Amor y lealtad: son dos cosas que cualquier aficionado quiere ver en un futbolista del equipo de sus amores. Muy pocas figuras son las que llevan ambas cualidades durante toda su carrera, y es gracias a este detalle que trascienden, que se ganan a la población, que son acreedores a su lugar como verdaderas leyendas. Ese es el caso del artillero Matthew Le Tissier.
Jamás rendirse
Nacido el 14 de octubre de 1968 en Guernsey, una isla ubicada entre Inglaterra y Francia, Le Tissier siempre tuvo esa afición por el futbol, lo jugaba con sus tres hermanos, y cada vez que acababa la escuela iba corriendo a la cancha para jugar un poco más.
Pero la clave fue cuando participó en un torneo de futbol siete entre todas las escuelas de la localidad, cuando ganó se dio cuenta de que eso era lo que quería, jugar futbol profesionalmente. Por su entrega y talento fue llamado por el Oxford United, pero después de las pruebas no logró permanecer.
Fue en ese momento en el que el Southampton puso su mirada en él y lo llamó, Le Tissier aceptó y su vida cambió por completo. Matthew comenzó a afinar sus toques, a pesar de ser un jugador alto se dedicó a encarar y dejar rivales en el camino, todo para terminar con verdaderos balazos sacados de cualquiera de sus piernas.
Futbol y carisma
Su carisma, acompañada de su estilo de juego, lograron que se hiciera con el cariño de los aficionados en muy poco tiempo. El pequeño Dell, estadio donde jugaba el Southampton, se llenaba cada vez que jugaba. La gente lo alentó, la gente fue su motor, la gente lo hizo uno más de ellos, un aficionado cumpliendo el sueño.
Fue gracias a ellos, unidos al amor y lealtad que tenía que Le Tissier se dedicó a ser algo que muy pocas veces se logra ver: un hombre de un solo club. Se puede decir fácil, es decir, cualquiera puede pensar que si pudiera jugar en su equipo favorito no se movería de ahí por nada del mundo, pero las cosas se complican si se recuerda que peleaban constantemente por no descender, y que los equipos más grandes de Inglaterra lo buscaron, ofreciendo un sueldo mucho mejor y mayores oportunidades internacionales.
Matthew se volvió una pieza fundamental y un excelente cobrador de tiros libres, además de un terror al momento de disparar desde fuera del área, lo que lo hizo fundamental para salvar definitivamente de perder la máxima categoría a The Saints. Fue gracias a su desempeño que se ganó el apodo de The God.
El momento clave para él fue su debut como titular ante el Tottenham, equipo con el que soñó jugar, y con el extra de ver a Glenn Hodlle, su ídolo de la infancia. Fue un día completamente especial, su equipo logró la victoria por un 2-0 y él solo flotó en el campo. Simplemente hizo lo quiso, fue él mismo en el terreno de juego, cada pase, cada tiro, cada intervención vino del corazón, y ese trabajo hizo que creyera en sí mismo, que se diera cuenta de el talento que tenía para ofrecer.
Erigirse como leyenda
Uno de sus grandes goles, que también muestra la gran calidad que tenía en sus botines, fue contra el Newcastle el 24 de octubre de 1993. Después de recibir un balón retrasado desde la banda, Le Tissier realizó un control con el tacón a manera de sombrerito que lo posicionó de frente a la portería, para así poder llevarse a dos defensas y después definir raso contra el arco.
Simplemente el talento puro podía hacer cosas tan locas y magníficas a la vez. Y aunque este podría ser para cualquiera el mejor gol que se pudo marcar en su carrera, para The God ocupa el segundo lugar. El primero tiene un valor más especial, uno que tanto para él, como para la afición, ocupa un lugar importante en la historia.
Para el final de la temporada 2000-2001 el equipo inglés formalizó su salida de The Dell, su mítico estadio por más de 100 años, llegando al St Mary ‘s Stadium. El partido fue una completa locura, a pesar de no ser el mayor atractivo de la liga, la gente llenó el inmueble, todos querían estar en la despedida de su hogar.
Le Tissier no llegaba en su mejor momento. Las lesiones ya pesaban en él, teniendo varias recaídas que lo hicieron abandonar la capitanía, incluso siendo duda para el duelo contra el Arsenal, pero lo llevaron porque él tenía que estar en el juego, aunque fuera en la banca.
El partido fue intenso, la afición fue vital para el ánimo de sus 11 futbolistas, pero enfrente tenían a un rival complicado que se estaba llevando el 2-2. Matthew entró de cambio en la segunda mitad, y en los últimos minutos llegó su momento. Recibió el esférico en el área grande, mismo que controló hacía la izquierda para dar la media vuelta y, aunque el balón venía de bote pronto, logró sacar un verdadero riflazo que se coló en el ángulo superior izquierdo. Con tal obra de arte quedó marcado el 3-2 definitivo y el lugar definitivo en la historia de The God tanto para el Southampton, como para los aficionados del club.
Saber decir adiós
No fue su mejor temporada, no fue la más productiva en cuanto a goles, pero ese fue el momento en que en verdad tocó el cielo, el instante en el que en verdad se pudo sentir como un dios. Pero todo lo que sube tiene que bajar, y las lesiones, acompañadas de la edad, decidieron que era momento de parar, de por fin descansar.
Le Tissier lo entendió, sabía que no podía regresar una vez más, que siempre recaía en la misma dolencia. Fue por ello que decidió ponerle punto final a su carrera en la temporada 2001-2002 y el club, a manera de homenaje, le otorgó un partido entre la institución y el seleccionado inglés, donde tuvo la oportunidad de reencontrarse con sus viejos amigos.
Matthew Le Tissier jugó 528 partidos, todos con The Saints, y marcó 201 goles en todo ese tiempo, 49 de ellos desde los 11 pasos, solo fallando uno solo frente al Nottingham Forest, lo que lo convierte en el jugador con el mejor porcentaje desde el punto penal, con una efectividad del 98%.
Así acaba la historia profesional de Matthew Le Tissier, un jugador sinigual, un futbolista que vivió a su manera el futbol, que su dieta semanal consistió en hamburguesas y comida de McDonald’s, rompiendo las ideas establecidas para los jugadores de élite.
Le Tissier llevó el amor romántico al máximo esplendor, dejando claro que la pasión y la lealtad son cosas que, cuando se unen, pueden crear iconos, verdaderas leyendas, no solo a nivel local, si no de esa clase de astros que solo pueden ser comparados con dios.
Leer más: Thierry Henry: el cañonero francés
Síguenos en Google News
Por: Miguel Ángel Bustamante Rosas / @MiguelB07