar de nombre y sede obedecía, en realidad, a los primeros esfuerzos de la FA de profesionalizar al futbol nacional de mujeres. Los equipos femeniles con mayor chance de consolidarse serían, seguramente, aquellos afiliados a uno varonil de renombre—entre más competitivo, entre más ganador, mejor—. Era la oportunidad de formar parte de un club realmente profesional, donde quizá podrían ganar algo por jugar en vez de pagarlo; donde tendrían “buenas instalaciones, entrenadores excelentes” y hasta un equipo de reservas, como presumió la ahora capitana del Charlton, Gill Wylie, de su nuevo hogar futbolístico, donde se le daba importancia incluso a los detalles más pequeños: “hasta nos lavan los uniformes”, se sorprendió Gemma Hunt, otra jugadora.
Siete años después, la directiva decidió desaparecerlo. Pero una institución con dos equipos profesionales genera más atención que una semiprofesional, especialmente si sus jugadoras, ignorando las órdenes de la directiva, acuden a la prensa. Al enterase de la inminente desaparición, los seguidores del Charlton reaccionaron, reprochándole al club el silencio con que tomó la fatídica decisión. Para el director ejecutivo, Peter Varney, la mejor defensa fue el ataque.
No importaba si el equipo femenil era profesional, dijo, era imposible que por sí solo generara el presupuesto de 360,000 libras necesario para su permanencia por la falta de visibilidad que tienen los patrocinadores en la liga de las mujeres. Además, “muy pocos de los aficionados […] ven los juegos del primer equipo [femenil], y por lo tanto, los ingresos en taquilla son mínimos”. La prioridad, agregó, debía ser que el equipo varonil regresara a la máxima categoría. El presidente de la sección femenil, Robert Whitehand, culpó a la FA de la desaparición por la insuficiencia de los fondos que destinaba para el juego de la mujer.
Pero en agosto, poco antes del comienzo de la temporada siguiente, el Charlton anunció abruptamente la aparición de un patrocinador—habían salvado al equipo. Su financiamiento ahora correría a cargo de la parte de la compañía dedicada al trabajo comunitario.
Sin embargo, tras el éxodo de ese verano, necesitaban jugadoras. Steve Waggott, presidente de dicha sección, concluyó la nota que daba la feliz noticia con una petición: “a quien le interese formar parte de nuestro nuevo equipo y mantener vivo el futbol femenil en Charlton, debe mandar un email a...”
Mientras tanto, la prioridad de regresar al equipo varonil a la liga Premier no se ha cumplido. A más de diez años de haber descendido, actualmente el Charlton Athletic sigue en la Championship, la segunda división.
En 2013, el Charlton femenil, también en segunda división, perdió la oportunidad de participar en la nueva liga profesional, la Women’s Super League—donde compiten el Chelsea, el Manchester City, el Arsenal, y, desde el 2019, el Manchester United—cuando la FA rechazó su petición por no cumplir con un requisito indispensable: ser una entidad legal independiente—aún formaban parte del Charlton Athletic del equipo varonil por el que estuvieron a punto de desaparecer.
Toda inversión de los clubes de futbol depende, y está siempre al servicio, del bienestar del equipo varonil, la fuente principal de su capital. Por ello, ninguna decisión es demasiado difícil, o demasiado inmoral, con tal de protegerlo. Casos como el del Charlton nos recuerdan que la existencia de los equipos femeniles de clubes como el Real Madrid, en ocasiones, no depende de su propio desempeño. En otras tantas, ni siquiera importa.
Por Patricio Bidault / @pbidault