A la memoria de António Ferro, amigo setubalense
En su libro clásico El descubrimiento del mar, J. H. Parry, connotado historiador británico de la navegación, relata que en 1497, un quinquenio después de que Colón, en la búsqueda de llegar a la India, terminara descubriendo América sin saberlo, el rey de Portugal, Manuel I, confió la encomienda de encontrar la ruta más rápida y segura para llegar a la India a Vasco da Gama, un gentilhombre de Setúbal del que no había constancia de que alguna vez hubiera ejercido el mando en alta mar y que por única credencial de pericia náutica tenía la de haber nacido en Sines, que entonces era no más que un puerto de pescadores construido sobre una de las hendiduras hechas en la tierra setubalense por las aguas del Atlántico.
Vasco da Gama zarpó de las orillas del río Tajo el 8 de julio al frente de entre 140 y 170 hombres a bordo de cuatro embarcaciones. Luego de bordear las costas de Marruecos y las Canarias y de hacer escala en Santiago, la más grande de las islas de Cabo Verde, cuando la flota se encontraba a unas cien millas de Sierra Leona —dice Parry— Vasco da Gama “hizo la osada alteración que convertiría su ruta en el modelo de los viajes a la India durante los siguientes trescientos años”, a saber: “meterse en la trampa que para la navegación era el golfo de Guinea, desoyendo así consejos e instrucciones”, maniobra que acabó por ser exitosa porque lo condujo hasta la India, pero que pudo haberlo colocado “a pocos centenares de millas de la costa oriental del Brasil”. Parry lo subraya: “Los europeos aún no conocían esa costa y no hay pruebas de que Vasco da Gama sospechase su presencia”.
Si Vasco da Gama no sospechaba que pudo acabar en las cercanías de una tierra que a partir de 1511 aparece en los mapas bajo el nombre de Brasil, tampoco podía sospechar que ahí en Brasil, con motivo del aniversario 400 del descubrimiento de la ruta de las especias que él trazó, se fundó en Río de Janeiro un club deportivo, inicialmente dedicado a la práctica del remo, que adoptó su nombre como denominación: el Club de Regatas Vasco da Gama, que a cuatro siglos de la muerte del célebre explorador de los mares habría de ser protagonista de otra “osada alteración”, una que cambió el rumbo del futbol brasileño… y mundial.
Creado por inmigrantes portugueses el 21 de agosto de 1898, el Vasco da Gama incluyó en 1915 al futbol entre las disciplinas a ser practicadas por sus integrantes. Compitió por primera vez en la primera división carioca en 1923, luego de haber conquistado el año anterior el torneo de la segunda categoría. En aquella primera incursión en el circuito principal de la Cidade Maravilhosa salió campeón gracias a once victorias, dos igualadas y una sola derrota obtenidas por una plantilla incontenible, integrada por jugadores “negros, mulatos y obreros, arreados en las zonas pobres de la ciudad”, tal como se lee en la web oficial del club.
Más que el verse arrasados por el Vasco, “lo que verdaderamente molestaba a sus adversarios era el origen de aquellos jugadores”, según lo consigna la página de internet del equipo cruzmaltino, apelativo que obedece a la cruz de Malta dibujada en las velas de las naus de Vasco da Gama y que los futbolistas vascaínos llevan en sus camisetas como escudo.
El periodista Mário Filho —cuyo nombre y profesión son la denominación oficial del recinto conocido mundialmente como Maracaná, pero que formalmente se llama “Estadio Journalista Mário Filho” en honor al impulsor de su construcción— sostiene en su libro O Negro no Futebol Brasileiro que “el secreto del Vasco era que se encargaba de mantener a sus futbolistas en un régimen de cuasi internado costeado por el club, estando los jugadores disponibles a tiempo completo”, lo cual contravenía el amateurismo entonces obligatorio, deudor de un ethos aristocrático, de un ideal moral, proveniente de los sportsman ingleses, que concebía al deporte como una práctica desinteresada, tal como lo afirma el sociólogo francés Pierre Bordieu en su ensayo «¿Cómo se puede ser deportista?».
Algunos socios portugueses del Vasco ayudaban a su equipo disfrazando como trabajadores a sus jugadores, dándoles empleo en sus negocios aunque en estricto se dedicaran por entero al futbol. Fomentaban así un profesionalismo subrepticio que no era del todo nuevo, pues de acuerdo con el antropólogo brasileño Sérgio Leite Lopes se tiene noticia de que veinte años antes, en 1904, fue en otro club de Río, el Bangu Atlético Clube, fundado por una compañía textilera inglesa, donde nació “la figura del obrero-jugador: el operario que se destaca menos por su trabajo fabril que por su desempeño en el equipo de la empresa”.
Bajo el argumento de que violaba la prohibición del profesionalismo, los rivales del Vasco buscaron expulsarlo de la competencia. Pero como no encontraron fundamento reglamentario y en consecuencia el intento de expulsión no prosperó, se pusieron de acuerdo para crear en 1924 la Associação Metropolitana de Esportes Athléticos (AMEA) con el propósito de fundar una nueva Liga, en la que podría participar el Vasco sólo si prescindía de sus doce jugadores de raza negra.
José Augusto Prestes, un blanco nacido en Portugal, republicano, antimonárquico e ingeniero graduado en Estados Unidos, que entonces era presidente del Vasco, fue el encargado de redactar y firmar un documento que marcaría un punto de inflexión: la resposta histórica, la misiva con la que el 7 de abril de 1924 dio una tan enérgica como elegante e inteligente contestación a la decisión de la AMEA adoptada el día anterior y dada a conocer a través de la prensa.
Parry nos cuenta que Vasco da Gama “era mucho mejor comandante que diplomático”. Prestes demostró ser muy buen comandante y también un estupendo diplomático, pues con el número de oficio 261 le hizo llegar al que se refirió como “Excelentísimo Señor Doctor Arnaldo Guilde”, presidente de la AMEA, la comunicación por la cual manifestó que
«En cuanto a la condición de que eliminemos a doce de nuestros jugadores de nuestros equipos, la Junta Directiva de C.R. Vasco da Gama no debe aceptarlo, ya que no estuvo de acuerdo con el proceso porque se hizo una investigación sobre la posición social de nuestros asociados, investigación llevada a un tribunal donde no tuvieron representación ni defensa».
Con resonancias del famoso telegrama que el general Ignacio Zaragoza le dirigió al presidente Benito Juárez para anunciarle el triunfo de las tropas mexicanas sobre el ejército francés en la Batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862 (“Las armas nacionales se han cubierto de gloria”), Prestes abogó por sus futbolistas:
«Se trata de doce jóvenes jugadores, casi todos brasileños, al inicio de su carrera, y el acto público que pueda empañarlos, jamás se practicará con la solidaridad de quienes dirigen la casa que los acogió, ni bajo la bandera que tan galantemente han cubierto de gloria».
Prestes actuó como un buen comandante, no abandonó a sus hombres. Con alto sentido de la gratitud hacia los jugadores que consiguieron el trofeo de campeón, remató la carta afirmando que
«…sería un acto indigno de nuestra parte sacrificar, por el deseo de ser parte de la AMEA, a algunos de los que lucharon por nosotros para tener, entre otras victorias, la del campeonato de futbol de la Ciudad de Río de Janeiro de 1923».
Y concluyó así su escrito:
«Sentimos tener que comunicar a Vuestra Excelencia que desistimos de formar parte de AMEA».
La carta de Prestes surtió efecto, pero no de inmediato. Luego de un año marginado, en el que no pudo defender su título, el Vasco fue finalmente admitido en la AMEA en 1925, con sus jugadores negros.
Por aquella resposta histórica de Prestes, los más de seis millones y medio de torcedores del Vasco viven con el orgullo de saber que su club (que en 2021 naufragó por cuarta vez hundiéndose en la segunda división) fue el pionero en oponerse decididamente a la discriminación racial en el futbol brasileño.
De no haberse dado aquella resposta histórica, quizá nunca habríamos oído hablar de Pelé. En su niñez O’Rei era aficionado del Vasco da Gama, equipo al que le hizo el gol que por décadas se tuvo como el número 1000 de su cuenta personal, el que le anotó de penalti en Maracaná al portero argentino Edgardo Andrada la noche del miércoles 19 de noviembre de 1969.
Gol 1000 de Pelé, contra Vasco da Gama
Por: Farid Barquet Climent
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