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Neymar

Un día eres ídolo en el Barcelona, tus mejores amigos son Lionel Messi y Luis Suárez, eres parte de la santísima trinidad de Catalunya (MSN) y estás llamado a ser el heredero del mejor jugador de la historia. No puedes pedir más a la vida, porque básicamente no hay más arriba. Tienes una cita con la historia. Le susurraste al oído a Guardiola que te llevara, y aunque no lo hace, alguien más termina por darte la oportunidad. Estás viviendo el sueño.

No se sabe qué pasó, pero hay quienes dicen que no supiste vivir a la sombra de los gigantes; que aquella noche en el Camp Nou en la que te echaste al hombro al Barcelona rompió tu corazón, pues la foto que trascendió fue la de Messi con el puño en alto. Parece que esto terminó por decirte que jugabas en segunda línea.

Los rumores apuntan a que te marchaste para ser la figura, porque te cansaste de no ser la estrella del gigante catalán. Otros dicen que fue un asunto de dinero. No importa, un día te pareció que vivir el sueño era demasiado poco, que aprender del mejor del mundo, asistirlo y ser asistido por él, no era suficiente. En caso de que los rumores sean ciertos, volviste al sitio donde la eterna primavera que vivías con el Barcelona se comenzó a desmoronar: París.

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Entonces sí, ahí no había más. Ibas a ser el más grande astro del firmamento parisino, ni Cavani, ni Di María, ni la maldita Torre Eiffel o el Louvre te eclipsarían. El mundo por fin iba a ver de lo que eras capaz. Sin embargo, los planes no te salieron como esperabas. Un joven de veinte años llamado Kylian Mbappé se ha robado todos los reflectores y tú te vas apagando de a poco, mientras ves, fuera del campo, atónito, como, una vez más, no llegas a la final de la Champions, y te dices a ti mismo: Estaba viviendo el sueño.

Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar

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