“Tenemos la oportunidad de recuperar el liderazgo mundial en el futbol y no lo podemos desaprovechar. Desde 2015 los ingresos han cambiado sustancialmente, desde los USD 70 millones que ingresamos a los USD 500 millones de ingresos que estamos presupuestando”. Declaró Alejandro Domínguez (al diario Comercio) respecto a las expectativas de la Copa América 2019. La competencia, que en las gradas no demuestra el entusiasmo del directivo y que socialmente enmascara factores sociales, económicos y políticos.
Primer tiempo: todo el juego por la banda izquierda
El entusiasmo de Domínguez no es exclusivo de la CONMEBOL o de esta Copa América. Debemos remontarnos a 2014 para encontrar los inicios de un proceso prometedor, pero hasta la fecha inconcluso y poco favorable para las tierras amazónicas, a quienes el torneo continental les sabe poco.
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La historia comienza por la banda izquierda. El gobierno de Lula Da Silva (de 1 de enero de 2001 a 1 de enero de 2011) entusiasmaba a los brasileños y sorprendía a Latinoamérica. Brasil era una de las naciones emergentes más importantes del orbe, de la mano de Lula la política de izquierda se mostraba al mundo como una opción.
Como colofón, Brasil buscaba copar las competencias internacionales. Por ello en 2006 anunciaron su candidatura para el Mundial de 2014 y para las Olimpiadas de 2016. La historia ya la conocemos, Brasil organizó las primeras olimpiadas en el cono sur y el Mundial. Paradójicamente, lo que en el papel era una fiesta para el gobierno de Lula Da Silva, terminó por sepultar a la izquierda en tierras amazónicas.
Hablando exclusivamente del Mundial. Brasil 2014 fue un verdadero despilfarro y nido de corrupción. Organizar la justa mundialista le costó a los brasileños 13 mil millones de dólares, esta cifra fue utilizada para remodelar y construir estadios.
Por ejemplo, el estadio Mané Garrincha costó 410 millones de dólares, y entró prácticamente en desuso; no es sede de la Copa América 2019 y en él juega el Brasilia Fc (actualmente juega en el Campeonato Brasiliense).
El gasto descomunal de Brasil 2014, no solo generó un serio problema económico para el país, sino que atrajo la investigación a la heredera de Lula, hablamos de Dilma Rousseff. Ambos pasaron de la gloria al odio,pues Lula se encuentra en prisión por corrupción, y Dilma tuvo que dimitir su presidencia pues está implicada en casos de corrupción y desvió de fondos.
Cambio de juego: de la banda izquierda a la derecha
Fue entonces, cuando el balón llamado Brasil cambio de juego. Ahora por la banda derecha y bajo la tutela de Jair Bolsonaro. Con él, los brasileños buscan recuperarse económicamente y socialmente. Al menos eso fue lo que prometió Bolsonaro a un electorado que lo hizo ganar con un “55.21% de los votos frente al 44.79% de su opositor”.
No es un secreto, mucho menos debe sorprendernos, que la política de Bolsonaro forma parte del ascenso de la derecha en Latinoamérica. Lo que es desconcertante fue el nivel de aceptación del actual presidente. De acuerdo con el portal Sputniknews: «Bolsonaro, con una larga lista de declaraciones contra las minorías, [lideró] la intención de voto entre el electorado femenino (42%), el blanco (59%), el mulato (47%) y el indígena (41%). Entre los negros alcanzó el 37% de intención de voto”.
En pocas palabras los brasileños depositaron en el mandatario toda su confianza. Pero la historia parecía repetirse. Al igual que Lula, Bolsonaro apostó por los reflectores que el deporte puede dar y llevo la Copa América por quinta vez en su historia a tierras amazónicas –que por cierto ha ganado cuatro ocasiones como local—.
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Con este regate, Bolsonaro pretende disimular las dolencias de su gobierno en Brasil. Ya que la violencia no ha disminuido, de hecho han ido en aumento. Tan solo en 2017 diarios como El Mundo y el País señalan que fueron 65 602 brasileños víctimas de la violencia.
Por otro lado la BBC señala la inminente recesión económica que esta por vivir Brasil. Tan solo en 2017 y 2018 se registró un crecimiento económico del 1.1%, lo que alejó las expectativas de los inversionistas extranjeros, a pesar de las políticas liberales.
Otro punto que señala el medio inglés es el índice de desempleo, pues aumentó de 7.6 millones a 13.4 millones en un lapso de 7 años. Por último, Bolsonaro olvido que al recibir el balón de la izquierda, recibía toda la marca que tenía, dicho de otra manera, el actual presidente heredo la deuda que los gobiernos anteriores acumularon.
Todo esto trajo consigo un ambiente de desazón social a la Copa América, muestra de ello son los testimonios que recoge el Comercio:
«La gente ni se da cuenta de que va a haber una Copa América. La coyuntura es tan dramática que es difícil pensar en esta Copa como un gran evento» Katia Rubio, profesora.
«La Copa de 2014 era una plataforma para reafirmar la grandeza nacional, del gobierno del PT (Partido dos Trabalhadores, izquierda). Hoy ya no tiene sentido. Por la crisis, por todo. La Copa América será solo un evento deportivo más», Marcos Guterman, historiador.
Algo que olvidaron tanto los presidentes de izquierda como el de derecha, es que la pelota y la grada tienen memoria. No importa que le den un analgésico para pasar el rato, siempre recordarán el maltrato al balón llamado Brasil.
Por: José Macuil García