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Conmebol y Concacaf

 

Las infancias en América Latina suelen ser complicadas para un amplio sector de la población, sufrir parece ser una tónica marcada -casi natural- para algunas personas que habitamos este espacio. El transitar diario tiene sus peculiaridades, elementos muy diversos se hacen notar en el subcontinente, difícil homogeneizar todo lo que conlleva haber florecido en esta tierra por más que haya esfuerzos provenientes de sectores hegemónicos y privilegiados. No hace falta indagar mucho para observar que existe <un algo> para aderezar la historia, siempre la hace increíble, ya sea para bien o para mal: el futbol. 

Hablar del continente americano es una tarea ardua, más complicada que ir a jugar al Hernando Siles en La Paz, Bolivia o en El Metropolitano de Barranquilla, Colombia. Aunque pareciera obviedad el (re)conocer lo que ha ocurrido, ocurre o lo que podría ocurrir en el espacio social dónde nos desempeñamos, no sucede así. Las desventajas están presentes desde los inicios, por ejemplo, basta con recordar el paso por las aulas académicas para observar que aquella historia que se nos ha transmitido no suele tener como protagonistas a personajes latinoamericanos, americanos sí, pero del norte, quiénes nos sujetan a relacionarnos con ellos por sus propios intereses y no por verdadera muestra de amistad.

Se desconoce lo propio en la búsqueda de lo ajeno. Alguna vez el Apóstol de la Independencia, José Martí comentó que: “conocer es resolver”, y sí, porque se puede hablar de lo no conocido pero no se tendrá certeza al hacerlo. Se sobrevive en América Latina, no se vive. Aunque los libros de Historia no están llenos de nombres propios existe un lugar dónde sí pasa así: la memoria, es aquí donde afloran los recuerdos de quiénes convirtieron la cotidianidad en algo extraordinario, hay que recordar a Pelé, Maradona, ‘Mágico’ González, ‘Pibe’ Valderrama, Marta Vieira, Cuauhtémoc Blanco, Christiane Endler, Estefanía Banini, etc. Ellas, ellos y muchos más son responsables de gran parte de nuestro acervo latinoamericano.

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En un mundo globalizado y aparentemente conectado, el futbol no es para nada ajeno a estas lógicas. Uno de los altos mandos del balompié en América, Alejandro Domínguez actual dirigente de la CONMEBOL anunció el pasado viernes 27 de enero que habrá una nueva alianza con sus vecinos del norte: CONCACAF. 

¿En qué consiste? Las palabras del guaraní fueron: “La CONMEBOL y la CONCACAF están unidas por lazos históricos y afectivos … Pero sobre todo nos une la pasión, característica de toda América, por el futbol y el deporte”. 

José Martí quedaría perplejo a tales declaraciones, han pasado más de 130 años de la publicación de Nuestra América, obra consagratoria del cubano y desde ese entonces hasta la actualidad se percibe una sensación de añoranza por una (verdadera) integración latinoamericana y batalla con quiénes se ubican del Río Bravo hacia el norte. Alguna faceta de ésta podría volver a llegar por medio de un balón de futbol y con muchos dólares de por medio. 

La pluma de Martí no buscaba presentarse como un manual para lograr la plenitud de los y las que habitaban América Latina, aunque sí existen premisas claras e importantes para desempolvar en casos como éste. Desde el norte del continente, y del mundo en general, provienen fuertes bocanadas de aire que hacen tambalear a quiénes no cuentan con la estabilidad necesaria; aunque el futbol es uno de esos resquicios dónde los elementos de la ecuación suelen invertirse ocasionando que el producto proveniente del sur sea de mayor calidad a comparación de su competidor.

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Los países americanos tienen presencia en el palmarés histórico de la Copa Mundial de la FIFA varonil gracias al talento que emerge en Sudamérica, pero en el caso femenil ocurre lo contrario porque los Estados Unidos de América (EEUU) dominan a plenitud.

La primera particularidad permite observar que existe un espacio donde se le puede poner cara a quiénes históricamente se presentan como dominantes y/o hegemónicos, léase a todas luces: EEUU. Algunos fanáticos alrededor del mundo voltean a ver hacia América Latina por el talento distribuido en algunas latitudes de la región, siempre ha habido señales de alerta porque las próximas estrellas a nivel mundial brillan desde acá; llega haber pequeños destellos en Centroamérica, algunos más en México y de a poco comienzan a vislumbrarse luces en Norteamérica, casi a la par que en El Caribe. 

¿Quiénes ganan con esta alianza “estratégica”? A bote pronto es lógico pensar que CONCACAF, y así lo reafirma su presidente Víctor Montagliani: “Trabajando de la mano de CONMEBOL, ofreceremos competencias de élite que brindarán más oportunidades para nuestras federaciones y que sabemos que los fanáticos apasionados quieren ver”. Pocas veces el sur global se impone a sus vecinos del norte, en la mayoría de encuentros éste último siempre suele salir avante, pero el futbol brinda la oportunidad de hacerle frente y en varias ocasiones vencerle.

La parte sur del continente americano históricamente ha sido obligada a desarrollar una necesidad de dependencia, casi ante cualquiera que cuente con el capital suficiente para hacerlo, EEUU o Europa principalmente. La unión de la que se ha venido hablando puede ser vista como la excepción a la regla, es decir, se va a necesitar de algunas naciones latinoamericanas para que otras pertenecientes a Norteamérica, Centroamérica y El Caribe puedan “desarrollarse” de mejor manera en el ámbito futbolístico; a partir de una competencia aparentemente justa se pretende que el nivel de futbol desplegado desde el punto más al norte o al sur sea homogéneo en sus puntos más altos, para adquirir competitividad frente a cualquier rival.

A finales de 2022 ocurrió un hecho demasiado especial, esperado por muchos y muchas, deseado por otros tantos, y fue: Argentina campeón del mundo en Qatar 2022. Han pasado más de dos meses, la euforia y alegría han bajado sus decibeles aunque la felicidad será eterna, lo ocurrido no podía pasar desapercibido en algunos escritorios importantes en la parte sur del continente americano. 

Alejandro Domínguez, presidente de la CONMEBOL, enunció un discurso con tintes integradores: 

Tenemos equipo. Creemos en grande y la FIFA tiene la obligación de honrar la historia de aquellos hombres que hicieron posible la realización de un torneo mundial hace 100 años. Estoy seguro de que aquellos hombres se sorprenderían al ver lo que ha logrado el fútbol.

¿A qué se refiere Domínguez con estas palabras? El acto protocolario de dónde emerge su discurso se realizó en Ezeiza, predio de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), con motivo del lanzamiento oficial de la candidatura conjunta de Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay para ser las sedes del principal torneo de la FIFA en 2030. Se están dejando ver nuevos bríos de integración latinoamericana.

Las exigencias del dirigente guaraní se disfrazaron de discurso oficial, sus aspiraciones apelan a la relación histórica de Sudamérica con la Copa Mundial de la FIFA, las cuáles tienen pasajes favorables en su mayoría pero también hay saldos negativos. Desde el seno de CONMEBOL se piensa que el magno evento debe ser organizado por algunas naciones que conforman esta confederación por el simple hecho que todo comenzó en Uruguay 1930 y cien años después el retorno ha de suceder.

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Hay que echar a volar un poco la imaginación y pensar en que el partido inaugural de la justa mundialista suceda en el Estadio Centenario de Montevideo, otros duelos vibrantes pasen por el Nacional de Santiago o el Defensores del Chaco en Asunción, para que finalmente todo llegue a su fin en el mítico, y hoy renovado, Monumental de Buenos Aires. Ya estando en el espacio de las ilusiones, las cosas serían más alucinantes si algún combinado regional se erige campeón. Romanticismo hecho futbol, ni el mismísimo Realismo Mágico tiene historias de este calibre, y para los dirigentes de la CONMEBOL no se trata de una utopía, ellos solo piden algo: “Cree en grande”; slogan oficial de su candidatura. 

América mueve sus piezas internamente ocasionando que algunas miradas se centren en ella. Un balón de futbol vuelve a ser punto de encuentro o de distanciamiento para algunos sectores de las sociedades que habitan este territorio. La división es una cualidad innata que ha echado raíces particularmente en este lado del mundo, y hoy al menos desde el lado discursivo se ven intenciones de hacerle frente a este tema a partir del balompié; aunque no todas las acciones son de buena fe, hay muchos intereses de por medio. 

Un gran cierre no debe olvidar lo alguna vez dicho por Pablo Alabarces: 

Ésta es una historia de algo que no existe. Y, sin embargo, es una historia posible. El futbol latinoamericano no existe como narrativa unificada, como desarrollo homogéneo, como modo de jugarlo o de mirarlo, ni siquiera como origen común -y, mucho menos, como destino-.

Por: Jorge García Vielma / @7vielma7

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