Mucho antes de la existencia de las selfies después de cada partido, jugadores con un perfil más serio, exhibieron en distintos campos su magia. En Brasil, a inicios del siglo pasado, reinaba un nombre que era sinónimo de magia y gambeta: Leónidas Da Silva. Alguna ocasión, Nelson Rodrigues, dramaturgo, periodista y escritor, le calificó como: «Un jugador rigurosamente brasileño. Tenía la fantasía, la infantilidad, la improvisación y la sensualidad de nuestros típicos cracks».
Leónidas nació un 6 de septiembre de 1913 en Río de Janeiro y se curtió como futbolista por elección y necesidad. La necesidad y los pocos recursos económicos acompañaron su infancia. En las canchas le apodaban El Diamante. Jugó para seis equipos, incluido una breve estancia por el Peñarol de Uruguay; debutó en el Bonsucesso, para luego brillar en el Vasco Da Gama, Botafogo, Flamengo y en el São Paulo.
Con 20 años de carrera, sumó también 8 campeonatos entre el Carioca y el Paulista. Pero la trayectoria de Leónidas no puede resumirse solo en números. En Brasil, su tierra, se le considera el inventor de la chilena, jugada que ejecutó en varias ocasiones y que le hizo dejar huella en las distintas escuadras que defendió. Hace apenas cinco años, en 2013, el Flamengo le recordó con una playera conmemorativa. Era el centenario de su natalicio. Da Silva fue ídolo.
Y si a nivel de clubes brilló, en la Selección Brasileña desplegó su mejor arsenal. Leónidas jugaba en todo el frente de ataque y aunque apenas disputó 19 partidos con el Scratch Du Oro, dejó amplia muestra de su clase con la pelota. Con el representativo brilló en dos Copas del Mundo: Italia, 1934 y en Francia, cuatro años más tarde. En este último, marcó siete anotaciones durante cuatro compromisos.
Pero fue en los campos franceses donde exhibió su mejor estela. En esta justa marcó siete anotaciones en los cuatro duelos que llevaron a Brasil a conquistar el tercer puesto. Ante 13 mil espectadores, en Estrasburgo, en el campo de La Meinau, además de despacharse con tres tantos (acabó 6-5), Leónidas dejó una jugada para la posteridad futbolística.
En un campo parchado de lodo, el botín de cuero de Leónidas pagó las consecuencias. Al poco tiempo de empezado el duelo, el atacante le entregó el zapato a uno de los auxiliares del entrenador para que le reparara una fisura, pero apurado por irse al frente en el marcador, ingresó a la cancha con la intención de hacerse presente y lo consiguió. Recibió el balón cerca del área rival, amagó y disparó para abrir el electrónico.
El primer y único tanto que se ha marcado en Mundiales descalzo. La gran figura de Brasil.
Por: Rubén Guerrero / @RubenGuerreroA